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lunes, diciembre 1, 2025 🍂 🎺
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La prevención de riesgos empieza al volante

En España, miles de personas utilizan coger a diraio el volante de su coche, la furgoneta o el camión como parte de su jornada laboral. Para transportistas, comerciales, técnicos de mantenimiento o sanitarios, la carretera es literalmente su “oficina”. Sin embargo, no siempre se percibe la conducción como un riesgo laboral más, al mismo nivel que una máquina industrial o un andamio. Por eso, integrar la seguridad vial en la prevención de riesgos laborales es clave para reducir accidentes, bajas y situaciones de estrés que afectan tanto a las personas como a las empresas.

Los expertos señalan que la formación específica, como los cursos de conduccion segura y eficiente, ayuda a tomar conciencia de esos peligros y a adquirir hábitos de conducción que pueden marcar la diferencia en el día a día.

Principales riesgos al conducir por carretera

El primer gran riesgo en la carretera es el factor humano. La prisa por llegar a la siguiente cita, el uso del móvil para atender llamadas o mensajes, la fatiga acumulada tras muchas horas al volante o el estrés propio del trabajo aumentan la probabilidad de cometer errores. Bastan unos segundos de distracción para no ver un frenazo repentino, un peatón en un paso de cebra o un cambio de carril inesperado.

Otro riesgo frecuente es la fatiga, especialmente en trayectos largos o en profesionales que encadenan muchas horas de conducción. La somnolencia reduce los reflejos, altera la percepción de distancias y puede provocar microsueños que pasan desapercibidos para el propio conductor. Este problema se agrava en horarios de madrugada, turnos partidos o trabajos que implican esfuerzo físico previo.

Las condiciones de la vía y del entorno también juegan un papel importante. Carreteras secundarias con intersecciones peligrosas, señalización deficiente, obras mal indicadas, tráfico denso o condiciones meteorológicas adversas (lluvia, niebla, hielo) incrementan el riesgo, sobre todo si el conductor no adapta su velocidad.

El estado del vehículo es otro factor que no debe subestimarse. Neumáticos desgastados, frenos en mal estado, luces que no funcionan correctamente o una carga mal sujeta pueden convertir una maniobra rutinaria en una situación de emergencia. En el entorno laboral, donde el vehículo suele ser compartido por varias personas, es fácil que nadie se sienta “responsable” de revisar estos detalles.

Por último, la presión por cumplir horarios y objetivos comerciales o logísticos. Esto lleva, en algunos casos, a exceder los límites de velocidad, reducir las pausas de descanso o asumir adelantamientos arriesgados. Esta cultura de la urgencia es incompatible con una política real de prevención de riesgos laborales en la carretera.

Medidas y estrategias para prevenir accidentes

La primera medida es reconocer formalmente la conducción como un riesgo laboral y planificarla como tal. Esto implica que la empresa incluya en su evaluación de riesgos los desplazamientos que realizan sus trabajadores, tanto en horario laboral como los conocidos “in itinere” (de casa al trabajo y viceversa). Y que se defina protocolos claros: rutas recomendadas, tiempos máximos de conducción, pausas obligatorias y alternativas en caso de condiciones meteorológicas adversas.

La formación continua es otro pilar fundamental. Más allá del examen de conducir, que muchos sacaron hace años, los profesionales se benefician de programas específicos en seguridad vial. En este sentido, los cursos de conduccion segura y eficiente permiten actualizar conocimientos, practicar maniobras de emergencia, mejorar la anticipación ante riesgos y aprender técnicas de conducción que reducen el consumo de combustible y el desgaste del vehículo, lo que también tiene impacto económico y medioambiental.

A nivel organizativo, es esencial evitar la cultura del “llegar como sea” cuano coges un volante. Planificar rutas y horarios realistas, respetar los tiempos de descanso. Y también es importante no vincular las primas o incentivos exclusivamente al número de visitas o entregas ayuda a reducir la presión sobre los conductores. Un trabajador que sabe que no será penalizado por parar 15 minutos a descansar conducirá con más serenidad y seguridad.

La tecnología también puede ser una aliada: sistemas de manos libres bien instalados, aplicaciones que bloquean notificaciones mientras se conduce, dispositivos de ayuda a la conducción (aviso de cambio de carril, frenada de emergencia, control de fatiga) o plataformas que permiten organizar rutas evitando tramos peligrosos. Eso sí, estas herramientas deben complementarse siempre con formación y sentido común.

Por último, la cultura preventiva al volante debe ser compartida. Informar a la plantilla, recoger sus propuestas, investigar cada incidente de tráfico con la misma seriedad que cualquier otro accidente laboral. También reconocer las buenas prácticas de conducción crean un entorno en el que la carretera se entiende como lo que es: un espacio de trabajo que exige respeto, planificación y responsabilidad. Solo así la prevención de riesgos laborales en la carretera dejará de ser un papel en la carpeta para convertirse en un hábito diario.

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Redactores de elperiodicodeyecla.com escriben con este nombre de autor para otra serie de artículos.

En España, miles de personas utilizan coger a diraio el volante de su coche, la furgoneta o el camión como parte de su jornada laboral. Para transportistas, comerciales, técnicos de mantenimiento o sanitarios, la carretera es literalmente su “oficina”. Sin embargo, no siempre se percibe la conducción como un riesgo laboral más, al mismo nivel que una máquina industrial o un andamio. Por eso, integrar la seguridad vial en la prevención de riesgos laborales es clave para reducir accidentes, bajas y situaciones de estrés que afectan tanto a las personas como a las empresas.

Los expertos señalan que la formación específica, como los cursos de conduccion segura y eficiente, ayuda a tomar conciencia de esos peligros y a adquirir hábitos de conducción que pueden marcar la diferencia en el día a día.

Principales riesgos al conducir por carretera

El primer gran riesgo en la carretera es el factor humano. La prisa por llegar a la siguiente cita, el uso del móvil para atender llamadas o mensajes, la fatiga acumulada tras muchas horas al volante o el estrés propio del trabajo aumentan la probabilidad de cometer errores. Bastan unos segundos de distracción para no ver un frenazo repentino, un peatón en un paso de cebra o un cambio de carril inesperado.

Otro riesgo frecuente es la fatiga, especialmente en trayectos largos o en profesionales que encadenan muchas horas de conducción. La somnolencia reduce los reflejos, altera la percepción de distancias y puede provocar microsueños que pasan desapercibidos para el propio conductor. Este problema se agrava en horarios de madrugada, turnos partidos o trabajos que implican esfuerzo físico previo.

Las condiciones de la vía y del entorno también juegan un papel importante. Carreteras secundarias con intersecciones peligrosas, señalización deficiente, obras mal indicadas, tráfico denso o condiciones meteorológicas adversas (lluvia, niebla, hielo) incrementan el riesgo, sobre todo si el conductor no adapta su velocidad.

El estado del vehículo es otro factor que no debe subestimarse. Neumáticos desgastados, frenos en mal estado, luces que no funcionan correctamente o una carga mal sujeta pueden convertir una maniobra rutinaria en una situación de emergencia. En el entorno laboral, donde el vehículo suele ser compartido por varias personas, es fácil que nadie se sienta “responsable” de revisar estos detalles.

Por último, la presión por cumplir horarios y objetivos comerciales o logísticos. Esto lleva, en algunos casos, a exceder los límites de velocidad, reducir las pausas de descanso o asumir adelantamientos arriesgados. Esta cultura de la urgencia es incompatible con una política real de prevención de riesgos laborales en la carretera.

Medidas y estrategias para prevenir accidentes

La primera medida es reconocer formalmente la conducción como un riesgo laboral y planificarla como tal. Esto implica que la empresa incluya en su evaluación de riesgos los desplazamientos que realizan sus trabajadores, tanto en horario laboral como los conocidos “in itinere” (de casa al trabajo y viceversa). Y que se defina protocolos claros: rutas recomendadas, tiempos máximos de conducción, pausas obligatorias y alternativas en caso de condiciones meteorológicas adversas.

La formación continua es otro pilar fundamental. Más allá del examen de conducir, que muchos sacaron hace años, los profesionales se benefician de programas específicos en seguridad vial. En este sentido, los cursos de conduccion segura y eficiente permiten actualizar conocimientos, practicar maniobras de emergencia, mejorar la anticipación ante riesgos y aprender técnicas de conducción que reducen el consumo de combustible y el desgaste del vehículo, lo que también tiene impacto económico y medioambiental.

A nivel organizativo, es esencial evitar la cultura del “llegar como sea” cuano coges un volante. Planificar rutas y horarios realistas, respetar los tiempos de descanso. Y también es importante no vincular las primas o incentivos exclusivamente al número de visitas o entregas ayuda a reducir la presión sobre los conductores. Un trabajador que sabe que no será penalizado por parar 15 minutos a descansar conducirá con más serenidad y seguridad.

La tecnología también puede ser una aliada: sistemas de manos libres bien instalados, aplicaciones que bloquean notificaciones mientras se conduce, dispositivos de ayuda a la conducción (aviso de cambio de carril, frenada de emergencia, control de fatiga) o plataformas que permiten organizar rutas evitando tramos peligrosos. Eso sí, estas herramientas deben complementarse siempre con formación y sentido común.

Por último, la cultura preventiva al volante debe ser compartida. Informar a la plantilla, recoger sus propuestas, investigar cada incidente de tráfico con la misma seriedad que cualquier otro accidente laboral. También reconocer las buenas prácticas de conducción crean un entorno en el que la carretera se entiende como lo que es: un espacio de trabajo que exige respeto, planificación y responsabilidad. Solo así la prevención de riesgos laborales en la carretera dejará de ser un papel en la carpeta para convertirse en un hábito diario.

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