Me pregunto si las mujeres y los hombres se paran a pensar sus palabras.
Gente calificando a hombres de HDP, ustedes entienden estas siglas.
Mujeres insultando a otros hombres y a otras mujeres con el consabido HDP. Unos y otros, bien a voz en grito o bien con eufemismos. Insultándose entre sí sin rubor ni mesura.
Pero esos hombres y esas mujeres, unos y otras, todos tienen una madre, y se las insulta a ellas, a esas mujeres, que además son madres.
No me vale la cantinela de que es una expresión acuñada y que no se refiere a nadie, sino al propio insultado. Por supuesto que se refiere a alguien, y que casualidad que el insulto tenga género, que sea mujer.
El lenguaje hablado, una vez más, es testigo del machismo que destilamos unos y otros. Porque insultar es un acto del habla, con el objetivo de ofender, y en este caso la ofensa es para una mujer. Violencia verbal.
Y lo cantan a voces jóvenes, cuyas madres seguramente viven y todavía son, a su vez, jóvenes. Pero aún entiendo menos que gente que está en las fiestas de su pueblo se ponga a vociferar insultos a uno o varios políticos. Una se pregunta qué clase de festejo es ese.
O es que los jóvenes ya no bailan, ni ligan, ni disfrutan de las fiestas locales tal como se entienden en el ideario común. A lo mejor es que alguien les anima a que eso de disfrutar las fiestas como tal ya no se lleva y es una antigualla, y ahora lo moderno es hacer coro insultando, como siempre, a las mujeres. Para variar.