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🍁 miércoles 13 noviembre 2024
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Pedja Banovic y Damir Rasic

En un mundo saturado de guerras, conflictos e invasiones; les voy a contar una historia de esas que podrían ser ciertas.

Estos días han pasado por Yecla para visitar a mi hija Rocío y a Fulgen mi yerno, dos amigos que ella conoció en Valencia hace veinte años. Por cuestiones laborales y al tiempo perdieron el contacto, y casualidades del destino, hace poco volvió a saber de ellos -después de tanto-, y por consiguiente retomaron la amistad.

Pedja Banovic es de Serbia y tenía 16 años cuando en la antigua Yugoslavia estalló la guerra. Damir Rasic es de Croacia y acababa de cumplir los 12 en las navidades de aquel fatídico 1991 que supuso un polvorín de tensión, violentos enfrentamientos independencias y divisiones territoriales que derivó en una guerra que afortunadamente acabó en 2001. Siendo ellos muy jóvenes sufrieron la barbarie, cada uno a su manera, por todo aquello que la masacre de una guerra conlleva.

Con pocas ganas de hablar del tema porque se emocionan y saben que las guerras son una aberración y porque de alguna manera fue un enfrentamiento entre hermanos, la Guerra de Yugoslavia o también llamada Guerra de los Balcanes, como todos los conflictos, y tenemos la evidencia de Rusia y Ucrania, o más reciente, la de hace más de medio siglo, y reavivada en los últimos meses, entre Israel y Palestina. Una franja asolada, cuando cada trozo de tierra está abrevado por los sudores de sus gentes y sus memorias y los derechos humanos están al borde del colapso.

La sinrazón de las guerras, desafiando al tiempo y a los acontecimientos, las carga el “diablo”, siempre por razones culturales, económicas, políticas, étnicas o religiosas, creo que no hay otras, cinco motivos sin razón, como los cinco dedos de la mano.

Pensativos, Pedja y Damir, nos contaban, que cuando eran jóvenes, y hasta hace pocos años, por aquello de la ocultación de quienes formaron parte de la masacre, ninguno de los dos sabía lo sucedido a la otra parte. No supieron la verdad, lo mismo que ahora, donde muchísimos rusos desconocen la crueldad producida en Ucrania.

En un mundo en que desde hace siglos, la vida pende de un hilo, la atrocidad de una guerra siempre es irreparable, porque las consecuencias pueden ser imprevisibles entre el infinito y sonrosado cielo, cuando entre países o regiones, incluso de manera apresurada, se antepone el rencor, la prepotencia y la envidia.

Siempre me ha llamado la atención la forma de sobreponerse de estos países por ejemplo en materia deportiva, lo cual es relevante, cuando tanto a nivel individual como colectivo cuentan con grandes figuras, lo que demuestra que en el siglo pasado Yugoslavia era toda una potencia deportiva.

Hasta aquí puedo leer y no quiero meterme más hondo, ni muchos menos en camisa de once varas, sobre ese periodo negro en la historia en esta Europa. Lo cierto es, que siempre hay miles y miles de muertos, entre civiles y militares y muchísimas personas heridas de consecuencias irreparables víctimas de por vida.

Pues bien, la vida tiene contrastes hermosos por los que merece la pena levantarse y aquí le presento a quienes a partir de hoy también considero mis amigos.

Pedja Banovic, el serbio y el mayor de este gran tándem, es escritor y autor de juegos de lógica y pasatiempos, y está a punto de publicar un libro en EE.UU. En alguna librería de Yecla pueden encontrar algún ejemplar en el que figuran parte de sus entretenimientos, bajo el nombre de la editorial para la que trabaja.

Damir Rasic, el croata, es matemático de una importante firma germana, y su oficio consiste en analizar empresas de cierta relevancia para valorar la rentabilidad, estudios de marcas y mercados, cuya explicación de su actividad me resulta más compleja.

Dicho todo lo cual, ambos dos yendo cada uno por su lado, se conocieron en Valencia, allá por el año 2004, ya que como consecuencia de la guerra habían salido para buscar experiencias nuevas y desde entonces bajo el sol con las ondulaciones de la vida, son pareja.

En la actualidad residen en Berlín, esta gran ciudad alemana que tuvo casi durante tres décadas la vergüenza de estar amurallada, otra infamia de la historia.

Ellos son dos personas extraordinarias y muy inteligentes, y porque la riqueza de la vida es así, se quieren. Después de saborear unas muestras de nuestra gastronomía yeclana, y realizar una singular ruta turística por estos lares, para adjuntar otra página a su álbum de recuerdos, ya están de vuelta en Alemania.

Cuando me acuesto cada noche, no sé si me voy a levantar a la mañana siguiente, y en la mayoría de ocasiones desconozco que me puedo encontrar para que pueda ser un aliciente.

a Pedja y Damir.


Blog de José Antonio Ortega

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

En un mundo saturado de guerras, conflictos e invasiones; les voy a contar una historia de esas que podrían ser ciertas.

Estos días han pasado por Yecla para visitar a mi hija Rocío y a Fulgen mi yerno, dos amigos que ella conoció en Valencia hace veinte años. Por cuestiones laborales y al tiempo perdieron el contacto, y casualidades del destino, hace poco volvió a saber de ellos -después de tanto-, y por consiguiente retomaron la amistad.

Pedja Banovic es de Serbia y tenía 16 años cuando en la antigua Yugoslavia estalló la guerra. Damir Rasic es de Croacia y acababa de cumplir los 12 en las navidades de aquel fatídico 1991 que supuso un polvorín de tensión, violentos enfrentamientos independencias y divisiones territoriales que derivó en una guerra que afortunadamente acabó en 2001. Siendo ellos muy jóvenes sufrieron la barbarie, cada uno a su manera, por todo aquello que la masacre de una guerra conlleva.

Con pocas ganas de hablar del tema porque se emocionan y saben que las guerras son una aberración y porque de alguna manera fue un enfrentamiento entre hermanos, la Guerra de Yugoslavia o también llamada Guerra de los Balcanes, como todos los conflictos, y tenemos la evidencia de Rusia y Ucrania, o más reciente, la de hace más de medio siglo, y reavivada en los últimos meses, entre Israel y Palestina. Una franja asolada, cuando cada trozo de tierra está abrevado por los sudores de sus gentes y sus memorias y los derechos humanos están al borde del colapso.

La sinrazón de las guerras, desafiando al tiempo y a los acontecimientos, las carga el “diablo”, siempre por razones culturales, económicas, políticas, étnicas o religiosas, creo que no hay otras, cinco motivos sin razón, como los cinco dedos de la mano.

Pensativos, Pedja y Damir, nos contaban, que cuando eran jóvenes, y hasta hace pocos años, por aquello de la ocultación de quienes formaron parte de la masacre, ninguno de los dos sabía lo sucedido a la otra parte. No supieron la verdad, lo mismo que ahora, donde muchísimos rusos desconocen la crueldad producida en Ucrania.

En un mundo en que desde hace siglos, la vida pende de un hilo, la atrocidad de una guerra siempre es irreparable, porque las consecuencias pueden ser imprevisibles entre el infinito y sonrosado cielo, cuando entre países o regiones, incluso de manera apresurada, se antepone el rencor, la prepotencia y la envidia.

Siempre me ha llamado la atención la forma de sobreponerse de estos países por ejemplo en materia deportiva, lo cual es relevante, cuando tanto a nivel individual como colectivo cuentan con grandes figuras, lo que demuestra que en el siglo pasado Yugoslavia era toda una potencia deportiva.

Hasta aquí puedo leer y no quiero meterme más hondo, ni muchos menos en camisa de once varas, sobre ese periodo negro en la historia en esta Europa. Lo cierto es, que siempre hay miles y miles de muertos, entre civiles y militares y muchísimas personas heridas de consecuencias irreparables víctimas de por vida.

Pues bien, la vida tiene contrastes hermosos por los que merece la pena levantarse y aquí le presento a quienes a partir de hoy también considero mis amigos.

Pedja Banovic, el serbio y el mayor de este gran tándem, es escritor y autor de juegos de lógica y pasatiempos, y está a punto de publicar un libro en EE.UU. En alguna librería de Yecla pueden encontrar algún ejemplar en el que figuran parte de sus entretenimientos, bajo el nombre de la editorial para la que trabaja.

Damir Rasic, el croata, es matemático de una importante firma germana, y su oficio consiste en analizar empresas de cierta relevancia para valorar la rentabilidad, estudios de marcas y mercados, cuya explicación de su actividad me resulta más compleja.

Dicho todo lo cual, ambos dos yendo cada uno por su lado, se conocieron en Valencia, allá por el año 2004, ya que como consecuencia de la guerra habían salido para buscar experiencias nuevas y desde entonces bajo el sol con las ondulaciones de la vida, son pareja.

En la actualidad residen en Berlín, esta gran ciudad alemana que tuvo casi durante tres décadas la vergüenza de estar amurallada, otra infamia de la historia.

Ellos son dos personas extraordinarias y muy inteligentes, y porque la riqueza de la vida es así, se quieren. Después de saborear unas muestras de nuestra gastronomía yeclana, y realizar una singular ruta turística por estos lares, para adjuntar otra página a su álbum de recuerdos, ya están de vuelta en Alemania.

Cuando me acuesto cada noche, no sé si me voy a levantar a la mañana siguiente, y en la mayoría de ocasiones desconozco que me puedo encontrar para que pueda ser un aliciente.

a Pedja y Damir.


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1 COMENTARIO

  1. En materia deportiva se sobrepusieron porque Yugoslavia, después de la II GM fue la nación del baloncesto. Tenían una fama increíble.
    En tiempos de la dictadura en España, los muy jóvenes jugábamos detrás del hospitalico que había un corralón, creo que era de la iglesia, al baloncesto. Le pusimos al equipo donde jugaba el nombre del «Estrella Roja» uno de los equipos Yugoslavos con gran fama, junto a otros como el Partizan de Belgrado y otros. En esa época ponerle el nombre del Estrella Roja nos trajo algún inconveniente.

    «Cuando hay fuego quedan brasas, las brasas del baloncesto Yugoslavo eran muchas»
    De ahí lo relativamente fácil en reponerse en ese deporte y otros.
    Las guerras de ahora son por intereses geoestratégicos, es decir, en este orden; económicos y políticos.
    Creo que lo dijo Mao: «las guerras es hacer política de otra manera». La más atroz.

    Bienvenidos serbio y croata. Yecla es un pueblo acogedor. Nuestros antepasados, hace años, los tuvieron que acoger en muchas parte del mundo, tenemos memoria histórica y sabemos reconocer el valor que tienen las acogidas en esos malos momentos.
    Así de bien os acogemos en Yecla, unas gachasmigas, un arroz con conejo y si se tercia unos gazpachos o (de las de antes) pelotas.

José Antonio Ortega
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