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🐣 viernes 21 febrero 2025
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Un paseo por la Luna

Mientras escribo, una luna llena enorme, blanca y reluciente, viene a saludar dentro del cuadrante del patio de luces que vislumbro desde la ventana. Me embeleso con su majestuosidad, con su omnipresencia eterna, y me estremezco al pensar que esa misma luna ha estado ahí, asomada a nuestro cielo, contemplándonos como vigilante incansable durante milenios, desde que se formó el sistema solar; en ocasiones así de plena, en otras solo en parte, o desde la silenciosa oscuridad. En la noche de los tiempos ya estaba ahí, contemplando el inicio de la vida en el planeta, mientras los dinosaurios vagaban por los valles, y cuando los neandertales y sapiens acertaron a encender fuego en las cavernas para alumbrarse y calentarse en los duros tiempos de glaciación.

Fue el 20 de julio de 1969, lo recuerdo bien. Mis contemporáneos y yo éramos aún niños. Hacía caligrafía en uno de aquellos cuadernos verdes de prácticas Rubio, mientras la televisión, en blanco y negro, retransmitía la emocionante llegada del ser humano a la Luna. Quizás, en aquel momento, no llegué a percibir del todo la importancia de aquel asombroso acontecimiento, pero por la expectación despertada a mi alrededor, estaba claro que era algo de dimensiones extraordinarias. Fue como si se tratara de un sueño hecho realidad, como si el relato de Julio Verne, que era solo eso, una ficción, estuviera ocurriendo de verdad.

¿Y si se trataba solo de otro experimento, esta vez televisado, como aquella transmisión radiofónica de Orson Welles que logró aterrorizar a los oyentes con la disparatada ocurrencia de La guerra de los mundos dos décadas antes, cuando todo el mundo creyó que los alienígenas estaban invadiendo nuestro planeta?

No, en esta ocasión no se trataba de un engaño, por mucho que los negacionistas, esa nueva legión de incrédulos que se expande como una plaga, quieran convencernos de lo contrario. Fíjense, una encuesta reciente revela que solo el 52% de los encuestados no tiene duda de que los humanos hemos llegado a la Luna, un 32%, aunque no lo niega, plantea interrogantes.

Creo que está bien hacerse preguntas, indagar, buscar información fidedigna, no dejarnos llevar por la charlatanería que inunda las redes sociales con todo aquello de lo que dudamos o no entendemos. Pues bien, el resto, un 16%, lo niega. No parecen muchos en porcentaje, pero si se cuentan en número en relación con los millones de personas que poblamos la Tierra, es una cantidad enorme, y estoy convencida de que, lamentablemente, esta cifra de negacionistas va creciendo inexorablemente minuto a minuto.

Una mentira así no habría podido ocultarse tantos años. La creencia de que los alienígenas estaban invadiéndonos solo duró unas horas, hasta que finalizó la emisión del programa de radio.

Una de las razones que los negacionistas esgrimen con frecuencia en favor de su teoría plantea por qué no se volvió a pisar la Luna si ya se conocía la forma de hacerlo. Pero este argumento es completamente falso. Es cierto que la llegada del Apolo 11 a la Luna con los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins en su interior, tras años de carrera espacial en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, fue la única retransmitida al mundo entero por televisión, quizás por ser la primera y, seguramente también, por la propaganda política que suponía adquirir ventaja en la contienda de la carrera espacial.

Pero después de este primer alunizaje tripulado por humanos hubo seis más, todos de la agencia espacial de Estados Unidos, llevando a otros doce astronautas a pisar la superficie lunar. El programa Apolo continuó hasta 1972. Tras la repetida recogida de muestras de rocas y polvo lunar, la carrera espacial empezó a mirar hacia otros lugares del sistema solar e incluso más allá.

Pero la Luna parece volver a estar de moda en la actualidad. El magnate Elon Musk ha anunciado la intención de su compañía de construir su propia base espacial en la Luna, un proyecto denominado Moonbase Alpha, que pretende explorar y desarrollar negocios en su superficie.

El pasado 15 de enero, sin ir más lejos, SpaceX, empresa aeroespacial de su propiedad, lanzó dos módulos de aterrizaje lunar en una misión conjunta para reducir costes. Ambos despegaron en un cohete Falcon 9, separándose una hora después del lanzamiento, tal como estaba programado. Tomarán rutas independientes hacia la Luna, en viajes que durarán varios meses. Habrá que esperar resultados.

La Moonbase Alpha se convertiría en un nodo vital para las operaciones espaciales de SpaceX, sirviendo como punto de partida y llegada en las misiones lunares. Pero la visión de Musk va más allá de la Luna y se enfoca en la colonización de Marte y en convertir a la humanidad terrestre en una especie multiplanetaria.

Es una cuestión de supervivencia a largo plazo para asegurar la continuidad de la vida humana en caso de desastre en la Tierra, algo que no deja de ser inquietante si reparamos en que estos nuevos poderosos —Trump, Musk, Zuckerberg y otros magnates que dicen no creer, por ejemplo, en el cambio climático y sus nefastas consecuencias para nuestro planeta— están pensando en cómo escapar de aquí en caso de que el desastre alcance dimensiones irreparables. ¿No nos estarán mintiendo?

De momento, es preferible seguir pensando en la Luna a pequeña escala, al margen de los macroproyectos que la acechan, y quedarnos con su bella y misteriosa imagen, compañera entrañable que nos seduce e ilumina en la oscuridad.

Posiblemente, mientras estas reflexiones llegan hasta el periódico y algún lector las encuentra de interés, nuestra Luna ya habrá menguado e, incluso, se habrá ocultado en nuestro cielo nocturno. De ser así, solo nos resta esperar hasta la próxima luna llena. Al menos tenemos la certeza de que siempre regresará.


Blog de Ana Fructuoso

Ana Fructuoso
Ana Fructuoso
Fructuoso es Jefa de Sección (Reclamaciones y Recursos) en el área de Gestión Académica de la Universidad de Murcia, donde lleva trabajando 35 años.

Mientras escribo, una luna llena enorme, blanca y reluciente, viene a saludar dentro del cuadrante del patio de luces que vislumbro desde la ventana. Me embeleso con su majestuosidad, con su omnipresencia eterna, y me estremezco al pensar que esa misma luna ha estado ahí, asomada a nuestro cielo, contemplándonos como vigilante incansable durante milenios, desde que se formó el sistema solar; en ocasiones así de plena, en otras solo en parte, o desde la silenciosa oscuridad. En la noche de los tiempos ya estaba ahí, contemplando el inicio de la vida en el planeta, mientras los dinosaurios vagaban por los valles, y cuando los neandertales y sapiens acertaron a encender fuego en las cavernas para alumbrarse y calentarse en los duros tiempos de glaciación.

Fue el 20 de julio de 1969, lo recuerdo bien. Mis contemporáneos y yo éramos aún niños. Hacía caligrafía en uno de aquellos cuadernos verdes de prácticas Rubio, mientras la televisión, en blanco y negro, retransmitía la emocionante llegada del ser humano a la Luna. Quizás, en aquel momento, no llegué a percibir del todo la importancia de aquel asombroso acontecimiento, pero por la expectación despertada a mi alrededor, estaba claro que era algo de dimensiones extraordinarias. Fue como si se tratara de un sueño hecho realidad, como si el relato de Julio Verne, que era solo eso, una ficción, estuviera ocurriendo de verdad.

¿Y si se trataba solo de otro experimento, esta vez televisado, como aquella transmisión radiofónica de Orson Welles que logró aterrorizar a los oyentes con la disparatada ocurrencia de La guerra de los mundos dos décadas antes, cuando todo el mundo creyó que los alienígenas estaban invadiendo nuestro planeta?

No, en esta ocasión no se trataba de un engaño, por mucho que los negacionistas, esa nueva legión de incrédulos que se expande como una plaga, quieran convencernos de lo contrario. Fíjense, una encuesta reciente revela que solo el 52% de los encuestados no tiene duda de que los humanos hemos llegado a la Luna, un 32%, aunque no lo niega, plantea interrogantes.

Creo que está bien hacerse preguntas, indagar, buscar información fidedigna, no dejarnos llevar por la charlatanería que inunda las redes sociales con todo aquello de lo que dudamos o no entendemos. Pues bien, el resto, un 16%, lo niega. No parecen muchos en porcentaje, pero si se cuentan en número en relación con los millones de personas que poblamos la Tierra, es una cantidad enorme, y estoy convencida de que, lamentablemente, esta cifra de negacionistas va creciendo inexorablemente minuto a minuto.

Una mentira así no habría podido ocultarse tantos años. La creencia de que los alienígenas estaban invadiéndonos solo duró unas horas, hasta que finalizó la emisión del programa de radio.

Una de las razones que los negacionistas esgrimen con frecuencia en favor de su teoría plantea por qué no se volvió a pisar la Luna si ya se conocía la forma de hacerlo. Pero este argumento es completamente falso. Es cierto que la llegada del Apolo 11 a la Luna con los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins en su interior, tras años de carrera espacial en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, fue la única retransmitida al mundo entero por televisión, quizás por ser la primera y, seguramente también, por la propaganda política que suponía adquirir ventaja en la contienda de la carrera espacial.

Pero después de este primer alunizaje tripulado por humanos hubo seis más, todos de la agencia espacial de Estados Unidos, llevando a otros doce astronautas a pisar la superficie lunar. El programa Apolo continuó hasta 1972. Tras la repetida recogida de muestras de rocas y polvo lunar, la carrera espacial empezó a mirar hacia otros lugares del sistema solar e incluso más allá.

Pero la Luna parece volver a estar de moda en la actualidad. El magnate Elon Musk ha anunciado la intención de su compañía de construir su propia base espacial en la Luna, un proyecto denominado Moonbase Alpha, que pretende explorar y desarrollar negocios en su superficie.

El pasado 15 de enero, sin ir más lejos, SpaceX, empresa aeroespacial de su propiedad, lanzó dos módulos de aterrizaje lunar en una misión conjunta para reducir costes. Ambos despegaron en un cohete Falcon 9, separándose una hora después del lanzamiento, tal como estaba programado. Tomarán rutas independientes hacia la Luna, en viajes que durarán varios meses. Habrá que esperar resultados.

La Moonbase Alpha se convertiría en un nodo vital para las operaciones espaciales de SpaceX, sirviendo como punto de partida y llegada en las misiones lunares. Pero la visión de Musk va más allá de la Luna y se enfoca en la colonización de Marte y en convertir a la humanidad terrestre en una especie multiplanetaria.

Es una cuestión de supervivencia a largo plazo para asegurar la continuidad de la vida humana en caso de desastre en la Tierra, algo que no deja de ser inquietante si reparamos en que estos nuevos poderosos —Trump, Musk, Zuckerberg y otros magnates que dicen no creer, por ejemplo, en el cambio climático y sus nefastas consecuencias para nuestro planeta— están pensando en cómo escapar de aquí en caso de que el desastre alcance dimensiones irreparables. ¿No nos estarán mintiendo?

De momento, es preferible seguir pensando en la Luna a pequeña escala, al margen de los macroproyectos que la acechan, y quedarnos con su bella y misteriosa imagen, compañera entrañable que nos seduce e ilumina en la oscuridad.

Posiblemente, mientras estas reflexiones llegan hasta el periódico y algún lector las encuentra de interés, nuestra Luna ya habrá menguado e, incluso, se habrá ocultado en nuestro cielo nocturno. De ser así, solo nos resta esperar hasta la próxima luna llena. Al menos tenemos la certeza de que siempre regresará.


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Ana Fructuoso
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Fructuoso es Jefa de Sección (Reclamaciones y Recursos) en el área de Gestión Académica de la Universidad de Murcia, donde lleva trabajando 35 años.
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1 COMENTARIO

  1. Cuantas veces me ha contado mi tío lo de llegar a la luna. Dice que le pilló en Alicante de vacaciones, en la playa al día siguiente no se hablaba de otra cosa. ¡Los americanos en la luna!
    De los cohetes de los rusos no se decía nada. En ese tiempo lo que decían por la TV nadie lo ponía en cuestión. Tampoco estaba Miguel Bosé. No se conocían los negacionistas, todo el mundo daba por bueno el haber llegado a la luna.
    En 1969 España había «ensayado» el negocio de exportar pobres e importar ricos, crecían las inversiones extranjeras aprovechando salarios bajos (como ahora), las huelgas estaban prohibidas.
    Del subdesarrollo pasamos al consumismo, del paro al pluriempleo, otros hacían las maletas para irse a la ciudad que se «vivía mejor».
    Y el turismo empezaba a invadirnos, como ahora, seis, ocho… millones de turistas, ligeros de ropa, en biquini, menos en Yecla.
    En ese contexto se dio el aterrizaje en la luna. Hoy es distinto. Los billonarios del mundo, su idea de ir a otros planetas es porque saben que las materias primas en este son finitas.
    Hay poco litio y otros minerales estratégicos para seguir fabricando móviles, coches eléctricos con batería…
    Si lo encuentran en la Luna, Marte o cualquier otro sitio, el Elon Musk, Trump y toda esa camarilla, dominan el mundo.
    El ingenioso Elon y su colega Trump, pueden estar pensando que el negocio no está en la luna, está en la tierra. En la Franja de Gaza hacer un especie de Las Vegas, buen clima, buenas playas, terreno barato… Buen negocio, solo les sobran los palestinos. Solucionado, a la luna.

    Termino con un «mea culpa» (admitir un error), fui negacionista. ¿De las vacunas, de las mascarillas, del covid… NO. Fui negacionista de las avionetas, estos no quieren ir a la luna solo que no llueva.
    Pensaba que era una explicación absurda, lo de espantar las nubes. Corregido el error.
    Espera, o lo mismo no, el no llover puede deberse al «cambio climático»?
    Esperemos que en la luna, marte…haya agua.
    Al menos que no se carguen el romanticismo lunar. Con la luna llena dicen que sale el hombre lobo.
    Suponiendo que este sea Trump, ya nos sale hasta en la sopa.

Ana Fructuoso
Ana Fructuoso
Fructuoso es Jefa de Sección (Reclamaciones y Recursos) en el área de Gestión Académica de la Universidad de Murcia, donde lleva trabajando 35 años.
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