Este verano sentí una sensación extraña y una tristeza que tiene difícil explicación. Quienes conocimos a la persona de la cual les quiero hablar, sabemos que sus pensamientos eran positivos, porque a los grandes males siempre intentó buscar remedio y nunca se rindió.
Una persona de mediana edad, casada y con dos hijas. Con un trabajo estable, la mayoría de veces buscando caminos fuera de su pueblo, lugares donde había faena.
Durante muchos años dedicó gran parte de su tiempo a ayudar a los demás. Fue un pilar donde apoyarse para muchas personas y un espejo en el cual otras muchas se vieron reflejadas ante una problemática común. Ayudó a muchísima gente abordando la realidad de las adicciones. Unas salieron y otras continúan intentándolo. Como propia rehabilitación y agradecimiento a quienes en su día le ayudaron se comprometió y continuó bastantes años mentalizando a los demás.
No le gustaban los paños calientes y más de uno frunció el ceño como dicen los literatos. A la gente le hablaba muy claro, diciéndole que para afrontar el problema, lo primero era reconocer que tenía una enfermedad, y a partir de ahí, debería pasar página y empezar de nuevo, siendo el mejor método dejar de consumir aquello que le había arrastrado casi hasta el infierno, alcohol, drogas o juego.
Se aprende cuando se transmite ejemplo. Por eso siempre trató de hacer entender a quien verdaderamente quería rehabilitarse que el camino sería largo, y tendría que aprender a no mentir, no engañarse a sí mismo ni a los demás, como pautas fundamentales para llevar a cabo la recuperación y hacer las cosas de un modo distinto. Con su voluntariedad constante nunca arrojó la toalla, aun estando ya muy desgastada.
Esta era buena parte de la dedicación de esta persona, hasta que hace dos meses, tuve una noticia tremenda, esta persona, lamentablemente, puso fin a su vida.
En esta vida en que el destino nos hurta de tantas cosas, el suicidio sigue siendo un tema tabú. Hablar de este terrible fenómeno parece que ya de por sí provoque vértigo. Siendo muy cuidadoso sobre el tema, todavía es un verdadero reto atreverse a hablar de ello, y lo digo como todo con mi opinión personal. Por eso me rompo los sesos pensando por qué esta persona hizo eso.
De sobra son conocidas las dramáticas cifras de quienes se apean de manera voluntaria de la vida. Por mucho que intente ponerme en la situación de su familia, es imposible valorar y situarse en el lugar de ellos. Con una angustia tremenda, creo que a medida que pasan los días, también avanzan las interrogantes y ante el dolor por la pérdida, posiblemente se entremezclan la aceptación, la resignación y el duelo.
Aquellos que se quedan, se quedan con las preguntas y sin las respuestas. Imposible entender cómo vivirán su duelo y quienes lo sufren, durante cuánto tiempo. Esta vida gravita sobre cada uno de nosotros, y cada uno encerramos tanto dentro que desconocemos puntos de nosotros mismos y no sabemos qué.
Qué pudo pasar por tu cabeza, trabajando a 500 km., de tu casa, para este fatídico final. Por qué lo hiciste. Por qué decidiste que no querías vivir más y en un momento te apartaste del resto de tus compañeros para acabar con tu vida. Eras un referente, eras muy natural. Ayudar a los demás a recuperase te servía de estímulo y refuerzo. Si tú lo habías hecho, otros también podían hacerlo. Sacaste del pozo a mucha gente que había tocado fondo y estaba muy mal, porque un día supiste que no podían vivir así.
Ahora, has dejado de estar en contacto con la tierra, ya nunca tendremos noticias tuyas. Te llevas lo que llevas dentro y dejas el vacío, con esa tristeza que me invade hasta tu silencio ahora, siempre recordaré tu buen humor, predisposición y coraje.
Artículos de José Antonio Ortega
El ser humano es muy complejo, lo mismo que se enferma de cualquier cosa también lo puede hacer la mente. Más, si se lleva una vida desordenada. Se puede adquirir algún trastorno que impida ver la salida a los problemas. A veces, no es el caso de este relato, por cosas no transcendentes.
No creo que alguien que esté bien pueda llegar a poner fin a sus días porque sí. Debe haber muchas cosas acumuladas que hagan perder, en un momento dado, la razón.
Cosas diferentes son enfermedades que imposibilitan, con una calidad de vida insoportable, sin cura posible y con grandes sufrimientos… que digan hasta aquí hemos llegado.
La vida es de uno, pero también cuenta la familia, amigos… Es un bien a conservar. Para unos procede de un dios, para otros de la naturaleza…
Todos estamos a favor de la vida, aunque se viva desde la pobreza, por eso nos entristece ver las noticias de las cifras de miles de inmigrantes ahogados cada año en el Mar Mediterráneo por haber naufragado su patera. ¡Miles de personas!
Y miles de personas en esta Región sufrirán de ludopatía llevando al desastre a familias enteras.
Murcia cuenta con más salones de juego por habitantes que el resto de Regiones.
Juego, alcohol, drogas… llevará a trastornos mentales, a desastres, entre ellos, ver que «no hay salida» más que poniendo punto y final.
«La vida si importa, no solo es propiedad personal» De ahí que José Antonio se pregunte: porqué lo hiciste? Si te queríamos y eras buena gente.
Que cada uno haga con su vida lo que quiera, no debería ser un tema tabú, debería de estar normalizado. Cada uno es dueño de sus días para hacer y decidir.