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domingo, agosto 10, 2025 🌊
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Cines para el verano

¿Se acuerdan de los cines de verano? ¿Qué ha pasado con ellos? ¿Por qué siendo una experiencia tan agradable y refrescante de nuestros veranos, han ido despareciendo en los últimos años reduciendo su número a escasas excepciones?

De Yecla solo me ha quedado el recuerdo de aquel patio de entrada de cine Pya que, en verano, lo habilitaban para las proyecciones. Allí vi, cuando debía ser una niña, pues la película es de 1965, La muerte tiene un precio. Clint Eastwood con la misma mueca inexpresiva de hombre duro que esconde un buen corazón que tiene en la actualidad, con un puro en la boca que le acompañaba incluso mientras dormía, con un poncho de lana bajo un sol abrasante en medio de áridos territorios almerienses, el ala del sombrero dejando apenas intuir sus hermosos ojos verdes ¿o eran azules? Debo confesar que si la recuerdo, es porque me aburrí soberanamente, que me perdonen los amantes del spaghetti western, y por aquella emblemática melodía silbada de Ennio Morricone que ha perdurado después de tantos años en nuestra memoria. 

Pocos más recuerdos tengo de aquellas experiencias en los cines de verano de Yecla. Sí tengo muchos más de otros de estos lugares, sobre todo a lo largo de la costa. Por ejemplo, en Mazarrón, que era y es el lugar donde solía pasar los veranos, soy capaz de contar hasta cinco cines en los buenos tiempos, ahora solo queda uno y no sé si por mucho tiempo.

Pero los mejores recuerdos que atesoro son de cuando mis hijos eran pequeños. Preparar los bocadillos de tortilla o de lo que hubiera, las pipas, las patatas fritas; allí comprábamos los refrescos y, de postre, un buen helado; todo mientras nos tragábamos dos largas películas. Para aguantar tantas horas en las sillas metálicas o de plástico, lo mejor era llevar almohadones, y una chaqueta, por si acaso. Todo estaba bien planificado, mecanizado por la repetición, para pasar una agradable y fresca velada. Familias enteras, padres, hijos y abuelos, pandillas de amigos de todas las edades viviendo la misma experiencia cinematográfica, unidos por las mismas emociones y sensaciones, más o menos intensas según la personalidad de cada cual, hasta la hora de volver a casa. Los más pequeños, dormidos en brazos de sus padres, los mayores con ganas de llegar a la cama y caer redondos bajo el ventilador de techo.

cine de verano pya

Entre las películas de las que guardo mejores recuerdos hay muchas infantiles, de Disney y Pixar, por supuesto, (aunque creo que la primera ha comprado la segunda y ya son productos muy similares), algo que he dejado de hacer, muy a mi pesar, desde que mis hijos crecieron, quien sabe si en un futuro no muy lejano volveré a hacerlo con algún nieto/a, si es que alguna de estas salas se resiste a desaparecer. 

La saga de Toy Story está entre mis preferidas, al igual que para mis hijos, la primera sobre todo. Es una gran lección de lo que significa la amistad por encima de la rivalidad y la competencia y que la canción Hay un amigo en mí, perteneciente a su banda sonora, que en la versión original interpretaba Randy Newman, ilustra, de forma entrañable, a la perfección. 

Y hablando de entrañables recuerdos, otra de las que afectaron y divirtieron a peques y a grandes, por su sensibilidad y sus simpáticos personajes fue La edad de hielo. ¡Cuánto nos reímos con la ardilla persiguiendo una bellota por un paisaje helado en la época de la glaciación! También  en esta historia se ensalzan los valores de amistad y compañerismo para conseguir llegar al fin de un complicado y peligroso viaje para encontrar a la familia de un cachorro humano que perdieron en una de aquellas migraciones hacia el sur en busca de lugares más cálidos en plena glaciación, (a la inversa de lo que estamos haciendo ahora cuando el hielo de las zonas polares se va deshaciendo ante nuestros ojos a la velocidad de los cubitos en una copa de Gin-tonic).

Cuando la vimos en el cine de verano, mi hija rompió a llorar como si no hubiera un mañana cuando Manny sigue la estela de las pinturas de la cueva y descubre cómo los cazadores mataron a su hijo. Tampoco he olvidado a mi hijo aterrado ante el desfile de las hienas simulando un desfile nazi en El Rey León, tal fue su impresión que tuvimos que abandonar la sala.

De los estudios Pixar no puedo dejar de mencionar Bichos, ese mundo en miniatura en el que un charco es un lago, una hoja un barco y una gota de zumo, dentro de un cartón en la papelera de un jardín, un exquisito manjar. Buscando a Nemo nos invita a un refrescante viaje en el fondo del mar en compañía de un montón de especies acuáticas. De esta manera, grades y pequeños, aprendimos lo que era un pez globo, y otras especies acuáticas y que las corrientes marinas en las que se desplazan son tan divertidas y concurridas como los alrededores de unos grandes almacenes en temporada de rebajas.

cine de verano pya

Otras de pretendido terror infantil como Monster house, Pesadilla antes de navidad, Monstruos S.A. o Coraline, alguna de estas verdaderamente escalofriantes incluso para un adulto.

Dejando los dibujos animados al margen, son  igual de inolvidables sagas tan divertidas y de acción vertiginosa, como las Indiana Jones; de fantasía como La guerra de las Galaxias, más divertidas las primeras, más melancólicas las últimas y El señor de los anillos; las nuevas de El Plantea de los Simios, distopías que nos hacen reflexionar sobre a donde nos dirigimos con esta forma desmesurada y antropocéntrica de vivir; las aventuras de Jack Sparrow, ese pirata exentrico, loco y sucio de Piratas del Caribe; Harry Potter, la saga basada en las novelas con las que J. K. Rowlling que tanto éxito tuvieron en su momento, ¿nunca imaginaron tener una varita mágica que hiciera realidad nuestros sueños, o ser invisible para espiar sin que nos descubrieran? En la ficción fantástica todo es posible. 

Mientras nos dejamos llevar por todas estas historias cinematográficas repletas de fantasías, aventuras, terror y ensoñaciones, por unos momentos, conseguimos alejarnos de esta cruda realidad en la que vivimos, cada vez más descarnada por desgracia, y se disfruta mucho más si lo hacemos bajo un cielo estrellado, iluminado por la luna y con una placentera brisa fresca si es posible, por favor.

Ana Fructuoso
Ana Fructuoso
Fructuoso es Jefa de Sección (Reclamaciones y Recursos) en el área de Gestión Académica de la Universidad de Murcia, donde lleva trabajando 35 años.

¿Se acuerdan de los cines de verano? ¿Qué ha pasado con ellos? ¿Por qué siendo una experiencia tan agradable y refrescante de nuestros veranos, han ido despareciendo en los últimos años reduciendo su número a escasas excepciones?

De Yecla solo me ha quedado el recuerdo de aquel patio de entrada de cine Pya que, en verano, lo habilitaban para las proyecciones. Allí vi, cuando debía ser una niña, pues la película es de 1965, La muerte tiene un precio. Clint Eastwood con la misma mueca inexpresiva de hombre duro que esconde un buen corazón que tiene en la actualidad, con un puro en la boca que le acompañaba incluso mientras dormía, con un poncho de lana bajo un sol abrasante en medio de áridos territorios almerienses, el ala del sombrero dejando apenas intuir sus hermosos ojos verdes ¿o eran azules? Debo confesar que si la recuerdo, es porque me aburrí soberanamente, que me perdonen los amantes del spaghetti western, y por aquella emblemática melodía silbada de Ennio Morricone que ha perdurado después de tantos años en nuestra memoria. 

Pocos más recuerdos tengo de aquellas experiencias en los cines de verano de Yecla. Sí tengo muchos más de otros de estos lugares, sobre todo a lo largo de la costa. Por ejemplo, en Mazarrón, que era y es el lugar donde solía pasar los veranos, soy capaz de contar hasta cinco cines en los buenos tiempos, ahora solo queda uno y no sé si por mucho tiempo.

Pero los mejores recuerdos que atesoro son de cuando mis hijos eran pequeños. Preparar los bocadillos de tortilla o de lo que hubiera, las pipas, las patatas fritas; allí comprábamos los refrescos y, de postre, un buen helado; todo mientras nos tragábamos dos largas películas. Para aguantar tantas horas en las sillas metálicas o de plástico, lo mejor era llevar almohadones, y una chaqueta, por si acaso. Todo estaba bien planificado, mecanizado por la repetición, para pasar una agradable y fresca velada. Familias enteras, padres, hijos y abuelos, pandillas de amigos de todas las edades viviendo la misma experiencia cinematográfica, unidos por las mismas emociones y sensaciones, más o menos intensas según la personalidad de cada cual, hasta la hora de volver a casa. Los más pequeños, dormidos en brazos de sus padres, los mayores con ganas de llegar a la cama y caer redondos bajo el ventilador de techo.

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Entre las películas de las que guardo mejores recuerdos hay muchas infantiles, de Disney y Pixar, por supuesto, (aunque creo que la primera ha comprado la segunda y ya son productos muy similares), algo que he dejado de hacer, muy a mi pesar, desde que mis hijos crecieron, quien sabe si en un futuro no muy lejano volveré a hacerlo con algún nieto/a, si es que alguna de estas salas se resiste a desaparecer. 

La saga de Toy Story está entre mis preferidas, al igual que para mis hijos, la primera sobre todo. Es una gran lección de lo que significa la amistad por encima de la rivalidad y la competencia y que la canción Hay un amigo en mí, perteneciente a su banda sonora, que en la versión original interpretaba Randy Newman, ilustra, de forma entrañable, a la perfección. 

Y hablando de entrañables recuerdos, otra de las que afectaron y divirtieron a peques y a grandes, por su sensibilidad y sus simpáticos personajes fue La edad de hielo. ¡Cuánto nos reímos con la ardilla persiguiendo una bellota por un paisaje helado en la época de la glaciación! También  en esta historia se ensalzan los valores de amistad y compañerismo para conseguir llegar al fin de un complicado y peligroso viaje para encontrar a la familia de un cachorro humano que perdieron en una de aquellas migraciones hacia el sur en busca de lugares más cálidos en plena glaciación, (a la inversa de lo que estamos haciendo ahora cuando el hielo de las zonas polares se va deshaciendo ante nuestros ojos a la velocidad de los cubitos en una copa de Gin-tonic).

Cuando la vimos en el cine de verano, mi hija rompió a llorar como si no hubiera un mañana cuando Manny sigue la estela de las pinturas de la cueva y descubre cómo los cazadores mataron a su hijo. Tampoco he olvidado a mi hijo aterrado ante el desfile de las hienas simulando un desfile nazi en El Rey León, tal fue su impresión que tuvimos que abandonar la sala.

De los estudios Pixar no puedo dejar de mencionar Bichos, ese mundo en miniatura en el que un charco es un lago, una hoja un barco y una gota de zumo, dentro de un cartón en la papelera de un jardín, un exquisito manjar. Buscando a Nemo nos invita a un refrescante viaje en el fondo del mar en compañía de un montón de especies acuáticas. De esta manera, grades y pequeños, aprendimos lo que era un pez globo, y otras especies acuáticas y que las corrientes marinas en las que se desplazan son tan divertidas y concurridas como los alrededores de unos grandes almacenes en temporada de rebajas.

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Otras de pretendido terror infantil como Monster house, Pesadilla antes de navidad, Monstruos S.A. o Coraline, alguna de estas verdaderamente escalofriantes incluso para un adulto.

Dejando los dibujos animados al margen, son  igual de inolvidables sagas tan divertidas y de acción vertiginosa, como las Indiana Jones; de fantasía como La guerra de las Galaxias, más divertidas las primeras, más melancólicas las últimas y El señor de los anillos; las nuevas de El Plantea de los Simios, distopías que nos hacen reflexionar sobre a donde nos dirigimos con esta forma desmesurada y antropocéntrica de vivir; las aventuras de Jack Sparrow, ese pirata exentrico, loco y sucio de Piratas del Caribe; Harry Potter, la saga basada en las novelas con las que J. K. Rowlling que tanto éxito tuvieron en su momento, ¿nunca imaginaron tener una varita mágica que hiciera realidad nuestros sueños, o ser invisible para espiar sin que nos descubrieran? En la ficción fantástica todo es posible. 

Mientras nos dejamos llevar por todas estas historias cinematográficas repletas de fantasías, aventuras, terror y ensoñaciones, por unos momentos, conseguimos alejarnos de esta cruda realidad en la que vivimos, cada vez más descarnada por desgracia, y se disfruta mucho más si lo hacemos bajo un cielo estrellado, iluminado por la luna y con una placentera brisa fresca si es posible, por favor.

Ana Fructuoso
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Fructuoso es Jefa de Sección (Reclamaciones y Recursos) en el área de Gestión Académica de la Universidad de Murcia, donde lleva trabajando 35 años.
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Fructuoso es Jefa de Sección (Reclamaciones y Recursos) en el área de Gestión Académica de la Universidad de Murcia, donde lleva trabajando 35 años.
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