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domingo, octubre 19, 2025 🍂 💐
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Diagnósticos

Todo empezó una mañana en la que decidí darme un paseo por el campo y pisé sin darme cuenta un hormiguero enorme. Me picó en el tobillo una hormiga que debía ser la reina o la líder de aquella marabunta horrorosa. Se me llenó el cuerpo de hormigas negras, tardé horas en sacudírmelas todas y estuve tres jornadas sufriendo de una somnolencia insoportable.

Al cuarto día comencé a ver el mundo de otra manera y a disfrutar de visiones inexplicables.

Me duele la cabeza, es un dolor suave pero persistente que no me deja descanso en ningún momento, a pesar de las tortillas de analgésicos que desayuno o de los masajes que Hana, una asiática especialista en sanación natural, me aplica cada semana.

Desesperado acudí a mi médico, la doctora Maribel Muñoz. Ella insiste en que la picadura es inocua, me recetó un antidepresivo y me desvió a psiquiatría. Como no estaba de acuerdo con su diagnóstico, recurrí a otros profesionales de la sanidad privada y, para mi desgracia, insisten en el mismo diagnóstico: psiquiatría y Trankimazin.

—A usted no le duele la cabeza, lo que le duele es el alma —me dijo un adivinador al que acudí como último recurso, ya que los médicos no me hacían caso.
—Ya decía yo que ese dolor era muy profundo. ¿Y lo de la picadura?
—Estoy seguro de que ese bicho pertenece a otra dimensión y tiene usted el alma herida —aseveró después de mirarme con una lupa enorme el iris del ojo derecho; dice que ahí está la ventana entreabierta de mi alma.
—No todo el mundo la tiene en el mismo lugar. He examinado a pacientes que la tenían en el ano o en una oreja, incluso hubo uno que la tenía escondida en el paladar.

Me recetó un tratamiento a base de manzanas.
—Tres manzanas diarias, pero antes debe examinarlas con atención, mirarlas con ternura y acariciarlas, como si fuesen mascotas.
—¿Cuánto tiempo debo acariciarlas y qué tipo de manzana? —le pregunté con ironía, y me respondió ofendido:
—¿Quiere curar su alma o no?
—Claro que sí.
—Pues debe mirarlas sin prisa y elija manzanas al azar. Le apetezca o no, tres manzanas diarias y dentro de un mes vuelva a mi consulta. Al salir le paga a mi abuela.

Su abuela estaba sentada en una mesa camilla con brasero, arrugada y blanquecina como un higo seco, y me pidió tres besos de amor como pago…

Acepté, y fueron unos besos largos con los ojos cerrados, como me los pidió ella.

He leído en un folleto que me entregó la besucona que, comiendo tres manzanas diarias, llegaré a los ciento veinte años y con aspecto saludable. Pero yo tengo una duda: ¿para qué quiero vivir tanto tiempo, si resulta que no encuentro sentido a la vida y las visiones alucinógenas me dejan agotado?

—Cuando cure su alma, cambiará su destino, encontrará su lugar en el mundo —me aseguró el adivinador.
—Pero si ya la encontré: ejerzo el oficio que me eligió, la ciudad que elegí y el amor de mi vida; estamos treinta años casados felizmente.
—Me refiero a los asuntos pendientes en otras dimensiones —me regaló una postal con una flor de manzano que he colocado en mi mesilla de noche.

Es extraño, no consigo olvidar el beso de su abuela y me despierto excitado y sudoroso.

Vicente Chumilla
Vicente Chumilla
Pintor y grabador yeclano. Colaborador de elperiodicodeyecla.com con artículos sobre Yecla o temas relacionados con el arte y su localidad natal.

Todo empezó una mañana en la que decidí darme un paseo por el campo y pisé sin darme cuenta un hormiguero enorme. Me picó en el tobillo una hormiga que debía ser la reina o la líder de aquella marabunta horrorosa. Se me llenó el cuerpo de hormigas negras, tardé horas en sacudírmelas todas y estuve tres jornadas sufriendo de una somnolencia insoportable.

Al cuarto día comencé a ver el mundo de otra manera y a disfrutar de visiones inexplicables.

Me duele la cabeza, es un dolor suave pero persistente que no me deja descanso en ningún momento, a pesar de las tortillas de analgésicos que desayuno o de los masajes que Hana, una asiática especialista en sanación natural, me aplica cada semana.

Desesperado acudí a mi médico, la doctora Maribel Muñoz. Ella insiste en que la picadura es inocua, me recetó un antidepresivo y me desvió a psiquiatría. Como no estaba de acuerdo con su diagnóstico, recurrí a otros profesionales de la sanidad privada y, para mi desgracia, insisten en el mismo diagnóstico: psiquiatría y Trankimazin.

—A usted no le duele la cabeza, lo que le duele es el alma —me dijo un adivinador al que acudí como último recurso, ya que los médicos no me hacían caso.
—Ya decía yo que ese dolor era muy profundo. ¿Y lo de la picadura?
—Estoy seguro de que ese bicho pertenece a otra dimensión y tiene usted el alma herida —aseveró después de mirarme con una lupa enorme el iris del ojo derecho; dice que ahí está la ventana entreabierta de mi alma.
—No todo el mundo la tiene en el mismo lugar. He examinado a pacientes que la tenían en el ano o en una oreja, incluso hubo uno que la tenía escondida en el paladar.

Me recetó un tratamiento a base de manzanas.
—Tres manzanas diarias, pero antes debe examinarlas con atención, mirarlas con ternura y acariciarlas, como si fuesen mascotas.
—¿Cuánto tiempo debo acariciarlas y qué tipo de manzana? —le pregunté con ironía, y me respondió ofendido:
—¿Quiere curar su alma o no?
—Claro que sí.
—Pues debe mirarlas sin prisa y elija manzanas al azar. Le apetezca o no, tres manzanas diarias y dentro de un mes vuelva a mi consulta. Al salir le paga a mi abuela.

Su abuela estaba sentada en una mesa camilla con brasero, arrugada y blanquecina como un higo seco, y me pidió tres besos de amor como pago…

Acepté, y fueron unos besos largos con los ojos cerrados, como me los pidió ella.

He leído en un folleto que me entregó la besucona que, comiendo tres manzanas diarias, llegaré a los ciento veinte años y con aspecto saludable. Pero yo tengo una duda: ¿para qué quiero vivir tanto tiempo, si resulta que no encuentro sentido a la vida y las visiones alucinógenas me dejan agotado?

—Cuando cure su alma, cambiará su destino, encontrará su lugar en el mundo —me aseguró el adivinador.
—Pero si ya la encontré: ejerzo el oficio que me eligió, la ciudad que elegí y el amor de mi vida; estamos treinta años casados felizmente.
—Me refiero a los asuntos pendientes en otras dimensiones —me regaló una postal con una flor de manzano que he colocado en mi mesilla de noche.

Es extraño, no consigo olvidar el beso de su abuela y me despierto excitado y sudoroso.

Vicente Chumilla
Vicente Chumilla
Pintor y grabador yeclano. Colaborador de elperiodicodeyecla.com con artículos sobre Yecla o temas relacionados con el arte y su localidad natal.
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Pintor y grabador yeclano. Colaborador de elperiodicodeyecla.com con artículos sobre Yecla o temas relacionados con el arte y su localidad natal.
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