Junto al conocido como «Parque de las Pencas», en las inmediaciones de la Plaza de Toros, surge una pequeña calle sin salida conocida como Escultor Palao Marco. Pocas personas sabrán quién se esconde tras este rótulo ni la importancia que tuvo en el mundo de la imaginería religiosa del siglo XIX.
El escultor Antonio José Palao y Marco nació en Yecla hace exactamente 200 años: el 19 de febrero de 1824 y falleció en Zaragoza el 15 de octubre de 1886, ciudad donde pasó la mayor parte de sus días. Su vida y obra se enmarcan en un periodo de intensos cambios culturales y sociales, en el que su talento y dedicación lo llevaron a dejar una huella imborrable en las ciudades de Valencia, Madrid, Murcia y, especialmente, Zaragoza.
Francisco Javier Delicado en el número 15 de la revista Yakka, lo cataloga como «mediocre, controvertido y problemático escultor». Aun con todo, desde su niñez, Palao demostró una inclinación natural y una habilidad excepcional para las Bellas Artes, y fue la escultura la disciplina que capturó su pasión.
Sus inicios y sus años de formación
Desde joven, Antonio Palao se sintió maravillado por las obras de Francisco Salzillo, las cuales intentó imitar, pero sin la guía de maestro alguno. Este temprano interés se manifiesta en trabajos como el Grupo de la Soledad de la Virgen, una copia en barro del grupo escultórico de la Virgen de las Angustias de Salzillo, ubicado en Yecla. Esta obra de juventud revela la profunda influencia del imaginero barroco murciano en el desarrollo estilístico de Palao.
Su formación artística comenzó en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde estuvo entre 1845 y 1847, siendo alumno del pintor Bernardo Llácer. Posteriormente, completó su formación en Madrid, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Durante su estancia en la capital, colaboró con el escultor José Piquer, lo que le permitió adentrarse en proyectos de gran envergadura y afinar su técnica escultórica.
El reconocimiento a su talento llegó pronto, cuando en 1849 fue galardonado con una Medalla de Oro en la Exposición del Liceo de Madrid por un relieve dedicado a Jesús perdonando a la mujer adúltera, una obra que, lamentablemente, se ha perdido con el tiempo. Este reconocimiento marcó el inicio de una carrera llena de éxitos y desafíos artísticos.
Asimismo, durante su período formativo, Palao creó en Yecla el Grupo de la Flagelación del Señor, también conocido como «Grupo de la Hiel y el Vinagre», una obra que, aunque de mala traza y perdida en la guerra civil, demuestra una vez más su temprana dedicación a la temática religiosa.
Su llegada a Zaragoza
En 1851, tras la reorganización de las Academias de Bellas Artes por Decreto Real, Antonio Palao fue nombrado catedrático de Escultura en la recién establecida Academia de Bellas Artes de la provincia de Zaragoza. Este nombramiento lo llevó a trasladarse a Zaragoza, donde residiría el resto de su vida, convirtiéndose en una figura central del arte aragonés. Allí, su arte evolucionó hacia una mezcla entre el barroquismo y el academicismo, manteniendo un fuerte enfoque en la temática religiosa, pero también abordando lo civil y lo alegórico.
De ahí, la diversidad de su obra en la capital aragonesa, que abarca desde la creación de imágenes religiosas hasta la realización de monumentos públicos. Entre sus trabajos más destacados se encuentra la imagen de Santa Ana para el templo de Nuestra Señora del Pilar, así como la escultura de San Joaquín y la Virgen Niña.
Y de 1871 es Nuestra Señora de la Piedad, imagen de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad y del Sto. Sepulcro, primera cofradía penitencial de Zaragoza, fundada en 1937. Esta es, sin duda, una de las imágenes donde más se percibe la influencia salzillesca de Palao.
Asimismo, la devoción y precisión de Palao en su trabajo quedan patentes en la talla de 44 paneles en nogal con alegorías de la Virgen para las puertas de la parte alta del templo y el relieve para el retablo de San Pedro Arbués.
La urna del cristo de Yecla
Una obra religiosa significativa de su etapa en Zaragoza es la urna funeraria del Cristo yacente del Santuario del Castillo de Yecla, creada en 1855. Esta pieza, de estilo pseudorrenacentista y sobria policromía, incluía figuras de los profetas como elementos de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Aunque también desaparecida, todavía tenemos una litografía del Padre Martí, recogida en la obra de Pascual Giménez Rubio, «Memoria de apuntes para la historia de Yecla» de 1865.
A pesar de las críticas que recibió su trabajo, Palao, que entre sus obras más destacadas se incluye el Retablo del Altar Mayor de la Catedral de Murcia construido en estilo neogótico en 1868 tras el incendio que arrasó el anterior en 1854, perseveró en su vocación, dejando un legado de obras dispersas por diferentes ciudades de la geografía española.
Monumentos civiles
Además de su trabajo para instituciones religiosas, Palao contribuyó significativamente al patrimonio cultural de Zaragoza con obras como el monumento a Ramón Pignatelli y la estatua de Juan Sebastián Elcano para Guetaria, en Gipuzkoa. Su habilidad para capturar la esencia de sus sujetos se manifiesta en el busto del botánico Don Pedro Gregorio Echeandía y en las diversas esculturas realizadas para la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia.
Además, Antonio Palao no solo fue un escultor de renombre, sino también un maestro apreciado. A lo largo de su carrera, compartió su conocimiento y pasión por la escultura con las futuras generaciones, dejando un legado que trasciende sus obras físicas.
Al conmemorar los 200 años del nacimiento de Antonio Palao Marco, no solo celebramos su contribución al arte español sino también su espíritu innovador y su compromiso con la belleza. Su vida y obra nos recuerdan la importancia de la dedicación y la pasión en la búsqueda del arte, y su legado continúa inspirando a artistas y admiradores del arte en todo el mundo.
Un año de homenajes
Coincidiendo con el 200 aniversario del nacimiento de Antonio Palao, se suceden diferentes homenajes que culminarán en una exposición sobre el artista en la Casa de Cultura de Yecla en el mes de octubre.
Asimismo, el Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, Wilfredo Rincón García también prepara una nueva monografía sobre su vida y su obra de cara a esa celebración.
Por último, tal y como hoy mismo ha publicado el Museo Arqueológico de Yecla en su perfil de Facebook, en la Casa Municipal de Cultura se conserva el retrato del escultor que abre esta noticia, un óleo sobre lienzo de 195 x 107,5 cm. que fue donado en el año 1983 al Excmo. Ayuntamiento de Yecla por un descendiente del escultor. El cuadro esta firmado por Luis Palao Ortubia, hijo del retratado. El lienzo fue restaurado en el año 2021 por la Técnico en Restauración Penélope Santa Puche.
Cojonudo. El cuadro está localizado.