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🍁 domingo 15 diciembre 2024
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La persona envidiosa

Nadie sabe a ciencia cierta qué edad tiene la envidia, me temo que millones de años.

La sociedad tal como se concibe parece llevar implícito en la persona el deseo por tener cosas materiales.

A mi entender, como sentimiento la envidia es negativa, no seré yo quien diga que es mala. Cada uno somos de una manera, no deberíamos tener envidia de querer ser como aquella persona y poseer lo que ella tiene, desde sus facultades a su estupendo cuerpo. Resulta curioso, cuando alguien manifiesta tener envidia sana, para referirse al éxito de los demás, creo que el sentimiento puede ser falso, en todo caso siendo generoso, tal vez  se confunda con algún punto de admiración.

El azote de la envidia, desde los tiempos antiguos. Decía Gonzalo Torrente Ballester, un ilustre de las letras, que el pecado está en la ciudad y la virtud en el campo. A veces no escuchamos nuestra propia voz, cuando nos dice aquello que es imprescindible y lo que resulta superfluo. No nos fijemos en quienes tienen mucho, sino en aquellos que están peor que nosotros.

Lo bonito que sería aspirar a ser mejores personas, más humanas y sencillas sin chafar a nadie, cultivando la educación y el respeto, dentro de nuestra particular labor, siendo exigentes y disciplinados con nosotros mismos, haciéndolo sin esa maldad que tanto daño causa.

Organizarnos la vida en relación a las circunstancias y según la ambición honesta por conseguirlas en función de las posibilidades. Las cosas que nos ocurren no las podemos controlar, solo podremos llevar el control de aquello que sintamos en cada momento.

Para el orgullo del hombre parece una humillación, aquello que se fundamenta en la comparación social. El modelo que supone no tener lo mismo que los demás, incluso como nadie sobre aquello que no se puede ver y mucho menos contar.

Cuando no sabemos lo que deseamos, con apresurada envidia deseamos lo mismo que otros desean. Ansiamos acapararlo, incluso deseando la posibilidad de que otros, no lo tengan. La persona envidiosa se molesta ante la satisfacción ajena, escondiéndose detrás de una careta para ocultar lo que verdaderamente está sintiendo.

Personas insatisfechas que siempre encuentran a alguien que tiene más, y por tanto de alguna forma pretenden equipararse. Probablemente una pretensión equivocada, fuera de la disciplina, de generación en generación, nos lleve de ser una persona sencilla a otra con una falsa imagen vestida de apariencia.

No hay respuestas para todo, sabiendo sobradamente que vinimos en cueros y cuando emprendamos el camino de vuelta, como mucho, nos iremos con lo puesto y el dolor por el amor que sentimos a los que se quedan.

a la humildad.

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

Nadie sabe a ciencia cierta qué edad tiene la envidia, me temo que millones de años.

La sociedad tal como se concibe parece llevar implícito en la persona el deseo por tener cosas materiales.

A mi entender, como sentimiento la envidia es negativa, no seré yo quien diga que es mala. Cada uno somos de una manera, no deberíamos tener envidia de querer ser como aquella persona y poseer lo que ella tiene, desde sus facultades a su estupendo cuerpo. Resulta curioso, cuando alguien manifiesta tener envidia sana, para referirse al éxito de los demás, creo que el sentimiento puede ser falso, en todo caso siendo generoso, tal vez  se confunda con algún punto de admiración.

El azote de la envidia, desde los tiempos antiguos. Decía Gonzalo Torrente Ballester, un ilustre de las letras, que el pecado está en la ciudad y la virtud en el campo. A veces no escuchamos nuestra propia voz, cuando nos dice aquello que es imprescindible y lo que resulta superfluo. No nos fijemos en quienes tienen mucho, sino en aquellos que están peor que nosotros.

Lo bonito que sería aspirar a ser mejores personas, más humanas y sencillas sin chafar a nadie, cultivando la educación y el respeto, dentro de nuestra particular labor, siendo exigentes y disciplinados con nosotros mismos, haciéndolo sin esa maldad que tanto daño causa.

Organizarnos la vida en relación a las circunstancias y según la ambición honesta por conseguirlas en función de las posibilidades. Las cosas que nos ocurren no las podemos controlar, solo podremos llevar el control de aquello que sintamos en cada momento.

Para el orgullo del hombre parece una humillación, aquello que se fundamenta en la comparación social. El modelo que supone no tener lo mismo que los demás, incluso como nadie sobre aquello que no se puede ver y mucho menos contar.

Cuando no sabemos lo que deseamos, con apresurada envidia deseamos lo mismo que otros desean. Ansiamos acapararlo, incluso deseando la posibilidad de que otros, no lo tengan. La persona envidiosa se molesta ante la satisfacción ajena, escondiéndose detrás de una careta para ocultar lo que verdaderamente está sintiendo.

Personas insatisfechas que siempre encuentran a alguien que tiene más, y por tanto de alguna forma pretenden equipararse. Probablemente una pretensión equivocada, fuera de la disciplina, de generación en generación, nos lleve de ser una persona sencilla a otra con una falsa imagen vestida de apariencia.

No hay respuestas para todo, sabiendo sobradamente que vinimos en cueros y cuando emprendamos el camino de vuelta, como mucho, nos iremos con lo puesto y el dolor por el amor que sentimos a los que se quedan.

a la humildad.

José Antonio Ortega
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