Cada vez más el mundo informativo que gestionan los medios de comunicación mete en una “burbuja” de realidad próxima y de interés a sus audiencias. Con el lema “eso no interesa” las redacciones de los principales medios de comunicación del mundo desechan para el oyente, el lector o el telespectador noticias sobre países lejanos, sin influencia o sin intereses de las principales potencias económicas del planeta.
Lejos quedan los medios de comunicación de la década de los ochenta que invertían grandes cantidades de dinero en enviar corresponsales a cualquier rincón del mundo donde ocurrían hechos noticiables como conflictos, guerras que generaban refugiados, etcétera. Esos periodistas que se jugaban la vida y regularmente enviaban informaciones que despertaban la conciencia de millones de personas que luego decidían a qué ong donar.
Ahora, en pleno siglo XXI donde la capacidad tecnológica permite que se conozca todo de todos los sitios, los medios de comunicación relevantes descartan ese tipo de información de zonas del mundo marginales por otras mucho más baladíes pero que son muy consumidas por las audiencias que se han acostumbrado a no ser críticas con lo que se les ofrece.
¿Deben los medios de comunicación “educar” en ese tipo de contenidos a sus públicos o solo deben apostar por lo que se demuestra demoscópicamente que funciona y genera más audiencias?.
En las últimas décadas cada vez más los medios se han decantado por la segunda opción. Es raro que en un informativo televisivo de apenas 30 minutos tenga cabida que miles de refugiados de un país africano están sobreviviendo gracias a una ONG.
Esta falta de interés mediático provoca un alfabetismo de la realidad del mundo que es preocupante. Hay personas que desconocen que en la actualidad hay conflictos armados activos en numerosos países o que hay cientos de miles de personas que no tienen ni hogar ni país que les quiera acoger. Hay personas que no saben a que ong donar su dinero porque desconocen lo que hacen.
El consumidor de medios tradicionales vive en una realidad de proximidad que preocupa en cuanto a la formación de una concienciación de lo que los demás necesitan de una humanidad que se quiere llamar así misma solidaria ahora que tiene las mejores ong de toda la historia de la humanidad.
No es que las redes sociales estén ayudando mucho tampoco. Es cierto que estos canales de comunicación multiplican los mensajes, pero también es cierto que los usuarios limitan lo que quieren o quieren ver. Son filtros que hacen del consumidor un ser apoderado que decide sobre todo. Si algo no le gusta, va contra su ideología, sus creencias…la inteligencia artificial de esas plataformas con cientos de millones de seguidores apartan los mensajes no deseados. incluso les apartan de donar a ong.
Con esta idea de la realidad creamos seres “burbujas” que desconocen el papel de una ONG, que desconocen la necesidad de ayuda de otro, o los terribles sufrimientos que hay en distintas partes del mundo.