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🌿 lunes 14 abril 2025
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Espías Abonico

¿Recordáis que entre los yeclanos errantes surgieron muchas facciones además de los Adoradores de la Inmaculada o los Gen Z? Esta es la historia de una de esas facciones, quizá la más ambiciosa y prolífica de todas.

Cuando los yeclanos tuvieron que diseminarse por el mundo tras la desaparición del pueblo, algunos se sintieron despojados de formas de ser que sólo podían desarrollar en los lindes de Yecla, ya fuera porque en otros sitios no los entendían o porque el resto del mundo no estaba preparado para aceptarlos. Entre los muchos que se sintieron rechazados, había un grupo de yeclanos que se jactaba de hacer las cosas abonico. Hablaban abonico, andaban abonico, cocinaban abonico… Pero fuera y sin el pueblo, ¿qué significaba eso? ¿De qué les iba a servir? Los ingleses de Raspay (que no voló) se burlaban de ellos y los corregían diciendo que eso era hacer las cosas softly, que se dejaran de yeclanismos. “¡Ja! ¡Ellos!”, pensaron estos yeclanos con amargura.

Se encabritaron, se encabezonaron y, lo peor (o mejor, según se vea), se unieron para esbaratar semejante injusticia. ¿Qué podían hacer ellos? ¿Qué profesión podrían desempeñar que pudiera convertirlos en imprescindibles para el mundo y obligase a los ingleses (y al resto del mundo) a aceptar sus formas y sus términos? La respuesta no tardó en llegar: hacer las cosas abonico los convertiría en los espías perfectos.

Así nació Espías Abonico S.A. Mientras otros se desgallitaban tratando de atraer la atención del público, estos yeclanos se hicieron un hueco en el mundo del espionaje a base de cabezonería y mucho cuidaíco. Empezaron custodiando las cabras de los pastores jumillanos; saltaron a los equipos de protección civil de algunos pueblos manchegos; y pronto cumplieron sus primeras misiones de infiltración. Como nadie sabía qué era eso de abonico, ni los chinos se percataron cuando un yeclano militó en sus filas y extrajo información sobre la tecnología de la sartén para gachasmigas con mango automático. Enriquecieron a muchas personas que se beneficiaron de sus trabajos, de información robada, de secretos desvelados. Las televisiones de todo el mundo se los rifaban para obtener entrevistas, y los servicios de inteligencia gubernamentales les suplicaban conferencias y clases magistrales.

“Ah, lo haremos, pero lo haremos abonico”, dijo su presidente, Gerardo Silente.

Pero, como sucediera con los Beatles, entraron en juego nuevas piezas que iniciaron un proceso de destrucción agónica que nadie supo prever: el vicepresidente de la empresa y cofundador, Pedro Reposado, se enamoró de una inglesa que regentaba el único restaurante de Raspay: ¡El enemigo! Los ingleses habían quedado humillados hasta el punto de cambiar el título de la canción que popularizó The Fugees: ahora era “Killing me abonico”, y la animadversión era patente.

Los angloparlantes no podían ver a los yeclanos, menos a those ones that do the things abonico. Gerardo había alimentado el fuego sacando camisetas que sustituían el consabido himno inglés de God Save The Queen por God Save Abonico. Los yeclanos no eran menos: jamás se juntaban con esos colonizadores de Raspay y guiris varios. La opinión pública vio en la unión de Pedro con Alice Cry (alias, la guiri) como el advenimiento de nuevos tiempos y mejores relaciones internacionales, pero no fue así y, como siempre, al final ganaron los ingleses.

Alice empezó a sugerir cambios al oído de Pedro: que si los espías trabajarían mejor en silencio, o haciendo las cosas poco a poco, con cauta lentitud, con parsimonia… Y Pedro, enamorado, no se dio cuenta de que la guiri utilizaba su propio idioma (y no el inglés) para que no fuese consciente de que estaba apostatando del yeclanismo; al final, Pedro, obnubilado, olvidó sus orígenes y forzó a la directiva de Espías Abonico SA a implementar los cambios.

Habían conseguido crear marca, diversificarse, hasta el punto de cambiar el Slow Journalism por Periodismo Abonico, el Slow Living por El Vivir Abonico o el Slow Fashion por la Ropa Abonico, pero todo aquello se derrumbó junto a las acciones de la empresa en cuanto ambos fundadores decidieron separarse y seguir rumbos distintos. Gerardo se retiró a un campo en los lindes del páramo vacío de Yecla, amargado y tan solo acompañado de sus veinte perros sordomudos, mientras que Pedro cayó en una espiral de autodestrucción (drogas, rock and roll y mucho ruido, sobre todo mucho ruido) financiada por los millones de pesetas (ah, sí, eso… Ya os contaré) ganadas con la venta del negocio a una empresa fantasma que en realidad pertenecía a los norcoreanos.

El final de la vida de ambos no tardó en llegar: uno, amargado, asolado por la traición, triste como una bajoca pisada; otro, abandonado por Alice en un callejón del Soho londinense con una sobredosis de ruido que lo fulminó al instante, murió con la epifanía de que echaba mucho de menos a su eterno y callado compañero.

Cuando les llegó la muerte, irónicamente, para ambos llegó abonico.


Blog de Javier Muñoz Chumilla

¿Recordáis que entre los yeclanos errantes surgieron muchas facciones además de los Adoradores de la Inmaculada o los Gen Z? Esta es la historia de una de esas facciones, quizá la más ambiciosa y prolífica de todas.

Cuando los yeclanos tuvieron que diseminarse por el mundo tras la desaparición del pueblo, algunos se sintieron despojados de formas de ser que sólo podían desarrollar en los lindes de Yecla, ya fuera porque en otros sitios no los entendían o porque el resto del mundo no estaba preparado para aceptarlos. Entre los muchos que se sintieron rechazados, había un grupo de yeclanos que se jactaba de hacer las cosas abonico. Hablaban abonico, andaban abonico, cocinaban abonico… Pero fuera y sin el pueblo, ¿qué significaba eso? ¿De qué les iba a servir? Los ingleses de Raspay (que no voló) se burlaban de ellos y los corregían diciendo que eso era hacer las cosas softly, que se dejaran de yeclanismos. “¡Ja! ¡Ellos!”, pensaron estos yeclanos con amargura.

Se encabritaron, se encabezonaron y, lo peor (o mejor, según se vea), se unieron para esbaratar semejante injusticia. ¿Qué podían hacer ellos? ¿Qué profesión podrían desempeñar que pudiera convertirlos en imprescindibles para el mundo y obligase a los ingleses (y al resto del mundo) a aceptar sus formas y sus términos? La respuesta no tardó en llegar: hacer las cosas abonico los convertiría en los espías perfectos.

Así nació Espías Abonico S.A. Mientras otros se desgallitaban tratando de atraer la atención del público, estos yeclanos se hicieron un hueco en el mundo del espionaje a base de cabezonería y mucho cuidaíco. Empezaron custodiando las cabras de los pastores jumillanos; saltaron a los equipos de protección civil de algunos pueblos manchegos; y pronto cumplieron sus primeras misiones de infiltración. Como nadie sabía qué era eso de abonico, ni los chinos se percataron cuando un yeclano militó en sus filas y extrajo información sobre la tecnología de la sartén para gachasmigas con mango automático. Enriquecieron a muchas personas que se beneficiaron de sus trabajos, de información robada, de secretos desvelados. Las televisiones de todo el mundo se los rifaban para obtener entrevistas, y los servicios de inteligencia gubernamentales les suplicaban conferencias y clases magistrales.

“Ah, lo haremos, pero lo haremos abonico”, dijo su presidente, Gerardo Silente.

Pero, como sucediera con los Beatles, entraron en juego nuevas piezas que iniciaron un proceso de destrucción agónica que nadie supo prever: el vicepresidente de la empresa y cofundador, Pedro Reposado, se enamoró de una inglesa que regentaba el único restaurante de Raspay: ¡El enemigo! Los ingleses habían quedado humillados hasta el punto de cambiar el título de la canción que popularizó The Fugees: ahora era “Killing me abonico”, y la animadversión era patente.

Los angloparlantes no podían ver a los yeclanos, menos a those ones that do the things abonico. Gerardo había alimentado el fuego sacando camisetas que sustituían el consabido himno inglés de God Save The Queen por God Save Abonico. Los yeclanos no eran menos: jamás se juntaban con esos colonizadores de Raspay y guiris varios. La opinión pública vio en la unión de Pedro con Alice Cry (alias, la guiri) como el advenimiento de nuevos tiempos y mejores relaciones internacionales, pero no fue así y, como siempre, al final ganaron los ingleses.

Alice empezó a sugerir cambios al oído de Pedro: que si los espías trabajarían mejor en silencio, o haciendo las cosas poco a poco, con cauta lentitud, con parsimonia… Y Pedro, enamorado, no se dio cuenta de que la guiri utilizaba su propio idioma (y no el inglés) para que no fuese consciente de que estaba apostatando del yeclanismo; al final, Pedro, obnubilado, olvidó sus orígenes y forzó a la directiva de Espías Abonico SA a implementar los cambios.

Habían conseguido crear marca, diversificarse, hasta el punto de cambiar el Slow Journalism por Periodismo Abonico, el Slow Living por El Vivir Abonico o el Slow Fashion por la Ropa Abonico, pero todo aquello se derrumbó junto a las acciones de la empresa en cuanto ambos fundadores decidieron separarse y seguir rumbos distintos. Gerardo se retiró a un campo en los lindes del páramo vacío de Yecla, amargado y tan solo acompañado de sus veinte perros sordomudos, mientras que Pedro cayó en una espiral de autodestrucción (drogas, rock and roll y mucho ruido, sobre todo mucho ruido) financiada por los millones de pesetas (ah, sí, eso… Ya os contaré) ganadas con la venta del negocio a una empresa fantasma que en realidad pertenecía a los norcoreanos.

El final de la vida de ambos no tardó en llegar: uno, amargado, asolado por la traición, triste como una bajoca pisada; otro, abandonado por Alice en un callejón del Soho londinense con una sobredosis de ruido que lo fulminó al instante, murió con la epifanía de que echaba mucho de menos a su eterno y callado compañero.

Cuando les llegó la muerte, irónicamente, para ambos llegó abonico.


Blog de Javier Muñoz Chumilla

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1 COMENTARIO

  1. Saludos Javier. Todas las cosas vuelan, hubo tiempo de «abonico» , silencios… ahora lo explico.
    Con tanto aire el abonico voló, la contaminación acústica es legendaria en un pueblo que sale a la calle, que por su clima hay mucho contacto, la gente sale mucho, ver un tardeo en la calle s. José… los que vienen de fuera, sobre todo europeos, nos dicen que somos muy escandalosos.
    Como la gente habla muy alto, si te quieres hacer escuchar se tiene que elevar la voz en un bucle infinito.
    Me dicen que los colonos giris de Raspay están volando, que toman el relevo, a los ingleses, los holandeses. Si ya el inglés se nos atraviesa, le pregunten a Feijooo, el holandés todavía más.
    Por señas y abonico.
    Me cuenta mi tío que hubo un tiempo que lo abonico era obligatorio si no querías verte metido entre rejas, época de espías y chivatos.
    Su padre oía abonico «Radio España Independiente» conocida por la «pirenaica» una radio clandestina que difundía información y propaganda anti-franquista en la dictadura, lo contrario que el NO-DO que difundía noticias de la dictadura a grito pelao. La pirenaica estuvo emitiendo durante 35 años.
    ¡¡Memoria histórica!! Estas cosas se han difundido siempre muy abonico.
    Muchos yeclanos/as volaron en aquella época, muy abonico, sin hacer ruido a trabajar a Francia, Alemania… de ahí la película de «Pepe vente para Alemania» con Alfredo Landa. En la película le dice a Pepe, un amigo, que se vaya para Alemania, cuando llega no era lo que esperaba: levantarse a las cinco de la mañana para limpiar cristales y acostarse a las doce después de pegar carteles.
    España un pueblo con un pasado de inmigrantes. Hoy como «nuevos ricos»… nuestra memoria voló.

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