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🍁 martes 03 diciembre 2024
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La traición de los espejos

El mundo se nos muestra amplificado y ya no existen lugares ocultos para las miradas de los espectadores: Nos han mostrado la Capilla Sixtina en tres dimensiones ampliando las pinturas hasta apreciar las pinceladas del artista o hemos visto radiografías de cuadros de Velázquez a través de nuestras pantallas, con una precisión que nuestros ojos no serían capaces de apreciar. Asistimos diariamente al asesinato de niños en directo, a la intimidad de narcisistas o a las estupideces de insensatos charlatanes.

Podemos apreciar la grandiosidad de las pirámides de Teotihuacán como si estuviéramos ascendiendo peldaño a peldaño, pero nunca nos hemos parado a preguntar a una persona que pasó a nuestro lado llorando, si necesitaba ayuda.

Hemos podido conocer la apariencia de los ácaros o los lugares más recónditos del universo y conociendo millones de datos totalmente inútiles, pero no entendemos cómo funcionan las cosas elementales de la vida. Nos mostraron la apariencia laberíntica y acuosa del cerebro humano con máxima definición, o los intestinos con tanto detalle como lo ve un cirujano, mientras viajamos en autobús, pero cuando nos miramos en el espejo huimos rápidamente por miedo a enfrentarnos a la verdad.

Los espejos son traicioneros.

Somos como dioses porque podemos mirar desde Google Maps todos los rincones del planeta sin pasar frio ni calor; pero a todo esto no le damos importancia, sobre todo la gente más joven, porque ya nacieron abrigados por la luz tentadora de las pantallas.
¿Somos capaces de asegurar que los colores que vemos son reales? Nuestros cerebros se han deformado de tal manera por la luminosidad plana de los dispositivos electrónicos, que cuando miramos la vida sin filtros nos parece que el mundo se agrisa por momentos. Y es que la vida al natural tiene un color más serenado y apacible.

Amanecen días preciosos que quedan enturbiados por el excesivo brillo de los neones.
Dicen que si te miras en el espejo fijamente durante diez minutos con poca luz y repites las palabras Bloody Mary varias veces, acabas viendo en tu rostro las caras de familiares fallecidos o la jeta de alguna extraña aparición, depende de lo sugestionable que seas; con las redes sociales pasa algo parecido, a base de añadir fotos mostrando posturitas y platos de cocina elaborada en restaurantes de medio pelo, acabas creyendo que vives en un mundo perfecto y que tu belleza es irresistible.

Lo más llamativo de estos fenómenos, reside en la diferencia entre lo que somos y lo que los demás conocen de nosotros, ahí se esconde parte del secreto de la falsedad de muchas vidas. Da pena ver tanto ingenuo intentando presentarse impolutos, recién peinado y sonriendo sin ganas.

Los espejos devuelven imágenes ingratas y por eso es fundamental proyectar una imagen de apariencia interesante y cada mañana salen a la calle multitudes de gentes disfrazas de felicidad, complacientes y maquillados. Nadie quiere aparecer como en los espejos deformados de las ferias y enmascaran su apariencia verdadera para que los demás le puedan colocar una etiqueta, porque una persona sin identidad es lo más parecido a la invisibilidad.

Parece ser que los espejos se inventaron hace más de ocho mil años. También los primitivos hombres de Mesopotamia necesitaban ver sus reflejos para saber como eran. Aunque en realidad lo que más ha preocupado siempre a los humanos, es como los ven los demás y ahí reside su gran drama:

Como nos ven los amigos, los amantes, los vigilantes de la moral o Dios. Y mientras nos acicalamos el alma y el gesto para ser aceptados, perdemos la esencia, la mágica virtud diferenciadora que heredamos de nuestros ancestros.

Inventaron avatares y realidades paralelas para un juegos de camuflaje y distracción, porque exponerse en publico de manera natural a muchos les resulta insulso. Y eso me recuerda a los carnavales, que son el juego más gratificante ideado por los humanos para consuelo y alivio de la existencia monótona e ingrata.

También es verdad que a veces ocultar lo importante y exhibir lo superfluo te mantiene vivo y a salvo.

Las princesas ya no preguntan a los espejos, buscan likes en Tiktok.

Vicente Chumilla
Vicente Chumilla
Pintor y grabador yeclano. Colaborador de elperiodicodeyecla.com con artículos sobre Yecla o temas relacionados con el arte y su localidad natal.

El mundo se nos muestra amplificado y ya no existen lugares ocultos para las miradas de los espectadores: Nos han mostrado la Capilla Sixtina en tres dimensiones ampliando las pinturas hasta apreciar las pinceladas del artista o hemos visto radiografías de cuadros de Velázquez a través de nuestras pantallas, con una precisión que nuestros ojos no serían capaces de apreciar. Asistimos diariamente al asesinato de niños en directo, a la intimidad de narcisistas o a las estupideces de insensatos charlatanes.

Podemos apreciar la grandiosidad de las pirámides de Teotihuacán como si estuviéramos ascendiendo peldaño a peldaño, pero nunca nos hemos parado a preguntar a una persona que pasó a nuestro lado llorando, si necesitaba ayuda.

Hemos podido conocer la apariencia de los ácaros o los lugares más recónditos del universo y conociendo millones de datos totalmente inútiles, pero no entendemos cómo funcionan las cosas elementales de la vida. Nos mostraron la apariencia laberíntica y acuosa del cerebro humano con máxima definición, o los intestinos con tanto detalle como lo ve un cirujano, mientras viajamos en autobús, pero cuando nos miramos en el espejo huimos rápidamente por miedo a enfrentarnos a la verdad.

Los espejos son traicioneros.

Somos como dioses porque podemos mirar desde Google Maps todos los rincones del planeta sin pasar frio ni calor; pero a todo esto no le damos importancia, sobre todo la gente más joven, porque ya nacieron abrigados por la luz tentadora de las pantallas.
¿Somos capaces de asegurar que los colores que vemos son reales? Nuestros cerebros se han deformado de tal manera por la luminosidad plana de los dispositivos electrónicos, que cuando miramos la vida sin filtros nos parece que el mundo se agrisa por momentos. Y es que la vida al natural tiene un color más serenado y apacible.

Amanecen días preciosos que quedan enturbiados por el excesivo brillo de los neones.
Dicen que si te miras en el espejo fijamente durante diez minutos con poca luz y repites las palabras Bloody Mary varias veces, acabas viendo en tu rostro las caras de familiares fallecidos o la jeta de alguna extraña aparición, depende de lo sugestionable que seas; con las redes sociales pasa algo parecido, a base de añadir fotos mostrando posturitas y platos de cocina elaborada en restaurantes de medio pelo, acabas creyendo que vives en un mundo perfecto y que tu belleza es irresistible.

Lo más llamativo de estos fenómenos, reside en la diferencia entre lo que somos y lo que los demás conocen de nosotros, ahí se esconde parte del secreto de la falsedad de muchas vidas. Da pena ver tanto ingenuo intentando presentarse impolutos, recién peinado y sonriendo sin ganas.

Los espejos devuelven imágenes ingratas y por eso es fundamental proyectar una imagen de apariencia interesante y cada mañana salen a la calle multitudes de gentes disfrazas de felicidad, complacientes y maquillados. Nadie quiere aparecer como en los espejos deformados de las ferias y enmascaran su apariencia verdadera para que los demás le puedan colocar una etiqueta, porque una persona sin identidad es lo más parecido a la invisibilidad.

Parece ser que los espejos se inventaron hace más de ocho mil años. También los primitivos hombres de Mesopotamia necesitaban ver sus reflejos para saber como eran. Aunque en realidad lo que más ha preocupado siempre a los humanos, es como los ven los demás y ahí reside su gran drama:

Como nos ven los amigos, los amantes, los vigilantes de la moral o Dios. Y mientras nos acicalamos el alma y el gesto para ser aceptados, perdemos la esencia, la mágica virtud diferenciadora que heredamos de nuestros ancestros.

Inventaron avatares y realidades paralelas para un juegos de camuflaje y distracción, porque exponerse en publico de manera natural a muchos les resulta insulso. Y eso me recuerda a los carnavales, que son el juego más gratificante ideado por los humanos para consuelo y alivio de la existencia monótona e ingrata.

También es verdad que a veces ocultar lo importante y exhibir lo superfluo te mantiene vivo y a salvo.

Las princesas ya no preguntan a los espejos, buscan likes en Tiktok.

Vicente Chumilla
Vicente Chumilla
Pintor y grabador yeclano. Colaborador de elperiodicodeyecla.com con artículos sobre Yecla o temas relacionados con el arte y su localidad natal.
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Pintor y grabador yeclano. Colaborador de elperiodicodeyecla.com con artículos sobre Yecla o temas relacionados con el arte y su localidad natal.
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