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🍁 viernes 22 noviembre 2024
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Dos breves relatos de cómo era Yecla hace 100 años

Algunas diferencias entre ayer y hoy

Esto que escribo es para recordar a los jóvenes lo que era el pueblo de Yecla hace casi cien años.

En todos los tiempos ha habido cosas malas y buenas. Recuerdo que por aquel entonces las calles estaban llenas de hoyos y cuando llovía no se podía transitar del barro, ya que había muy pocas baldosas. Las viviendas no tenían comodidades; las sillas estaban “encordelás” de esparto o anea, y nos alumbrábamos con “peras” que apenas daban luz, pero también es cierto que no se trasnochaba como ahora y nos íbamos a dormir a la anochecida.

Las camas, de hierro o madera, eran muy altas y para subirse tenían que poner una silla. El colchón, llevaba dentro esparto o farfolla que hacía mucho ruido, tanto, que la mujer le decía al marido: “Perico, ya se están acostando los vecinos”.

En aquella época no había cocinas tan modernas en las casas; nosotros encendíamos la chimenea con sarmientos y sobre las trébedes poníamos la sartén o la olla. La verdad es que las comidas salían muy sabrosas, con ese gustico a lumbre y humo.

Tampoco había en aquellos tiempos peluquerías de señoras, y no por eso las mujeres iban greñudas. Ellas se sabían arreglar muy bien el pelo; a las que le gustaban los rizos, con unas tenacillas se hacían las ondas y daba envidia verlas cuando salían a la calle. Ahora les ponen la permanente y se componen mucho, pero antes iban más naturales y bonicas.

Hay que tener en cuenta que todo ha cambiado: a las mujeres de aquel tiempo los hombres no podían verles las rodillas porque las enaguas eran muy largas, y ahora las llevan demasiado cortas.


Nodrizas o amas

La penuria económica y las escaseces de todo tipo, características del primer tercio de siglo, o quizá algo más tiempo, fueron sin duda las causas de la aparición o mejor dicho de la subsistencia de una clase de relaciones familiares que, siéndolo de consanguinidad, en algunos casos establecían unos vínculos tan estrechos como si lo fueran.

Una considerable cantidad de mujeres, por escasez de recursos las de más de las veces y por estrecha amistad las menos, prestaban sus servicios de lactancia a madres, generalmente pertenecientes a familias más pudientes, y criaban a sus hijos a cambio de manutención, alojamiento, estipendio en metálico u otra compensación de cualquier clase previamente pactada.

Generalmente estas mujeres gozaban de una consideración mayor que cualquier otra que prestara sus servicios en la casa, y en algunos casos sus opiniones o sus consejos eran tenidos en cuenta por los dueños de la misma. Daba lugar esto a la aparición de una nueva relación: “los hermanos de leche”, que eran los hijos de la nodriza y aquellos que, no siéndolo, eran alimentados por ella. Esta relación a veces se prolongaba hasta edades relativamente avanzadas.

Es curioso que a estas nodrizas se les diera el nombre de “amas”, acortamiento del nombre que completo sería “amas de leche”. A partir de la década de los cuarenta, los avances de la nutrición infantil y la casi desaparición de la lactancia materna, hace que desaparezca esta ocupación femenina, como consecuencia también del aumento del nivel de vida.

No obstante, todavía hoy subsisten en algunas familias las relaciones en forma de visitas, o cartas con aquellas amas, casi siempre de avanzada edad, que también guardan cariñoso recuerdo de aquellos que en su niñez criaron.


Libro: Relatos del ayer. Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla/INSERSO.
MU-34/1988.

Tema: “Costumbres perdidas”

Páginas 54 y 55.

Blog: José Antonio Ortega

Foto: Cosas de Yecla que han desaparecido o no existen.

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

Algunas diferencias entre ayer y hoy

Esto que escribo es para recordar a los jóvenes lo que era el pueblo de Yecla hace casi cien años.

En todos los tiempos ha habido cosas malas y buenas. Recuerdo que por aquel entonces las calles estaban llenas de hoyos y cuando llovía no se podía transitar del barro, ya que había muy pocas baldosas. Las viviendas no tenían comodidades; las sillas estaban “encordelás” de esparto o anea, y nos alumbrábamos con “peras” que apenas daban luz, pero también es cierto que no se trasnochaba como ahora y nos íbamos a dormir a la anochecida.

Las camas, de hierro o madera, eran muy altas y para subirse tenían que poner una silla. El colchón, llevaba dentro esparto o farfolla que hacía mucho ruido, tanto, que la mujer le decía al marido: “Perico, ya se están acostando los vecinos”.

En aquella época no había cocinas tan modernas en las casas; nosotros encendíamos la chimenea con sarmientos y sobre las trébedes poníamos la sartén o la olla. La verdad es que las comidas salían muy sabrosas, con ese gustico a lumbre y humo.

Tampoco había en aquellos tiempos peluquerías de señoras, y no por eso las mujeres iban greñudas. Ellas se sabían arreglar muy bien el pelo; a las que le gustaban los rizos, con unas tenacillas se hacían las ondas y daba envidia verlas cuando salían a la calle. Ahora les ponen la permanente y se componen mucho, pero antes iban más naturales y bonicas.

Hay que tener en cuenta que todo ha cambiado: a las mujeres de aquel tiempo los hombres no podían verles las rodillas porque las enaguas eran muy largas, y ahora las llevan demasiado cortas.


Nodrizas o amas

La penuria económica y las escaseces de todo tipo, características del primer tercio de siglo, o quizá algo más tiempo, fueron sin duda las causas de la aparición o mejor dicho de la subsistencia de una clase de relaciones familiares que, siéndolo de consanguinidad, en algunos casos establecían unos vínculos tan estrechos como si lo fueran.

Una considerable cantidad de mujeres, por escasez de recursos las de más de las veces y por estrecha amistad las menos, prestaban sus servicios de lactancia a madres, generalmente pertenecientes a familias más pudientes, y criaban a sus hijos a cambio de manutención, alojamiento, estipendio en metálico u otra compensación de cualquier clase previamente pactada.

Generalmente estas mujeres gozaban de una consideración mayor que cualquier otra que prestara sus servicios en la casa, y en algunos casos sus opiniones o sus consejos eran tenidos en cuenta por los dueños de la misma. Daba lugar esto a la aparición de una nueva relación: “los hermanos de leche”, que eran los hijos de la nodriza y aquellos que, no siéndolo, eran alimentados por ella. Esta relación a veces se prolongaba hasta edades relativamente avanzadas.

Es curioso que a estas nodrizas se les diera el nombre de “amas”, acortamiento del nombre que completo sería “amas de leche”. A partir de la década de los cuarenta, los avances de la nutrición infantil y la casi desaparición de la lactancia materna, hace que desaparezca esta ocupación femenina, como consecuencia también del aumento del nivel de vida.

No obstante, todavía hoy subsisten en algunas familias las relaciones en forma de visitas, o cartas con aquellas amas, casi siempre de avanzada edad, que también guardan cariñoso recuerdo de aquellos que en su niñez criaron.


Libro: Relatos del ayer. Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla/INSERSO.
MU-34/1988.

Tema: “Costumbres perdidas”

Páginas 54 y 55.

Blog: José Antonio Ortega

Foto: Cosas de Yecla que han desaparecido o no existen.

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