Mucho antes de que Yecla fuera conocida por su vino y su industria del mueble, ya fue un lugar clave en el mapa de al-Ándalus. Y es que bajo los cimientos del presente se oculta una historia vibrante, marcada por murallas, poetas, juristas y cementerios musulmanes. Una historia que emergió con fuerza gracias a las excavaciones en el Cerro del Castillo y al estudio de manuscritos árabes medievales.
Allí estaba Yakka: una ciudad andalusí amurallada, con su mezquita, su necrópolis, sus barrios y su castillo. Lejos de ser una simple aldea, Yakka fue un enclave clave en la organización territorial del sureste peninsular. Hoy, gracias a los trabajos arqueológicos dirigidos por el historiador Liborio Ruiz Molina y las investigaciones filológicas y geográficas, sabemos que Yecla tiene un pasado islámico de primer nivel.
Una ciudad en lo alto del cerro
La historia de Yakka no empieza con los árabes. El Cerro del Castillo, con 754 metros de altitud, fue habitado ya en la Edad del Bronce. Más tarde, íberos, romanos y visigodos dejaron su huella en sus laderas. Pero es en el siglo XI cuando se construye el hisn —fortaleza islámica— que da nombre al núcleo urbano que la rodea.
Durante la década de los 90, una serie de excavaciones arqueológicas reveló lo que hasta entonces era invisible: en la ladera sureste del cerro aparecieron restos de un arrabal musulmán —la madina— con casas, calles y un cementerio islámico. Se trataba de una ciudad viva, habitada, con un urbanismo propio y estructuras bien organizadas. Junto a ella, el castillo —en sus últimas fases ya cristiano— conservaba aún los restos del reducto residencial almohade que habitaban las élites militares.
Lo que era una hipótesis se convirtió en certeza: Yakka había sido algo mucho más complejo y relevante de lo que se pensaba.
Yakka, centro de poder en la provincia de Tudmir
Las fuentes escritas árabes son tajantes: Yakka fue uno de los ‘amal (distritos) de la ciudad de Murcia durante el periodo islámico. Este término, que podríamos traducir como «partido judicial», implicaba la existencia de estructuras administrativas, judiciales y fiscales propias. Es decir, Yakka no solo era una ciudad, sino que era la capital de una demarcación territorial.
Desde su posición estratégica controlaba el paso entre Levante y la Meseta, conectando con Jumilla, Villena, Almansa, Caudete y Elda. Por esa razón, su fortaleza fue reforzada en tiempos de las dinastías almorávide y almohade (siglos XI-XIII), formando parte del entramado defensivo del sureste.
Este estatus no era común. Solo unas pocas ciudades —como Lorca, Orihuela, Cartagena o la propia Murcia— gozaban de esa consideración.
Tierra de sabios: al-Yakki y los otros hombres ilustres
La memoria de una ciudad no solo vive en sus piedras, sino también en sus nombres. En el mundo islámico, los personajes célebres solían adoptar una nisba o gentilicio geográfico. Así aparece en las fuentes Abu Bakr Ibn Sahl al-Yakki, es decir, “el de Yakka”.
Este personaje no fue un cualquiera. Fue uno de los poetas satíricos más temidos del Magreb y al-Ándalus. Vivió a caballo entre los siglos XI y XII y desarrolló su carrera en Fez. Era tan afilado con la palabra, tan brillante y cruel en sus versos, que llegó a ser encarcelado por ofender a las élites de la ciudad. Aun así, desde su celda seguía enviando poemas incendiarios, usando al mismo carcelero como mensajero. Su legado lo sitúa como un autor de culto en el occidente islámico.
Pero al-Yakki no fue el único. En los textos aparecen otros sabios yeclanos:
- Al-Lahmi al-Yakki, jurista y biógrafo, que residió en Murcia y dejó una obra de referencia en la tradición islámica.
- Ibn al-Yakki, magistrado en Murcia y luego juez en Almería, símbolo de integridad y sabiduría en un periodo convulso.
Estos nombres muestran que Yecla fue un vivero de talento, cuyos hijos destacaron lejos de casa, pero sin renunciar nunca a su origen.
Del esplendor a la transformación
En torno al año 1240, las tropas cristianas conquistan el hisn Yakka. La ciudad islámica comienza su transformación en fortaleza feudal. Muchos de los habitantes musulmanes fueron expulsados o desplazados, y el poblamiento se reorganizó. Sobre la madina se alzará, tiempo después, la ermita del castillo, y el cerro sufrirá transformaciones urbanísticas profundas, especialmente en los siglos XIX y XX.
Aun así, bajo cada piedra, en cada cimiento, hay una capa que habla árabe, que conserva la huella de la Yecla islámica. El nombre Yakka puede parecer lejano, pero fue el nombre con el que nuestra ciudad fue conocida durante más de 200 años.
El valor de recordar
Hoy, gracias al trabajo de investigadores, arqueólogos y filólogos, sabemos que Yecla tuvo un pasado espléndido que merece ser conocido. Un pasado que no es una simple curiosidad académica, sino una parte viva de nuestra identidad. Saber que fuimos ciudad, distrito, fortaleza, y tierra de sabios y poetas, nos conecta con una historia más amplia, plural y fascinante.
Yakka no es solo un nombre antiguo. Es una clave para entender quiénes fuimos y, en parte, quiénes somos.
Si quieres saber más sobre Yecla y su pasado islámico, os aconsejo este monográfico (el número 10 de Yakka) liderado por Liborio Ruiz y con cerca de 250 páginas de detallada información.
El islam es parte de la historia de España. Esto lo sabe el Obescal? El lameculos de Trump que le pone a la agricultura el 25% de aranceles y como pordiosero vasallo se echa la mano al pecho en señal de obediencia y sumisión.
Que vergüenza de patriota.
Con estas cosas de la historia la ultra derecha está muy verde. «Abajo la inteligencia decía un tullido»
Si hasta el Dictador tenía una guardia mora, le debieron de informar que estos estuvieron por aquí unos ochocientos años, unos pocos más no sé notaría.
El Yakki dicen que era juez? Seguro que no era tan bueno -para los del PP- como nuestro juez estrella el insigne PPeinado. Todas las causas que le llegan de las derechas las archiva.
Yakki chúpate esa, PPeinado te supera.
Abu Bakr Ibn Sahl al-Yakki podría ser perfectamente el Copérnicus de la época. El actual también es el escribano más temido de Yecla