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🍁 jueves 21 noviembre 2024
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La campana de Celia, la campana por la salud

Celia Moreno es una señora a la que no conozco y me encantaría conocer para agradecerle su gesto.

Después de superar un cáncer de mama, Celia impulsó una bonita iniciativa hace unos meses, para la cual implicó a varias empresas con objeto de poderla llevar a efecto, así como al centro hospitalario.

Una tradición americana que data de 1996, donde el almirante Irve Le Moyne al acabar su proceso donó una campana de bronce de barco, con la firme intención de tocarla tres veces cuando felizmente se concluye una tarea.

“La campana de la salud está en muchos hospitales del mundo como manera de compartir la felicidad de quien ha terminado el tratamiento y a su vez, transmitir esperanza al resto de pacientes”.

En la cuarta planta de Oncología de nuestro hospital de referencia, Virgen de la Arrixaca, donde estamos acostumbrados a disponer de un especialista para cada aspecto, hay una campana a mitad del pasillo a mano izquierda sujeta con firmeza a la pared y con una cantidad de mensajes de gran calado que dentro de la inquietud animan a la constancia y a la confianza.

Aunque un proceso oncológico produzca una situación de tremenda penumbra, siempre hay que intentarlo. Esto es una lotería. Nadie sabe quién ganará una batalla que incluso conlleva un agotamiento físico y mental, pero si al final de la contienda con muchos recursos vitales, hay quienes pueden alzar la mano y hacer sonar la campana, habrá merecido la pena.

Detrás de las circunstancias de cada caso, el trago a veces es muy duro y demasiado amargo. Aun así la campana de la salud es otra oportunidad para aumentar la concienciación y de alguna manera cambiar la percepción que la sociedad tiene sobre el cáncer.

Estas campanas reducen la ansiedad, y que los pacientes oncológicos que acaban su tratamiento, tengan la oportunidad de celebrarlo haciendo sonar la campana, es un gesto de enorme alegría tanto para los pacientes, familiares y sanitarios.

La campana sabe de la necesaria perseverancia para continuar adelante y poderla hacer sonar, intuyendo probablemente quienes lo podrán conseguir, y quienes lo tienen dentro de la inseguridad y la zozobra como deshojando la margarita más complicado, por los síntomas desarrollados y el estado de la enfermedad.

No he tenido la oportunidad como recurso expresivo de escuchar el sonido de esta esperanza incorporada y ver la cara de felicidad de la persona que ha “vencido” la enfermedad y da las tres campanadas. Sí, de leer todos los mensajes: amor, aprendizaje, esfuerzo, vida, prevención, paz, optimismo, valor, unión, coraje, etc.

Estar presente cuando alguien agarre la cuerda pueda hacerlo debe ser un gesto emocionante. En una iniciativa esperanzadora, la campana siempre está de parte del enfermo. Me imagino el eco ánimo de estas campanas dentro de un proyecto ilusionante sostenido en una pieza consensuada de fundición tan pequeña.

Lo único imposible es aquello que no intentas dice el dicho. En esta porción de vida, ahora casi en una función concreta, aunque hay días más complicados que otros, con cansancio y dificultades, ese trocito de esperanza sigue estando ahí, y siendo conscientes de todo, en ese rincón de la mente y del corazón donde el cuerpo nos transporta, tenemos que aprovechar todo lo bueno mientras se pueda y vivir cada momento, aunque sea de manera trepidante.


Blog de José Antonio Ortega

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

Celia Moreno es una señora a la que no conozco y me encantaría conocer para agradecerle su gesto.

Después de superar un cáncer de mama, Celia impulsó una bonita iniciativa hace unos meses, para la cual implicó a varias empresas con objeto de poderla llevar a efecto, así como al centro hospitalario.

Una tradición americana que data de 1996, donde el almirante Irve Le Moyne al acabar su proceso donó una campana de bronce de barco, con la firme intención de tocarla tres veces cuando felizmente se concluye una tarea.

“La campana de la salud está en muchos hospitales del mundo como manera de compartir la felicidad de quien ha terminado el tratamiento y a su vez, transmitir esperanza al resto de pacientes”.

En la cuarta planta de Oncología de nuestro hospital de referencia, Virgen de la Arrixaca, donde estamos acostumbrados a disponer de un especialista para cada aspecto, hay una campana a mitad del pasillo a mano izquierda sujeta con firmeza a la pared y con una cantidad de mensajes de gran calado que dentro de la inquietud animan a la constancia y a la confianza.

Aunque un proceso oncológico produzca una situación de tremenda penumbra, siempre hay que intentarlo. Esto es una lotería. Nadie sabe quién ganará una batalla que incluso conlleva un agotamiento físico y mental, pero si al final de la contienda con muchos recursos vitales, hay quienes pueden alzar la mano y hacer sonar la campana, habrá merecido la pena.

Detrás de las circunstancias de cada caso, el trago a veces es muy duro y demasiado amargo. Aun así la campana de la salud es otra oportunidad para aumentar la concienciación y de alguna manera cambiar la percepción que la sociedad tiene sobre el cáncer.

Estas campanas reducen la ansiedad, y que los pacientes oncológicos que acaban su tratamiento, tengan la oportunidad de celebrarlo haciendo sonar la campana, es un gesto de enorme alegría tanto para los pacientes, familiares y sanitarios.

La campana sabe de la necesaria perseverancia para continuar adelante y poderla hacer sonar, intuyendo probablemente quienes lo podrán conseguir, y quienes lo tienen dentro de la inseguridad y la zozobra como deshojando la margarita más complicado, por los síntomas desarrollados y el estado de la enfermedad.

No he tenido la oportunidad como recurso expresivo de escuchar el sonido de esta esperanza incorporada y ver la cara de felicidad de la persona que ha “vencido” la enfermedad y da las tres campanadas. Sí, de leer todos los mensajes: amor, aprendizaje, esfuerzo, vida, prevención, paz, optimismo, valor, unión, coraje, etc.

Estar presente cuando alguien agarre la cuerda pueda hacerlo debe ser un gesto emocionante. En una iniciativa esperanzadora, la campana siempre está de parte del enfermo. Me imagino el eco ánimo de estas campanas dentro de un proyecto ilusionante sostenido en una pieza consensuada de fundición tan pequeña.

Lo único imposible es aquello que no intentas dice el dicho. En esta porción de vida, ahora casi en una función concreta, aunque hay días más complicados que otros, con cansancio y dificultades, ese trocito de esperanza sigue estando ahí, y siendo conscientes de todo, en ese rincón de la mente y del corazón donde el cuerpo nos transporta, tenemos que aprovechar todo lo bueno mientras se pueda y vivir cada momento, aunque sea de manera trepidante.


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