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🐣 domingo 23 febrero 2025
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La empanadica del año

Os he contado algunos eventos que sucedieron antes o después de que el pueblo se echase al viento, pero casi no he hablado de personas concretas cuya historia ha entrado al folklore yeclano postvendaval. Esta es la historia de una de ellas.

La llamaban Tuki, aunque su verdadero nombre era Beatriz. Ella vivió la marcha del pueblo con la penica justa y adecuada, similar a la del resto, pero llegó la Semana Santa del año siguiente y descubrió que todos los yeclanos huérfanos con los que hablaba habían perdido las ganas y la ilusión por hacer empanadas. Ya no se reunían en familia para dedicar horas a amasar, cocinar relleno, rellenar y hornear, sino que se habían limitado a aceptar la hegemonía de las empanadas gallegas y argentinas, y las compraban en supermercados y tiendas especializadas.

Tuki se rebeló contra ellas y se propuso devolver a las empanadas yeclanas su antigua gloria. Lo que nadie sabía, y esto es algo que admitió no hace mucho en la revista Times tras ser elegida Persona del Año, es que lo hizo con la esperanza de que, al traer esta vieja costumbre y el olorcico a empanadas, el pueblo regresaría. Sobra decir que no funcionó.

Tuki tenía mente de tiburón empresarial, con una gran capacidad comercial, así que se dio cuenta pronto de que las empanadas necesitaban, como mínimo, un nuevo festivo que colonizar para hacerse famosas y regresar a las manos humanas y, sobre todo, a las yeclanas. Y esa palabra, la de colonizar, hizo que se le encendiese una bombilla: ¿y si introduzco las empanadas en el mercado estadounidense?, pensó. Si llevaron al poder a Trump, ¡pueden encumbrar cualquier cosa! 

Tuki diseñó una compleja estrategia de marketing apoyada por el equipo de El Periódico de Yecla, que ahora se llamaba El Periódico del Viento (y que secretamente albergaban las mismas esperanzas que ella). En esta maniobra comercial sin precedentes, las empanadas serían presentadas como las sustitutas del pavo del Día de Acción de Gracias estadounidense. Pero ¿cómo iban a aceptar los americanos algo tan radical?

¡Cambiaremos el atún por pavo!, dijo Tuki en una de aquellas inacabables sesiones de brainstorming.

No, no. Si cambiamos el atún, cambiaremos las empanadicas, argumentó uno de los consejeros.

Tuki tuvo que aceptar que tenía razón. Si iban a colonizar América de nuevo, tendría que ser con las mismas condiciones que hacía medio milenio: impondrían sus normas y creencias. Durante décadas, Estados Unidos había estado exportando su cultura gastronómica (si es que podía llamarse así) y de ocio al resto del mundo, así que: Tendrán que comerse las empanadas como me salga a mí del moño, argumentó (y contó más tarde en Times). Ese había sido el lema en español, pero lo habían maquillado un poco para los americanos y habían tirado de un clásico: Make The Empanadicas Great Again!

Dado que su hazaña le granjeó convertirse en la Persona del Año de la mencionada revista norteamericana, podéis adivinar que, desde hace cinco años, cada estadounidense (de los quinientos millones y pico), desde Minnesota hasta Nueva York, desde Arizona o California hasta Alaska, incluidos los hawaianos, los cubanos y los groendalenses, come empanadas de patata y de tomate en el Día de Acción de Gracias. 

Pero eso no es lo más importante de esta historia: Tuki se enfrentó a una importante disyuntiva: ¿se hacía rica exportándolas para que cada cuarto jueves de noviembre todos los estadounidenses tuvieran sus empanadas listas o universalizaba la receta y les dejaba a ellos la tarea? Cuenta en su entrevista que tomó la decisión mientras paseaba por la ahora aplanada Sierra de la Magdalena. Allí dio con un hombre joven que la saludó y que vestía ropa de inicios de siglo. Conversaron sobre la nostalgia y el tiempo, y el hombre dijo algo que se le quedó grabado: si nos pagasen por ser yeclanos, ¿dejaríamos de serlo?

Tuki regaló la receta al mundo y las redes sociales hicieron el resto. Ahora, mientras el atún enfrenta la extinción y no hay huevos suficientes para afrontar la creciente demanda, los pavos se han convertido en un problema medioambiental por su continua proliferación. Hay pavos hasta en la estepa, utilizados por los americanos para espiar puntos clave en terreno ruso. Pero, a problemas, ¡soluciones! Tuki ya había previsto ese problema y se adelantó, comentando en Times: «La vida siempre ha sido equilibrio: las gallinicas que entran por las que salen. Si funciona con las gallinas, funcionará con los pavos, así que mi equipo de marketing ya le está vendiendo el pavo relleno a los japoneses para celebrar el Año Nuevo».


Blog de Javier Muñoz Chumilla

Os he contado algunos eventos que sucedieron antes o después de que el pueblo se echase al viento, pero casi no he hablado de personas concretas cuya historia ha entrado al folklore yeclano postvendaval. Esta es la historia de una de ellas.

La llamaban Tuki, aunque su verdadero nombre era Beatriz. Ella vivió la marcha del pueblo con la penica justa y adecuada, similar a la del resto, pero llegó la Semana Santa del año siguiente y descubrió que todos los yeclanos huérfanos con los que hablaba habían perdido las ganas y la ilusión por hacer empanadas. Ya no se reunían en familia para dedicar horas a amasar, cocinar relleno, rellenar y hornear, sino que se habían limitado a aceptar la hegemonía de las empanadas gallegas y argentinas, y las compraban en supermercados y tiendas especializadas.

Tuki se rebeló contra ellas y se propuso devolver a las empanadas yeclanas su antigua gloria. Lo que nadie sabía, y esto es algo que admitió no hace mucho en la revista Times tras ser elegida Persona del Año, es que lo hizo con la esperanza de que, al traer esta vieja costumbre y el olorcico a empanadas, el pueblo regresaría. Sobra decir que no funcionó.

Tuki tenía mente de tiburón empresarial, con una gran capacidad comercial, así que se dio cuenta pronto de que las empanadas necesitaban, como mínimo, un nuevo festivo que colonizar para hacerse famosas y regresar a las manos humanas y, sobre todo, a las yeclanas. Y esa palabra, la de colonizar, hizo que se le encendiese una bombilla: ¿y si introduzco las empanadas en el mercado estadounidense?, pensó. Si llevaron al poder a Trump, ¡pueden encumbrar cualquier cosa! 

Tuki diseñó una compleja estrategia de marketing apoyada por el equipo de El Periódico de Yecla, que ahora se llamaba El Periódico del Viento (y que secretamente albergaban las mismas esperanzas que ella). En esta maniobra comercial sin precedentes, las empanadas serían presentadas como las sustitutas del pavo del Día de Acción de Gracias estadounidense. Pero ¿cómo iban a aceptar los americanos algo tan radical?

¡Cambiaremos el atún por pavo!, dijo Tuki en una de aquellas inacabables sesiones de brainstorming.

No, no. Si cambiamos el atún, cambiaremos las empanadicas, argumentó uno de los consejeros.

Tuki tuvo que aceptar que tenía razón. Si iban a colonizar América de nuevo, tendría que ser con las mismas condiciones que hacía medio milenio: impondrían sus normas y creencias. Durante décadas, Estados Unidos había estado exportando su cultura gastronómica (si es que podía llamarse así) y de ocio al resto del mundo, así que: Tendrán que comerse las empanadas como me salga a mí del moño, argumentó (y contó más tarde en Times). Ese había sido el lema en español, pero lo habían maquillado un poco para los americanos y habían tirado de un clásico: Make The Empanadicas Great Again!

Dado que su hazaña le granjeó convertirse en la Persona del Año de la mencionada revista norteamericana, podéis adivinar que, desde hace cinco años, cada estadounidense (de los quinientos millones y pico), desde Minnesota hasta Nueva York, desde Arizona o California hasta Alaska, incluidos los hawaianos, los cubanos y los groendalenses, come empanadas de patata y de tomate en el Día de Acción de Gracias. 

Pero eso no es lo más importante de esta historia: Tuki se enfrentó a una importante disyuntiva: ¿se hacía rica exportándolas para que cada cuarto jueves de noviembre todos los estadounidenses tuvieran sus empanadas listas o universalizaba la receta y les dejaba a ellos la tarea? Cuenta en su entrevista que tomó la decisión mientras paseaba por la ahora aplanada Sierra de la Magdalena. Allí dio con un hombre joven que la saludó y que vestía ropa de inicios de siglo. Conversaron sobre la nostalgia y el tiempo, y el hombre dijo algo que se le quedó grabado: si nos pagasen por ser yeclanos, ¿dejaríamos de serlo?

Tuki regaló la receta al mundo y las redes sociales hicieron el resto. Ahora, mientras el atún enfrenta la extinción y no hay huevos suficientes para afrontar la creciente demanda, los pavos se han convertido en un problema medioambiental por su continua proliferación. Hay pavos hasta en la estepa, utilizados por los americanos para espiar puntos clave en terreno ruso. Pero, a problemas, ¡soluciones! Tuki ya había previsto ese problema y se adelantó, comentando en Times: «La vida siempre ha sido equilibrio: las gallinicas que entran por las que salen. Si funciona con las gallinas, funcionará con los pavos, así que mi equipo de marketing ya le está vendiendo el pavo relleno a los japoneses para celebrar el Año Nuevo».


Blog de Javier Muñoz Chumilla

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1 COMENTARIO

  1. Empanadicasss, pataticasss, con la entonación adecuada, forma parte del habla murciano.
    De la huerta, los del centro menos.
    ¡La cocina determina la historia! Isabel de Farnesio tomó posición en favor del cardenal italiano Alberoni, conquistando su corazón, por su habilidad en darle el punto exacto a los macarrones.
    Aparte de otras virtudes, que no se detallan por estar en franja horaria de protección del público infantil.
    Los americanos del norte que nos dejaron fuera de las ayudas del Plan Marshall (especie de fondos europeos de ahora) nos enviaban leche en polvo (malísima) y quesos, estos ya de mejor calidad. Excedente de los yankees, pero a la dictadura con cartillas de racionamiento les venía bien.
    La cocina, la alimentación… también ha llegado a determinar las clases sociales. Antiguamente se tenía a bien estar gordo, era la prueba de ser de una «familia de bien».
    Mientras los de clase baja eran delgados.
    La iglesia también tuvo que lidiar con esto, ya que muchos monjes, frailes… estaban muy gordos (los mismo era por naturaleza) pero a los de andar por casa, como ahora se dice, esto no lo veían bien, lo veían como un privilegio.
    En cambio ahora hay obsesión por la delgadez. «Gente que se come unas lechugas, unos gajos de cebolla y desestima un solomillo pringoso y rico»
    Hoy las empanadillas se hacen de cualquier cosa, además de tomate, patatas, espinacas… Jumilla es un pueblo adelantado en hacer variedades de empanadas. Tengo que preguntar si hacen empanadas de gachasmigas.
    El «día de gracia» estadounidense que coman lo que quieran, un pavo, siete pavos… de momento le he puesto mi particular «arancel» intentando no comprar o lo menos posible, comida basura exportada por ellos, y cuantos productos sean de fabricación USA.
    Trump ha hecho desaparecer (ha volado) de la Casa Blanca el idioma español (castellano) nos pone más contribución militar (OTAN) y nos impide exportar vino, aceite…
    Como la avaricia infinita del Imperialismo USA, con Trump en la Casa Blanca, nos dejarán en lo económico en los huesos, más pronto que tarde nos dirán que los gusanos tienen proteínas.
    En Argentina el (estafador) Milei ya lo ha puesto en práctica. Y se lo comen, se lo… no hay otra cosa que se pueda comprar.
    No terminé de podar las oliveras, voy volando…

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