La Fragua
El trabajo de herrero era de los principales, tanto para lo que se refería al campo, azadones, rejas, cabriolés, como para las casas del pueblo, rejas y balcones.
El taller de mi abuelo era grande. En el centro había un yunque y tenía tres oficiales. El mayor cogía el macho, que era un martillo que pesaba mucho, y los otros, dos más pequeños. A mí me gustaba mucho mirar cómo se compenetraban para dar los martillazos en el hierro candente: primero lo hacía el macho y mientras lo levantaba los otros daban el martillazo.
Era cuestión de segundos. El macho daba en el centro, el otro en una punta y el pequeño e la otra punta. Como el sonido era diferente resultaba una música agradable. Cuando el hierro se enfriaba lo volvían a meter en el carbón y le daban al fuelle que estaba en la pared enganchado con unas cadenas. El fuelle soplaba tan fuerte que al momento estaba hecho ascuas y así le daban la forma que querían.
Cuando tenían que hacer las llantas de las ruedas, salían a la calle con un compás muy grande y hacían una circunferencia. Sobre esa raya ponían piedras, tierra y un poco de yeso. Cuando habían dado la forma al hierro, con unas tijeras de cinco rayas, lo cogían entre tres y lo ponían en el redondel que habían hecho. Una vez bien sujeto con las piedras y la tierra le echaban agua para enfriarlo, después lo entregaban al refinador y allí lo terminaban hasta dejarlo listo para ponerlo en las ruedas.
El estañaor y paragüero
Es esta una profesión que hace muchos años estuvo de moda. Con relativa frecuencia veíamos caminar por nuestras calles la figura de un hombre que, incansablemente y en voz alta, iba pregonando su oficio de doble cometido.
Provisto de un soplete de gas y una barra de estaño, el profesional que nos ocupa anunciaba su labor a fin de que las amas de casa salieran con las ollas y cacerolas averiadas e inútiles para el servicio doméstico. Nuestro hombre aplicaba el estaño correspondiente, una vez disuelto por el efecto del gas en los agujeros de estos instrumentos de cocina. Y asunto concluido.
También y con experta maña, este profesional arreglaba en pocos minutos las varillas de los paraguas deteriorados, dejándolos en condiciones de poder ser usados por sus dueños los días de lluvia.
- Relatos del ayer.
- Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla/INSERSO.
- MU-34/1988.
- Tema: Profesiones.
- Páginas 33 y 41.
- Artículos recopilados por José Antonio Ortega.
Que educación más exquisita tiene este tipo del PP+VOX.
Ya no hay diferencia entre ellos una vez que la REME y su DERECHAZO ha dejado a Yecla en el lodazal político. Reme DIMISION.
Al «educado» de la extrema derecha le digo la frase que le dedicó LABORDETA a la bancada de la derecha en el Congreso… ¡¡A LA MIERDA!!.
La misma frase del cantautor de la CHUNTA ARAGONESA que le dijo a la derechona te la dedico en exclusiva.
Socio-facha, A LA MIERDA de Labordeta.
Copernicus: en frase de Fernando Fernán Gómez «váyase a la mierda».
Eran tiempos donde a las cosas (utensilios…) se les alargaba la vida útil. Lo mismo que antes cosían un calcetín, ahora es impensable, se tira y uno nuevo. He visto al estañador, reparar un cazo de esos que se utilizan para calentar cosas. Ahora igual, uno nuevo.
El resto de cosas lo mismo. Un paraguas, se rompe y se tira. Somos una «sociedad de tiraores», además son tan baratos. Una docena de calcetines vale apenas unos euros, bien es verdad que muchas cosas de estas son baratas porque provienen de multinacionales que operan en países donde la explotación laboral es colosal.
Cuando las materias primas escaseen lo mismo ya hemos llegado a otro planeta llenos de cosas que aquí nos encargamos de tirar, o no. Entonces será el momento de no tirar y más arreglar.
Para eso aún falta, o no.
El sociolisto es un facha pobre, o pobre facha del PP ó VOX que son lo mismo. El PP de la Reme reconvertido en extrema derecha. Quiero decir, que si no le gusta que no lo lea.
Sus comentarios tampoco gustan ni a los suyos, los de extrema derecha, ya que delata que esa «línea de pensamiento ultra» está reñida con la inteligencia y tampoco es necesario que esto se sepa.
Dos breves tonterías más de este pseudoescritor, pesado como el plomo.