A principios de mayo de 2011, de repente mi mujer notó unos fuertes dolores en el abdomen. Acudimos a urgencias del Hospital Virgen del Castillo y tras las analíticas, radiografías y diagnóstico le dieron de alta. No parecía un asunto de importancia, el dolor con la medicación se alivió bastante. Al cabo de cuatro o cinco días se repitieron los dolores, otra vez a urgencias, no detectaron nada grave, le ajustaron la medicación y a casa.
El próximo martes se cumplen diez años del terremoto de Lorca. Una fatídica tarde en que la tierra retumbó en la Ciudad del Sol.
También ese 11 de mayo, por tercera vez volvió a reaparecer el dolor abdominal, esta vez de manera más intensa, por lo que en esta ocasión fue ingresada. A los tres días fuimos en ambulancia a Cieza para realizarle una resonancia, a la vuelta, los médicos ya conocían el resultado, se apreciaba un pequeño tumor cerca del páncreas.
En vista de la situación se iniciaron los trámites para su ingreso en el Hospital Virgen de la Arrixaca. Transcurrió una semana sin llamarnos de Murcia, los motivos expuestos eran la falta de camas a consecuencia del terremoto por la llegada de heridos accidentados a Murcia, y mi mujer mientras tanto aguantando el dolor a base de morfina.
Tras diversas gestiones insistiendo mucho, el 24 de mayo, llegábamos a la entrada de urgencias de nuestro hospital de referencia en ambulancia con el gotero puesto y acompañados de un enfermero.
Tercera planta derecha, Cirugía. Después de pruebas y exploraciones de todo tipo durante unos días, y pasar por la unidad del dolor, para apaciguar el dolor, lo que parecía un cáncer de Páncreas -a punto de ser operado- fue visualizado como un linfoma.
Nos trasladaron a la planta quinta destinada a Oncología, y a partir de ahí, todo cambió para bien. Tres sesiones de una quimio conectada a una bomba, con reacciones muy duras en el periodo de estancia de mes y medio de ingreso hospitalario, tres sesiones más yendo desde Yecla -sin autovía-, y dos fases de refuerzo, aparte del ciclo de radioterapia, sirvieron para “despejar” de momento aquel linfoma. Después de ir la peluquera a la habitación, atrás quedaron las defensas bajas, los suplementos de batidos, la cabeza calva, los gorros y los pañuelos.
Tras diez años de revisiones y demasiada incertidumbre, al principio cada tres meses, después cada seis, y en los últimos cinco con un seguimiento cada año, los que se conocen como supervivientes son reflejo de una realidad que durante un tiempo se convirtió en nuestro propio entorno.
Por eso quería contarles esta historia, titulada el terremoto de Lorca, para recordar aquellos días. Aquellos días donde muchos de ustedes recordarán que nuestra cabalgata de San Isidro se aplazó una semana porque no había ánimo festero y nos solidarizamos con nuestros amigos lorquinos. Una fecha de desolación para quienes perdieron la vida entre escombros y cascotes, con una brusca diversidad de factores que afectó a toda nuestra región y por consiguiente a España.
Sirva esta mezcla de temas para dar mi apoyo a todos los enfermos de cáncer y familiares, cada uno con su testimonio retratará una historia donde recogerá su experiencia.
Agradezco al equipo de cirugía que detectó lo que tenía, y sin llegar a operarla, la derivaron a oncología. A todos y cada uno de ellos por supuesto y enorme dedicación y trabajo.
Necesitaba contar esto sobre todo por el momento que estamos viviendo, en este camino de espinas donde hay gente que no acaba el trayecto. Me acuerdo de algunas personas muy a menudo, creo que hay razones suficientes para decir que tuvimos suerte, y por tanto de estar satisfechos.
Entre lágrimas no derramadas y otras que posiblemente sí se vieron. Quiero dar las gracias a mi suegra allí donde esté por sus oraciones mientras estuvo, apretando con fuerza su rosario, haciéndolo además con la esperanza, la ilusión y las ganas de vivir que necesitan aparte del tratamiento, los pacientes que sufren esta terrible enfermedad.