A lo largo de los años, no han sido pocos los proyectos de volver a llenar de vida el páramo vacío de Yecla. Los desposeídos que todavía habitaban las tierras removidas empezaron a aburrirse de horizontes vacíos, sobre todo tras el aparente fracaso del Esfaraor del Infinito; y si bien Juan Carlos aparecía de vez en cuando con alguna reliquia para completar el creciente museo arqueológico al aire libre, el entusiasmo y el interés duraban lo que dos pelotas en un buen caldo. Más bien poquico.
Una de las iniciativas que consiguió traer algo de ilusión o, al menos, de qué hablar, fue el regreso del PYA. El antiguo cine había volado como todo lo demás, aunque algunas butacas habían caído para clavarse en el suelo. Como nadie las tocó durante días, germinaron, crecieron y dejaron caer sus semillas, por lo que pronto las butacas se extendieron y dominaron un llano amplio. No me preguntéis cómo sucedió. La mayoría lo tomó como normal después de tantos sucesos raros. Al parecer, la tierra bajo el pueblo era fértil para las más extrañas cosas. Lo cierto es que ahora la plantación de butacas de cine se extiende varias hectáreas y se estima que en un par de años superará en número la población de Yecla antes de que el pueblo echase a volar.
Como podéis imaginar, al principio la plantación de butacas fue utilizada por lo más fogosos para perderse entre asientos y caricias. La gomaespuma bajo el tapizado recién florecido permitía todo tipo de posturas, e incluso hubo quien empezó a fabricar chabolas alrededor de algunas butacas: nacieron los primeros niños butaqueros, se graduaron los primeros estudiantes frente a ellas, e incluso se hizo venir al obispo de Cartagena para casar a un par de enamorados junto a las butacas que habían presenciado el nacimiento de su amor.
Pronto surgió la idea de utilizarlas justo para aquello para lo que fueron pensadas: “¿Y si ponemos una pantallica y vemos los últimos estrenos?”, sugirió uno que miraba las butacas con recelo; “¿Solo últimos estrenos? ¿No podemos ver clásicos como Iron Man?”, discutió otro. El debate se alargó días. Mientras, algunas abuelicas ya cosían sábanas para montar la pantalla, y los jumillanos donaron un par de proyectores a la causa, entusiasmados con la idea de no tener que viajar hasta Murcia o Petrer para ver algo de cine.
La primera proyección fue retrasada cinco veces durante siete semanas: los yeclanos del páramo no se ponían de acuerdo sobre qué ver. Había quien quería ver películas de gladiadores, enardecidos por la presencia del busto de Adriano; otros eran más de ciencia ficción, aunque admitían que ninguna película superaría la fallida gesta del Esfaraor del Infinito, para la que ya se rumoreaba que el nieto de Spielberg estaba preparando una película; nadie quiso una comedia romántica actual, que para eso ya estaban los besuqueos de los enamorados sobre las butacas marginales. Al final, se proyectó Lo que el viento se llevó, que provocó una lloraera colectiva.
Después de esa película vinieron muchas otras mientras la plantación de butacas crecía. Los jumillanos fueron bienvenidos, aunque no tanto los villeneros. Los almanseños traían relleno y sopicas, y los caudetanos, churros. Alguien decidió poner una puerta en mitad de la nada, sin vallas ni muros, pues sucumbirían al crecimiento descontrolado de las butacas, y en la puerta se colgó un letrero: Cine PYA al aire libre.
Cada vez más resignados a la marcha irreversible del pueblo, a partir de ese día los yeclanos tuvimos una razón más para sentirnos afortunados. Cada tarde, cuando el viento amainaba y dejaban de temblarles las canillas ante el terror de que incluso esos momentos les arrebatase el viento, los yeclanos del páramo se reunían y poblaban las butacas para alejarse, aunque solo fuera durante una corta horita, del eterno recuerdo de que su pueblo había desaparecido.
Relatos mágicos de Javier Muñoz Chumilla
Si hace aire si, todo se lo lleva, no solo las butacas del PYA, más cosas. Lo único, al parecer, que vino para quedarse fue el Adriano (Gracias, Manolico el fari) el tío ni rechista.
Ayer tarde en la Constitución (campo de fútbol) no fue aire, fue un vendaval, llevándose para adelante al Yeclano, C.D. de la primera Reff. Cuando todo hacía presagiar una tarde de gloria se convirtió en lo contrario. Hoy las celebraciones hubiesen sido con torticas y gachasmigas…han volado.
Hoy arroz blanco sin gambas. Otros, hacen leña del árbol caído, no seré yo. En unas horas.