Permítanme que les presente a mi amiga Desy. Una persona que siempre despierta buenas sensaciones.
La conocí hace unos dos años, cuando acababa de ser madre, y en compañía de su esposo. En una de las aulas del Edificio Bioclimático nos reunimos para recoger firmas y confeccionar una serie de carteles y pancartas sobre la defensa del agua, el patrimonio natural y el medio ambiente. Mientras el bebé, ajeno a la temática que se promovía, dormía plácidamente en su cochecito.
Ella es una mujer muy joven que transmite una tremenda energía, dentro de esta vida que contiene tantas circunstancias que a veces nos aguardan y de repente aparecen. Circunstancias que repercuten por un tiempo indeterminado en la paralización de inquietudes y proyectos.
Este mundo un poco canalla tiene la suerte de contar con personas como ella. Cada día se levanta y cuando se quita el pijama del cáncer, desde hace seis meses se viste de motivación positiva y una misión de indudable proeza que seguramente procede de algún lugar escondido.
Esta es mi amiga Desy, con la que me encontré casualmente hace unos días, luciendo uno de sus turbantes; la alegría de las ocasiones no previstas son las mejores. Esta chica del turbante que parece una muñeca, lleva implícita una fuerza para seguir adelante. Todo lo que aporta significa que lo tiene muy claro. Asume como propios sus compromisos con una sociedad de la que depende entre otras cosas el futuro de su hijo. Para evitar que alguien haga algo inapropiado, ella está ahí intentando impedirlo, echando una mano y de alguna manera atando cabos.
Desy, también antes estuvo en el bullicio de todos y también después con doble riesgo. Cuando en plena pandemia todos cruzamos los dedos, ella además se contagió, le bajaron algo las “defensas”, los tratamientos se fueron “prolongando”. Entre distintos niveles tumorales, ahora aquí continúa con muy buenas perspectivas llevando su recuperación.
Detrás de su mascarilla -mientras la llevemos puesta o la llevemos en el bolsillo para cuando haya que ponérsela por precaución- hay una adorable cara de niña, y a su vez de mujer valiente y optimista que lucha por superar la enfermedad.
Conocernos a nosotros mismos y mirarnos al espejo es motivo suficiente para alimentar cada día la otra cara de nuestra alma, pensando tal vez de forma ingenua que lo podemos compartir con los demás o cuando menos con nuestro entorno más cercano. Como eje vertebrador, la familia ha construido una importantísima estructura emocional.
A la vida lo mejor es llegar a primera hora cuando el mundo se despierta, aunque en ocasiones podamos tener cierto mal humor al despertar.
Aunque sean muchas las dudas que surgen, todas las personas que conozco que se someten a estos tratamientos, necesitan de tanto mimo y tanto cariño que debemos de cuidarlas en todos los detalles, incluido el más pequeño por insignificante que pueda parecernos. Las considero positivas con un compromiso ineludible de pasos intermedios, identifican lo que necesitan, emprenden una dura batalla y crean sus propios medios para aumentar las ganas de vivir.
Desy, totalmente convencida, dice que hasta en los días más grises, quiere paraguas de colores. Entre pausa y pausa te cuenta las cosas. Es imposible fotografiar el mundo secreto de una persona, y todavía más el de la fertilidad interior de una mujer.
Alrededor de ese turbante, sin duda alguna, su calmada paciencia me asegura que si tuviese que escribir un libro sobre ella, conocida una historia que cautiva, comenzaría diciendo que es una criatura sinónimo de una vida que reconforta, que transita con su ropa estampada de talla pequeña que encierra la vitalidad de un corazón grande sin límite de aforo.
a Hugo.