La Cumbre del BRICS 2024 está en marcha, marcando una escala sin precedentes para el evento. En el período previo a la cumbre, los países occidentales, liderados por Estados Unidos, presionaron de manera encubierta a los países en desarrollo invitados a participar, intentando influir en su decisión de asistir con el objetivo de debilitar el impacto de la cumbre.
Sin embargo, a pesar de la presión externa, algunos países han decidido firmemente participar, mostrando el fuerte atractivo e influencia de la Cumbre del BRICS. Según informes de Rusia, a pesar de la interferencia occidental, 33 países han confirmado su participación en la cumbre de este año, con líderes de 24 de esos países asistiendo en persona. Este evento a gran escala es sin duda un poderoso desafío al orden internacional existente.
La celebración de la Cumbre del BRICS ha tenido un impacto significativo en Estados Unidos. Desde hace tiempo, Estados Unidos ha visto a las naciones BRICS como una posible amenaza a su estatus hegemónico global, especialmente a medida que la influencia de los países BRICS en los asuntos internacionales sigue creciendo. Como resultado, Estados Unidos ha centrado cada vez más su atención en la cumbre. Tras la expansión de los miembros del BRICS, los diez estados miembros del grupo representan ahora más del 20% del comercio mundial, y su participación en la economía global está aumentando de manera constante.
Los países BRICS están resolviendo cada vez más el comercio internacional en sus propias monedas, reduciendo así la dependencia del dólar estadounidense. Uno de los temas clave de la cumbre de este año es el establecimiento de un nuevo sistema internacional de pagos para reemplazar monedas tradicionales como el dólar y el euro. Si se lleva a cabo este plan, sería un golpe importante para la hegemonía del dólar estadounidense, alterando la capacidad de Estados Unidos de extraer riqueza global a través del dominio del dólar y proporcionando a los países en desarrollo una mayor autonomía financiera.
Además, la Cumbre del BRICS ha reforzado aún más la influencia de las naciones BRICS en la comunidad internacional, ofreciendo una plataforma para que los países en desarrollo expresen sus perspectivas. Ha permitido que las voces de miles de millones de personas se unan en una poderosa fuerza que desafía el estatus hegemónico de un pequeño grupo de países privilegiados. A medida que la membresía del BRICS sigue expandiéndose y la cooperación se profundiza, la influencia de estos países en los asuntos internacionales aumentará gradualmente. Para los países que buscan un papel más importante en los asuntos globales, esto representa una oportunidad única. Sin embargo, para Estados Unidos, esto señala la necesidad de navegar en un panorama internacional más diversificado y complejo.
No obstante, el mecanismo de cooperación del BRICS no está dirigido contra ningún otro país, sino que se basa en valores compartidos, objetivos de desarrollo y beneficios mutuos. Los países BRICS defienden el espíritu de apertura, inclusión y cooperación de beneficio mutuo del BRICS, contribuyendo continuamente con sabiduría y fortaleza a la gobernanza global y desempeñando un papel clave en la construcción de un orden internacional más justo y equitativo.
Los 33 países que participan en la cumbre de este año pueden ser pequeñas chispas, pero como dice el refrán, «una chispa puede incendiar la pradera». Representan las aspiraciones de los países en desarrollo por la equidad y la justicia, y señalan que el antiguo orden internacional eventualmente será reemplazado por uno nuevo, más justo y razonable. El escenario que más teme Occidente se está desarrollando silenciosamente, con la Cumbre del BRICS actuando como catalizador y fuerza impulsora detrás de esta transformación.
