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🍁 lunes 04 noviembre 2024
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Carta a la dirección: Un yeclano ausente en Valencia

Muchas veces, sentarse a escribir es una herramienta que nos ayuda a liberar miedos y dolores, que de otra manera se quedarían enquistados, provocando un dolor insoportable.

Soy Ramón. Llevo más de 20 años viviendo en Valencia. Me siento tan yeclano como valenciano. Estos días, en mi tierra de adopción, estamos viviendo momentos difíciles: la rabia, la impotencia, el barro, y sobre todo la desesperanza y la confusión, nos arrastran como un barranco desbordado después de la tormenta.

Yo tengo la suerte de vivir en la capital; los que vivimos al otro lado del río, esta vez, nos hemos salvado. También he vivido en esa otra orilla, concretamente en Xirivella, y tengo muchos amigos y amigas allí, así como en Alfafar, Sedaví, Bugarra, Manises, Picanya… A mi amiga Pilar la rescataron de un coche; me contaba que ella y su hija estaban vivas de milagro. Antoni y Charo me mandaron una foto de su casa llena de barro; por suerte, tienen una segunda planta y se salvaron. Así, muchas historias de gente a la que quiero y con quienes comparto experiencias de vida.

Visto lo visto, soy afortunado, pues mi gente está bien. Eso no quita que me sienta dolido y angustiado por quienes no tuvieron la misma fortuna.

¡Sí! Los mensajes nos llegaron muy tarde. Una hora antes, mis amigas ya mandaban fotos de sus calles inundadas, y no entendíamos nada. Mucho más tarde –y remarco con mayúsculas lo de MUCHO–, en toda Valencia se escuchaba un mensaje de alerta en los móviles, pero ya tarde, y también lo digo con mayúsculas: TARDE. ¿Quién era el responsable de mandar esos mensajes que habrían salvado MUCHAS vidas?

Aquí lo tenemos claro: el gobierno de la Generalitat llegó tarde y mal. Algún miembro de este gobierno criticaba esos mensajes, diciendo que era una herramienta muy invasiva. Este mismo gobierno, al llegar al poder, desmanteló la unidad de emergencia calificándola de «chiringuito». Esta unidad fue creada para dar una respuesta efectiva a desastres como el que hemos vivido. Nunca sabremos si ese «chiringuito» hubiera ayudado en algo.

Por suerte, vivimos en un país rico y con muchos medios para reparar los daños materiales, aunque a los humanos llegamos tarde. Subrayo lo de «país rico», porque si esto hubiera ocurrido en un país pobre, la desgracia sería mucho peor.

Tenemos esa suerte: vivir en un país con cierto nivel de bienestar social. Por eso, me atrevo a decir: ¡VIVA! los impuestos que pagan los servicios de rescate, la sanidad y las infraestructuras que nos permiten tener una vida más cómoda. Sin ellos, sería un «sálvese quien pueda». Solo se salvarían los ricos, quienes podrían costear esos medios que nos cubren a todos, ya seamos ricos o pobres.

Sin embargo, aún hay personas que critican y pretenden desmantelar estos servicios, diciendo que son gastos innecesarios. A la vista está que no lo son. Frente a esto, yo defiendo que paguen aún más quienes más tienen, para poder mejorar esos servicios que vertebran la verdadera solidaridad. Frente a un individualismo cada vez mayor, yo defiendo la comunión, la fraternidad, y que el Estado sea esa herramienta que nos ayude a canalizar la justicia social.

Estos días se oyen muchas críticas a los políticos; hablamos de ellos como si fueran extraterrestres venidos de un planeta lejano a fastidiarnos la vida. La verdad es que los políticos son tan solo un reflejo de lo que somos. Yo creo en la política y me parece una bellísima forma de amor hacia nuestros semejantes. Todas las personas deberíamos implicarnos en ella para mejorar la sociedad.

Deberíamos hacer autocrítica de nuestros valores. Los políticos solo son un reflejo de lo que somos. Les pongo un ejemplo: en mi último trabajo en una farmacia, mi compañera robaba el dinero de la hucha de Cáritas para comprarse el almuerzo. Esa misma persona acusaba a los políticos de ser ladrones sin escrúpulos.

Con esto solo quiero remarcar que los políticos somos también nosotros, y que, si algo no nos gusta, la mejor manera no es desentenderse y votar cada cuatro años –aunque algunas personas ni eso hacen–; más bien se trata de implicarse en el día a día, y no solo cuando ocurren estas desgracias. Esto va de cómo nos organizamos como sociedad y de nuestros valores en lo cotidiano. En esa mirada autocrítica encontraremos soluciones de esperanza. Debemos desmantelar el individualismo que intentan imponernos, desenmascararlo y revertir esas políticas que solo causan dolor a las personas más desfavorecidas. Para mí, esto va de organizarnos y vertebrarnos desde lo común, pues las personas nos necesitamos unas a otras. Organizarse olvidando esto es antinatural y provoca lo que provoca.

Desde Valencia, les mando unos versos en mi segunda lengua, un habla hermosa que también se escucha y, en un rinconcito al sur de nuestra tierra, muchas personas gritan estos días de dolor en valenciano. Y como valenciano que también soy, así lo expreso y lo canto.

Dice así un estrofa del poeta y cantante de Xàtiva :

“La vida es quedava a la porta mentre entràvem cadàvers de pocs anys. Oblit del llamp, oblit del tro, de la pluja i del bon temps”

Canción: al Meu país la pluja. Raimon.

elperiodicodeyecla.com
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Elperiodicodeyecla.com. Diario digital de la ciudad de Yecla desde 2008. Información diaria de la localidad.

Muchas veces, sentarse a escribir es una herramienta que nos ayuda a liberar miedos y dolores, que de otra manera se quedarían enquistados, provocando un dolor insoportable.

Soy Ramón. Llevo más de 20 años viviendo en Valencia. Me siento tan yeclano como valenciano. Estos días, en mi tierra de adopción, estamos viviendo momentos difíciles: la rabia, la impotencia, el barro, y sobre todo la desesperanza y la confusión, nos arrastran como un barranco desbordado después de la tormenta.

Yo tengo la suerte de vivir en la capital; los que vivimos al otro lado del río, esta vez, nos hemos salvado. También he vivido en esa otra orilla, concretamente en Xirivella, y tengo muchos amigos y amigas allí, así como en Alfafar, Sedaví, Bugarra, Manises, Picanya… A mi amiga Pilar la rescataron de un coche; me contaba que ella y su hija estaban vivas de milagro. Antoni y Charo me mandaron una foto de su casa llena de barro; por suerte, tienen una segunda planta y se salvaron. Así, muchas historias de gente a la que quiero y con quienes comparto experiencias de vida.

Visto lo visto, soy afortunado, pues mi gente está bien. Eso no quita que me sienta dolido y angustiado por quienes no tuvieron la misma fortuna.

¡Sí! Los mensajes nos llegaron muy tarde. Una hora antes, mis amigas ya mandaban fotos de sus calles inundadas, y no entendíamos nada. Mucho más tarde –y remarco con mayúsculas lo de MUCHO–, en toda Valencia se escuchaba un mensaje de alerta en los móviles, pero ya tarde, y también lo digo con mayúsculas: TARDE. ¿Quién era el responsable de mandar esos mensajes que habrían salvado MUCHAS vidas?

Aquí lo tenemos claro: el gobierno de la Generalitat llegó tarde y mal. Algún miembro de este gobierno criticaba esos mensajes, diciendo que era una herramienta muy invasiva. Este mismo gobierno, al llegar al poder, desmanteló la unidad de emergencia calificándola de «chiringuito». Esta unidad fue creada para dar una respuesta efectiva a desastres como el que hemos vivido. Nunca sabremos si ese «chiringuito» hubiera ayudado en algo.

Por suerte, vivimos en un país rico y con muchos medios para reparar los daños materiales, aunque a los humanos llegamos tarde. Subrayo lo de «país rico», porque si esto hubiera ocurrido en un país pobre, la desgracia sería mucho peor.

Tenemos esa suerte: vivir en un país con cierto nivel de bienestar social. Por eso, me atrevo a decir: ¡VIVA! los impuestos que pagan los servicios de rescate, la sanidad y las infraestructuras que nos permiten tener una vida más cómoda. Sin ellos, sería un «sálvese quien pueda». Solo se salvarían los ricos, quienes podrían costear esos medios que nos cubren a todos, ya seamos ricos o pobres.

Sin embargo, aún hay personas que critican y pretenden desmantelar estos servicios, diciendo que son gastos innecesarios. A la vista está que no lo son. Frente a esto, yo defiendo que paguen aún más quienes más tienen, para poder mejorar esos servicios que vertebran la verdadera solidaridad. Frente a un individualismo cada vez mayor, yo defiendo la comunión, la fraternidad, y que el Estado sea esa herramienta que nos ayude a canalizar la justicia social.

Estos días se oyen muchas críticas a los políticos; hablamos de ellos como si fueran extraterrestres venidos de un planeta lejano a fastidiarnos la vida. La verdad es que los políticos son tan solo un reflejo de lo que somos. Yo creo en la política y me parece una bellísima forma de amor hacia nuestros semejantes. Todas las personas deberíamos implicarnos en ella para mejorar la sociedad.

Deberíamos hacer autocrítica de nuestros valores. Los políticos solo son un reflejo de lo que somos. Les pongo un ejemplo: en mi último trabajo en una farmacia, mi compañera robaba el dinero de la hucha de Cáritas para comprarse el almuerzo. Esa misma persona acusaba a los políticos de ser ladrones sin escrúpulos.

Con esto solo quiero remarcar que los políticos somos también nosotros, y que, si algo no nos gusta, la mejor manera no es desentenderse y votar cada cuatro años –aunque algunas personas ni eso hacen–; más bien se trata de implicarse en el día a día, y no solo cuando ocurren estas desgracias. Esto va de cómo nos organizamos como sociedad y de nuestros valores en lo cotidiano. En esa mirada autocrítica encontraremos soluciones de esperanza. Debemos desmantelar el individualismo que intentan imponernos, desenmascararlo y revertir esas políticas que solo causan dolor a las personas más desfavorecidas. Para mí, esto va de organizarnos y vertebrarnos desde lo común, pues las personas nos necesitamos unas a otras. Organizarse olvidando esto es antinatural y provoca lo que provoca.

Desde Valencia, les mando unos versos en mi segunda lengua, un habla hermosa que también se escucha y, en un rinconcito al sur de nuestra tierra, muchas personas gritan estos días de dolor en valenciano. Y como valenciano que también soy, así lo expreso y lo canto.

Dice así un estrofa del poeta y cantante de Xàtiva :

“La vida es quedava a la porta mentre entràvem cadàvers de pocs anys. Oblit del llamp, oblit del tro, de la pluja i del bon temps”

Canción: al Meu país la pluja. Raimon.

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3 COMENTARIOS

  1. El silencio en un lugar desierto es pacífico; pero el «silencio» en medio de un tremendo caos es terrible.
    Esta es una gran bofetada para despertarnos, aprender y actuar para que cuándo vuelva a ocurrir, (porque volverá) no sea tan dramáticas las consecuencias.
    Creo que no tengo el placer de conocerle, si la de valorar la entereza de su escrito.
    Un saludo caballero.

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