.
✝️ jueves 28 marzo 2024
spot_imgspot_imgspot_imgspot_img
spot_img

Fiebre del sábado noche

No sé por qué algunos recuerdos se quedan grabados en nuestra mente a pesar de que  estos nos parecen insignificantes. Es lo que me ocurre con el día que, junto a mi  hermana y su mejor amiga de siempre, vi por primera vez la película “Fiebre del sábado noche”. 

Fue en la gran sala del Cine Pya, a la que se accedía lateralmente a través de un gran  salón cubierto, que creo que lo fue de baile en otros tiempos.  

Allí estaba yo, involuntariamente (me llevó mi hermana porque no podía dejarme en  casa solo) y discretamente sentado. Y es que, aunque cumplía la norma porque era  “menor pero acompañado”, la película era tolerada solo para mayores de 18 años.  Mejor no llamar la atención. 

Ningún adolescente de aquel entonces podía perderse la película más moderna del  momento, esperada en Yecla durante meses. Entonces, a los cines de Yecla, llegaban las novedades muchos meses después de su estreno en las grandes ciudades. 

Hace unas semanas, en La 2, en el programa que reponen películas clásicas, la volví a  ver. Más de 40 años después, animado por estos buenos recuerdos que les comparto,  me dispuse a disfrutarla de nuevo. Protagonizada por John Travolta, en el papel de Tony  Manero, allí estaba “el tío” y su película. 

Rápidamente, advertí que mis recuerdos estaban incompletos. La misma mente caprichosa parecía haber borrado de mi cabeza algunas escenas que ya eran poco  gratificantes entonces, y que lo son todavía menos ahora: Tony Manero, paseando con un bote de pintura por las calles de Brooklyn, a la vez que acosa a las mujeres con las  que se va cruzando; o la escena en la que el grupo de amigos insulta a una pareja por su homosexualidad; o en la que se comportan como una auténtica e indeseable manada que, dentro del coche común, abusan de una amiga vencida por el alcohol.  

Pude salvar las magníficas escenas de baile de discoteca, lo que más añoraba, y los diálogos duros que mantenía con su fracasado padre. También los impecables pantalones estrechos, muy estrechos, terminados en grandes campanas, acompañados de esas camisas rectas y ceñidas que dejaban ver cadenas de oro enredadas en pelillos del  pecho, esos que la mayoría de los hombres ya no quieren tener.  

El tiempo pasa y las sociedades se transforman, y aunque nos puede dar la sensación de que no es así, pues sí, avanzan; lo hacen de manera muy lenta, lentamente. Solo cuando analizamos un largo recorrido podemos apreciar estos cambios que muestran que la sociedad actual, en muchos aspectos, es mucho mejor que la pasada,  que aquella recreada en la película. 

Al tiempo pasado, podemos añadirle también la comparación. Es decir, cómo ha sido nuestra evolución con relación a otros lugares, a otras ciudades; tendremos así un escenario completo e interesante para concluir cómo de mucho o de poco nos hemos transformado.  

Milán-Yecla

Esta semana, tres años después de la última ocasión, visité de nuevo la Feria del Mueble de Milán. ¿Y adivinan qué sensación me entristeció? Esa misma: que la transformación de nuestra Feria del Mueble, la que debería ser el muestrario socioeconómico de la industria yeclana, también brilla allí por su  ausencia. Que no se transforma, que se muestra invariable, con o sin crisis económica, con el esplendor de la pandemia o sin ella. 

Por supuesto que no se puede comparar la Feria de Yecla con la edición milanesa. A la feria italiana acuden 250.000 visitantes en cada evento (acuden más personas allí en una semana que en 40 años de Feria de Yecla), ni con la dimensión de las empresas de allí, la mayoría italianas y con cifras de facturación de cientos de millones de euros. 

Sin embargo, sí que me preguntaba por qué nuestros esmirriados pabellones siguen siendo los de los años 60, con esos techos bajos, con los angostos pasillos, con los cubículos que constriñen cualquier alarde expositivo. Podrían seguir siendo pequeños, pero bonitos y delicados. 

La fachada principal, el portón de bienvenida, el receptáculo de entrada, la misma siempre. Imagino que a la espera de que, como el mercado central, se transforme también en “referente de la construcción del pasado siglo”. 

No termino de entender el porqué de una puesta en escena tan austera y frugal, independientemente del momento del que se trate. Y tampoco el que haya ausencia total de riesgo en esas puestas en escena. ¿Será que ha calado el dicho aquel de “que otros diseñen por mí”?  

Un hecho de los que me resulta más llamativo es que el alcalde o la alcaldesa de turno sea a la vez presidenta de la feria del mueble, al mismo nivel que un acto folclórico o una fiesta popular. Ya no digamos que pueda interceder en la designación de la dirección del evento. Me recuerda a tempos pretéritos: el alcalde, el farmacéutico, el cura… 

Parece que a nuestra feria la queremos endogámica. El placer de ir paseando por sus pasillos, y de conocernos todos, que podamos saludar a diestro y siniestro con sonrisas, como si no nos hubiéramos visto en meses, mientras vamos vigilando por el rabillo del otro ojo quiénes salen y quiénes entran en cada cubículo. Preferimos la competición local. Cabeza de ratón. 

CETEM

Cetem, otro clásico. Me alegra, sinceramente, ver que hay en Yecla una institución con más de treinta personas preparadas, con sus grados y másteres y que hablan muchos idiomas, investigando e innovando. Nuestros jóvenes se lo merecen. Inexplicable resulta que la mayoría sus desarrollos no aparezcan integrados, de manera cotidiana, en las ofertas de las empresas.

En nuestra Feria del Mueble sí que resulta sencillo imaginarse a Tony Manero paseando por sus pasillos, con su bote de pintura en una mano. También al ritmo del vaivén de sus camales acampanados, que redoblan sobre sus zapatos de charol brillantes.

Mientras, su tupé engominado y tieso. Un tupé retocado a menudo con el pequeño peine, siempre disponible para ser usado y dispuesto en el pequeño bolsillo izquierdo de su camisa, se mantiene impertérrito.


 

Conrado Padilla Marco
Conrado Padilla Marco
“Mi Rincón de Pensar”. Donde con pasión y determinación, mente abierta y creatividad, abrazo las ideas de cambio que, humildemente, creo que pueden ayudar a trasformar mi pueblo, Yecla. Contacta conmigo en conrado.padillam@gmail.com

No sé por qué algunos recuerdos se quedan grabados en nuestra mente a pesar de que  estos nos parecen insignificantes. Es lo que me ocurre con el día que, junto a mi  hermana y su mejor amiga de siempre, vi por primera vez la película “Fiebre del sábado noche”. 

Fue en la gran sala del Cine Pya, a la que se accedía lateralmente a través de un gran  salón cubierto, que creo que lo fue de baile en otros tiempos.  

Allí estaba yo, involuntariamente (me llevó mi hermana porque no podía dejarme en  casa solo) y discretamente sentado. Y es que, aunque cumplía la norma porque era  “menor pero acompañado”, la película era tolerada solo para mayores de 18 años.  Mejor no llamar la atención. 

Ningún adolescente de aquel entonces podía perderse la película más moderna del  momento, esperada en Yecla durante meses. Entonces, a los cines de Yecla, llegaban las novedades muchos meses después de su estreno en las grandes ciudades. 

Hace unas semanas, en La 2, en el programa que reponen películas clásicas, la volví a  ver. Más de 40 años después, animado por estos buenos recuerdos que les comparto,  me dispuse a disfrutarla de nuevo. Protagonizada por John Travolta, en el papel de Tony  Manero, allí estaba “el tío” y su película. 

Rápidamente, advertí que mis recuerdos estaban incompletos. La misma mente caprichosa parecía haber borrado de mi cabeza algunas escenas que ya eran poco  gratificantes entonces, y que lo son todavía menos ahora: Tony Manero, paseando con un bote de pintura por las calles de Brooklyn, a la vez que acosa a las mujeres con las  que se va cruzando; o la escena en la que el grupo de amigos insulta a una pareja por su homosexualidad; o en la que se comportan como una auténtica e indeseable manada que, dentro del coche común, abusan de una amiga vencida por el alcohol.  

Pude salvar las magníficas escenas de baile de discoteca, lo que más añoraba, y los diálogos duros que mantenía con su fracasado padre. También los impecables pantalones estrechos, muy estrechos, terminados en grandes campanas, acompañados de esas camisas rectas y ceñidas que dejaban ver cadenas de oro enredadas en pelillos del  pecho, esos que la mayoría de los hombres ya no quieren tener.  

El tiempo pasa y las sociedades se transforman, y aunque nos puede dar la sensación de que no es así, pues sí, avanzan; lo hacen de manera muy lenta, lentamente. Solo cuando analizamos un largo recorrido podemos apreciar estos cambios que muestran que la sociedad actual, en muchos aspectos, es mucho mejor que la pasada,  que aquella recreada en la película. 

Al tiempo pasado, podemos añadirle también la comparación. Es decir, cómo ha sido nuestra evolución con relación a otros lugares, a otras ciudades; tendremos así un escenario completo e interesante para concluir cómo de mucho o de poco nos hemos transformado.  

Milán-Yecla

Esta semana, tres años después de la última ocasión, visité de nuevo la Feria del Mueble de Milán. ¿Y adivinan qué sensación me entristeció? Esa misma: que la transformación de nuestra Feria del Mueble, la que debería ser el muestrario socioeconómico de la industria yeclana, también brilla allí por su  ausencia. Que no se transforma, que se muestra invariable, con o sin crisis económica, con el esplendor de la pandemia o sin ella. 

Por supuesto que no se puede comparar la Feria de Yecla con la edición milanesa. A la feria italiana acuden 250.000 visitantes en cada evento (acuden más personas allí en una semana que en 40 años de Feria de Yecla), ni con la dimensión de las empresas de allí, la mayoría italianas y con cifras de facturación de cientos de millones de euros. 

Sin embargo, sí que me preguntaba por qué nuestros esmirriados pabellones siguen siendo los de los años 60, con esos techos bajos, con los angostos pasillos, con los cubículos que constriñen cualquier alarde expositivo. Podrían seguir siendo pequeños, pero bonitos y delicados. 

La fachada principal, el portón de bienvenida, el receptáculo de entrada, la misma siempre. Imagino que a la espera de que, como el mercado central, se transforme también en “referente de la construcción del pasado siglo”. 

No termino de entender el porqué de una puesta en escena tan austera y frugal, independientemente del momento del que se trate. Y tampoco el que haya ausencia total de riesgo en esas puestas en escena. ¿Será que ha calado el dicho aquel de “que otros diseñen por mí”?  

Un hecho de los que me resulta más llamativo es que el alcalde o la alcaldesa de turno sea a la vez presidenta de la feria del mueble, al mismo nivel que un acto folclórico o una fiesta popular. Ya no digamos que pueda interceder en la designación de la dirección del evento. Me recuerda a tempos pretéritos: el alcalde, el farmacéutico, el cura… 

Parece que a nuestra feria la queremos endogámica. El placer de ir paseando por sus pasillos, y de conocernos todos, que podamos saludar a diestro y siniestro con sonrisas, como si no nos hubiéramos visto en meses, mientras vamos vigilando por el rabillo del otro ojo quiénes salen y quiénes entran en cada cubículo. Preferimos la competición local. Cabeza de ratón. 

CETEM

Cetem, otro clásico. Me alegra, sinceramente, ver que hay en Yecla una institución con más de treinta personas preparadas, con sus grados y másteres y que hablan muchos idiomas, investigando e innovando. Nuestros jóvenes se lo merecen. Inexplicable resulta que la mayoría sus desarrollos no aparezcan integrados, de manera cotidiana, en las ofertas de las empresas.

En nuestra Feria del Mueble sí que resulta sencillo imaginarse a Tony Manero paseando por sus pasillos, con su bote de pintura en una mano. También al ritmo del vaivén de sus camales acampanados, que redoblan sobre sus zapatos de charol brillantes.

Mientras, su tupé engominado y tieso. Un tupé retocado a menudo con el pequeño peine, siempre disponible para ser usado y dispuesto en el pequeño bolsillo izquierdo de su camisa, se mantiene impertérrito.


 

Conrado Padilla Marco
Conrado Padilla Marco
“Mi Rincón de Pensar”. Donde con pasión y determinación, mente abierta y creatividad, abrazo las ideas de cambio que, humildemente, creo que pueden ayudar a trasformar mi pueblo, Yecla. Contacta conmigo en conrado.padillam@gmail.com
uscríbete EPY

¿Quieres añadir un nuevo comentario?

Hazte EPY Premium, es gratuito.

Hazte Premium

3 COMENTARIOS

  1. Menternesío Cupercico con tus recuerdicos, ains, que desplomico madao!! Mi primerica película en una sala sinematográfica, creo que fue en el sine Rex, con mis padresicos, los dó y mi hermano mayó, Jesú, que en pá descanse, yo soy la segunda. Se titulaba Los Aventureros de Lucky Lady. Parece que estoy alli sentá mirando a mi madre. Aún nohabía comulgao, seguro. Hay!!! menternesío!!!! En cuanto a lo que dise el Conraico, poresta vé estoy deacuerdico con él. Es una penica vé siempre iguá la fachadica de la Feria y la curpa la tienen to los empresarios que solo quieren sacá barriga disiendo que son los dirigentes de la feria, pa haserse la fotico cuando bienen los políticos y aparentá. Pero aparentá qué, digo yo pa misadentros? Dise mi Chiscurri, que le han dicho que si no cobrara ningun empresario por í a la reunione que la feria habría cerrao hace un potosí. Digo yo que eso tendría que sé por temporadas, cada temporada unos empresarios a zuertes a dirigir y ansi no habría aprovechamientos de acapará a clientes buenos. Y así iría a la feria toas la empresas y no solo los enchufaos.

  2. Un saludo Conrado.
    Sobre el cine lo que recuerdo y cuento es la primera vez que mis padres me dejaron ir al cine solo (con algún amigo). Fue en el cine Regio en «gallinero» que era la entrada más barata.
    La película que echaron fue: «Los cañones de Navarone». Con unos protagonistas excepcionales, Gregory Peck, Anthony Quinn, David Niven… Una película de acción sobre la II GM. El asunto era destruir unos enormes cañones nazis en la isla griega de Navarone.
    Siempre recuerdo ir solo al cine como mi «puesta de largo» que creo que es pasar al siguiente escalón de ser niño.
    Sobre la Feria del mueble de Yecla, algunos dicen que se recoge lo que se siembra. ¿Qué es poca cosecha? Hay que sembrar más, con proyectos y unidad.
    Nunca entendí mucho lo de Travolta. Pero si una película que marca época.

Conrado Padilla Marco
Conrado Padilla Marco
“Mi Rincón de Pensar”. Donde con pasión y determinación, mente abierta y creatividad, abrazo las ideas de cambio que, humildemente, creo que pueden ayudar a trasformar mi pueblo, Yecla. Contacta conmigo en conrado.padillam@gmail.com
- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img

Servicios

Demanda empleo Oferta empleo
Compra Venta
Canal inmobiliario Farmacia
Teléfono interes Autobuses