El peligro casi siempre está al acecho, a veces lo hace escondido en un reposo silencioso.
Hace unas semanas llegó a mis manos está pequeña guía titulada “Sin ti no soy nada”, una publicación dirigida a las mujeres sobre la violencia de género. En este de momento “indefinido” periodo de confinamiento, me acuerdo de esas mujeres anónimas que habitan en el mismo lugar, posiblemente en un ambiente de tensión con su pareja.
Si de por sí la convivencia no es fácil, quienes sufren esa situación, seguramente se encontrarán en un estado permanente de calma tensa. Imagino que estas situaciones de riesgo mantienen el seguimiento de los estamentos sociales y de las fuerzas del orden correspondiente. Atrapados en la metástasis de este maldito virus que de alguna manera, a todos nos va a cambiar la vida, las personas con este riesgo, siguen necesitando protección y ante las conductas de maltrato, nunca se puede bajar la guardia.
Sabemos que la violencia de género “no está relacionada con el nivel económico, la formación, la religión o el país de origen. Solo tiene un denominador común: la ejercen los hombres y sufren las mujeres”, dice el entrecomillado de este pequeño libro.
Pensando para adentro, aún no renuncio a que la sociedad, consiga detener esta violencia vengativa, desde la denuncia y actuación rápida como intervención más fiable para marcar los límites.
Puede ser duro que los demás sepan que te ocurre, ahora que entre vecinos estamos más tiempo que nunca en nuestras casas. Puedes sentir vergüenza y miedo, pero eso no tiene porqué derivar en una sensación de prejuicios si lo estás sufriendo, y lo mal que lo estás pasando, ya que esta reclusión dentro de un espacio reducido, tortuoso y duro, puede convertirse en un infierno.
La visión no debe limitarse al alcance de tu linterna. Ante tu situación de vulnerabilidad, debes de tener en cuenta, que tienes menos capacidad para defenderte y para que alguien pueda oírte, y ese espacio oscuro no se convierta en una tragedia, grita lo más fuerte que puedas.
a ti.
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