Hay una lectura con una cuestión ética: 880 millones de personas pasan hambre en el mundo, según los últimos informes de la FAO, un toque moral, dentro de tanta abundancia, si un tercio de la población sufre duramente el azote del hambre.
Desperdiciamos comida porque llenamos demasiado el carro de la compra; vamos a una ceremonia y sobra la mitad; no recordamos que tenemos este o aquel alimento y compramos otro, y después vemos que lo teníamos y está pasado de fecha.
Tiramos más comida en verano que en invierno, gesto penoso que a diario se hace, en casa, industrias, cadenas alimenticias y restaurantes, no valen excusas todos lo hacemos alguna vez, los contenedores están bien alimentados.
Tantas tonterías y “caprichos”, cuarenta clases de pan; de leche; de yogures. Muchas marcas diferentes; aceites; conservas; pastas; la fruta que no sabe a nada; los derivados de la carne, darían para una tesis; esto no lo quiero, así no me gusta o esto otro tampoco.
Un sistema con una publicidad muy cuestionable, no me atreveré a decir que engañosa, donde se indica que ese alimento es artesanal, tiene ingredientes naturales o facilita el bienestar digestivo, se valoran niveles altos de grasa y el desequilibrio, para promocionar algunos productos además de medicamentos, como por ejemplo el colesterol.
Estamos comiendo “basura”, y es demasiada la que echamos al cubo. Antes como había poco, se aprovechaba y valoraba mucho más. Prima el envoltorio; parece ser que las cosas nos entran por la vista y comemos con los ojos, manipulados por la presentación a los consumidores, mediante un estudiado y perspicaz proceso de marketing. Todo va a parar al buche y nos lo tragamos sin masticar.
Por ello, si nos saciamos, no debe darnos reparo el llevarnos en un recipiente, aquella parte del menú que nos sobra en un restaurante, a expensas de lo que digan por aquello del que dirán, una fórmula que ya se viene aplicando con la que deberíamos familiarizarnos y fomentar.
Hay causas que probablemente no tienen solución, y esta es una de ellas. Esta no es una conclusión disparatada, de igual manera hagamos autocrítica, aunque haya una insuficiencia en la respuesta. ¿Por qué tiramos tanta comida?
No todo el mundo pasa por la vida por una circunstancia que le cambió, hasta tal punto que ya no volvió a ser el de antes; un sofoco de vergüenza deberíamos sentir, porque todavía existan niños que no tengan que llevarse a la boca.
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