“La educación debe ensayar el futuro que soñamos”. Ojo de Agua
Voy a contaros uno de los proyectos que enamora a los niños y niñas de nuestra clase y que venimos desarrollando ya dos cursos. Uno de los más interesantes que he realizado en mi trayectoria como maestra. Es el que he llamado “Filosofía para Niñxs”.
Nació como una necesidad de preservar la particular mirada que cada ser, en los comienzos de su vida, tiene con su propio sentir y pensar en la naturaleza de las cosas que forman parte de su mundo, antes de que el pensamiento de los adultos cubra con su ciencia, la espontaneidad del ser.
Se trata de un mirar hacia dentro, un conectar con las emociones y poner palabras a lo que está en las profundidades de cada criatura, para así tomar conciencia, contrastar con los iguales y elaborar, al ritmo de la niñez -ese ritmo que no tiene tiempo- el mundo que nos rodea y la magia de todo lo que tiene que ver con él.
Amor a la sabiduría
En la escuela, como fuente activa generadora de conocimiento, jugamos a la filosofía como “amor a la sabiduría” con esta tan antigua disciplina del intelecto: “el alimento del alma”, como solía llamarla Gandhi. En nuestra clase, una de nuestras máximas es ejercitar la libertad de pensamiento desde pequeñitos, no como un ejercicio tangencial, sino más exactamente como una manera de Ser y Estar en la vida.
Todos los días dedicamos un tiempo a pensar, no a copiar ni a repetir, sino a dar forma a todo lo que se mueve en el interior y a partir de ahí crecemos en Lengua (lo convertimos en palabras orales y escritas), en Ciencias (lo relacionamos con el mundo), en artística (lo representamos) y ¡hasta en matemáticas es posible! (miremos a tantos sabios griegos…)
Con nuestro proyecto filosofal, damos una coherencia y un sentido a nuestras vidas, porque vamos entendiendo el mundo y su funcionamiento, conseguimos encajar las partes que lo conforman y vamos sintiendo que también siendo niños tenemos una opinión que dar y que aportar al mundo, además, y esto es crucial, preservamos nuestra esencia. El pensamiento es como un puzle incompleto y las piezas que nos faltan, las tienen los demás. Dialogar juntos es encontrar esas piezas que completan nuestro puzle.
Diálogos socráticos
Y… ¿cómo lo hacemos? Trabajamos a partir de diálogos socráticos: yo, como acompañante del proceso, no doy respuestas, sólo formulo y devuelvo preguntas. Los niños no necesitan respuestas, las hay por todos lados. Necesitamos interrogantes para crear nuestras propias respuestas.
Cuando un niño empieza a filosofar se da cuenta de que eso le convierte en un ser más riguroso. La filosofía es un saber que nos hace críticos, creativos y cuidadosos, con ella los niños trabajan diversas habilidades de pensamiento: pensamiento crítico (independiente), creativo (resolución de problemas), analógico, pero también democrático. Reflexionando sobre la vida los niños se dan cuenta de las cosas que son injustas o no funcionan y despiertan su deseo de cambiarlas.
Por tanto, la filosofía nos hace mejores ciudadanos, algo que todos debemos de ser desde pequeños y no solo como adultos. La filosofía también da carácter y crea individualidad, al ir conformando pensamiento propio, además de eliminar prejuicios y estereotipos que todos cargamos en nuestra particular mochila, al contrastar la verdad que se desvela cuando pensamiento y reflexión se activan.
Trabajamos de manera natural con la frustración. Cuando ves que el otro siente y piensa distinto tienes que aceptarlo y negociar, no queda otra, buscando una posición intermedia para llegar a un acuerdo. Entramos en procesos de negociación y consenso. Ese trabajo implica una actitud de ser y estar que nos habla de nuestra propia identidad, de quiénes somos, qué queremos y cuál es el sentido que hemos elegido para transitar nuestro camino aquí.
Una niñez más filosófica
Necesitamos una niñez más filosófica. Parafraseando a Jordi Nomen, autor de “El niño filósofo”: Las humanidades nos humanizan y renunciar a las humanidades es renunciar a la humanidad.
Mi mirada sobre la esencia o naturaleza humana, es de confianza en los procesos de la infancia y en su dimensión instintiva, y bajo esta perspectiva oriento la acción educativa en aras de “crear” pensamiento, en lugar de copiar o “domesticar” éste último.
Al principio cuesta trabajo, reproducir pensamiento es más fácil que producirlo, pero nuestro camino transita una pedagogía fundamentada en la libertad de experimentación con la palabra y el entendimiento, ofreciendo al niño espacios de confianza, de reflexión, de libertad, donde vamos encendiendo las “luces” del pensamiento. Una acción dirigida a favorecer la creatividad, la comunicación con sentido, la individualidad, la originalidad y la potencialidad así como la riqueza del ser.
Conectar con el deseo de saber
En estos espacios, conectamos con el deseo de saber, de conocer, en definitiva de crecer, aprendiendo a sentirse sabio/a y conocedor/a, sabiendo que unx es escuchadx y respetadx por el mundo que le rodea cada día, por todxs otrxs pequeñxs grandes filósofxs, que se abren camino y que lo transitan junto a él/ella.
Como acompañante de estos procesos, “filosofía para niños” es una auténtica fuente de crecimiento personal y profesional y supone cada día una ruptura con la cultura adultocéntrica establecida y con la que funcionamos, para retornar a la frescura del ser espontáneo que alberga y representa la infancia en su más puro estado, a ese lugar donde todo puede nacer de nuevo. Cuando la infancia comienza los procesos de pensamiento libre dejando a un lado la repetición de contenidos brotan las sorpresas: florece la ciencia, brilla el pensamiento crítico y aparece la tan enriquecida y que tanto me gusta llamar: “Cultura de la Infancia”.
Crecimiento día a día para mí como maestra, en Filosofía para Niñxs, en lo que es fundamental para mi profesión hacia nuevas formas de comprender, cuidar y amar la infancia.
Crecimiento día a día para mis alumnos y alumnas en lo que es fundamental para ellxs, la filosofía para niños versus la sabiduría del ser.
“Hemos nacido, vamos a morir, en el entremedio tenemos las oportunidades para amar y crear”, Mohsin Hamid.
Artículo de Virginia García Soriano
Maestra y madre
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