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🌼 sábado 27 abril 2024
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Un enfoque científico para combatir la obesidad infantil en España

España se ubica como el tercer país europeo con mayor prevalencia de sobrepeso y cuarto en obesidad infantil. El estudio Pasos 2019 tradujo estas cifras a palabras y demostró que la obesidad infantil en España ya es una epidemia. El impacto que tiene en el desarrollo de niños y adolescentes es cada vez mayor, como así también lo es el desafío de revertir esta tendencia. 

Crecer sano es un reto al que se enfrentan los niños españoles. Esto debido a diferentes factores como la dificultad que experimentan algunos a la hora de acceder a una alimentación adecuada o de encontrar espacios apropiados y tiempo para realizar actividad física. Según datos aportados en el marco del Plan Estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil (2022-2030), esta situación afecta principalmente a las infancias que viven en hogares con rentas bajas que se estima, tienen el doble de posibilidades de desarrollar obesidad. 

Ante la complejidad de semejante problemática, los expertos coinciden en la necesidad de adoptar un enfoque holístico. Así lo han manifestado durante la Reunión de Alto Nivel llevada a cabo en Palma de Mallorca pocos días atrás. Un marco integral para reducir la obesidad, promover la salud y el bienestar infantil, fue el lema de este encuentro que puso el foco en la necesidad de colaborar e implicar a todos los sectores en la lucha contra la obesidad infantil. 

También se enfatizó en la importancia de implementar medidas destinadas a la prevención, acompañadas de iniciativas enfocadas a la promoción de hábitos saludables. Como por ejemplo, campañas de concienciación sobre los beneficios para la salud de la dieta mediterránea, junto a programas educativos sobre sostenibilidad alimentaria o programas de promoción de la actividad física y el deporte.

Fomentar estilos de vida saludables es uno de los pilares fundamentales para lograr que los niños crezcan de forma sana. Es por ello que se requieren políticas destinadas a promover estos estilos de vida saludables basados en la alimentación sana, la actividad física, el bienestar emocional y los buenos hábitos de descanso. Esto sin perder de vista un principio fundamental que debe guiar toda política: la evidencia científica. 

Al igual que sucede con las iniciativas previstas dentro del Plan Estratégico Nacional, cualquier medida destinada a abordar la obesidad infantil debe ser desarrollada desde el mejor conocimiento científico disponible. Aunque parezca una obviedad, las iniciativas sin sustento científico son más frecuentes de lo que se cree y acaban perjudicando el resto de esfuerzos. Como ha sucedido con la herramienta Nutri-Score.

El Nutri-Score es un modelo de etiquetado nutricional que fue desarrollado en Francia, en teoría, con el fin de informar a los consumidores y ayudarles a tomar decisiones de compra saludables. España se había comprometido a adoptarlo, pero pronto surgieron dudas sobre su poca adaptación a la dieta de los españoles. 

El logo presenta un formato de semáforo de colores y letras que otorgan una clasificación a cada producto, en función de un cálculo determinado por un algoritmo. Lo que en principio parecía una buena idea, acabó siendo un desacierto, debido a la poca evidencia científica detrás del desarrollo del algoritmo que otorga las notas. Este algoritmo ha ido “evolucionado”, es decir que las calificaciones de los alimentos han ido variando a lo largo del tiempo, pese a que los productos no han sido reformulados. Esto representa un verdadero problema debido a que el objetivo detrás del etiquetado es informar y acaba desinformando a los consumidores al promover clasificaciones confusas.

«El algoritmo que configura la nota del Nutri-Score es público y la industria alimentaria ha encontrado la forma de maximizar los puntos positivos y minimizar los negativos”, explicaba Antonio Rodríguez, ingeniero y autor de La vida es más dulce sin azúcar. Un caso conocido es el de los cereales para niños Chocapic de Nestlé que obtienen actualmente la clasificación Nutri-Score más alta.

Fue el profesor y tecnólogo de alimentos, Miguel Ángel Lurueña quien reveló el caso de los Chocapic y explicó que el producto obtiene una etiqueta que incentiva su consumo, a pesar de tener casi 25 gramos de azúcar añadido en 100g de producto. Una cantidad con la que se alcanza el máximo diario recomendado por la OMS. Al verse acorralados por las críticas, los desarrolladores del NutriScore admitieron el error y reconocieron que este ejemplo representa una de las “lagunas” que han identificado. Una laguna que sigue estando presente en los supermercados y que incentiva a los consumidores a comprar un producto haciéndoles creer que su consumo tendrá beneficios para su salud. Sin embargo, el asunto no acaba ahí.

Poco tiempo atrás, se anunció una actualización del algoritmo del etiquetado. No es la primera y al parecer, tampoco será la última. Bajo el nuevo sistema, los cereales en cuestión pasan del verde al rojo. Es decir, el modelo califica el mismo producto que no ha sido reformulado de diferentes maneras, según la versión de su algoritmo. Lo más problemático es que los productores tendrán un plazo de dos años para adoptar el nuevo algoritmo, plazo durante el cual el consumidor podrá toparse con un mismo producto, con diferentes Nutri-Score.

Las graves lagunas detrás de la iniciativa del etiquetado demuestran la importancia de no apresurarse a implementar herramientas que no cuentan con una base científica sólida. Las medidas que se inscriban dentro de planes contra la obesidad en general y la infantil en particular, no deben ser vistas como medidas de prueba y error. Tomar medidas que puedan tener un impacto en la salud de los niños, sin antes analizar los riesgos que acarrean es irresponsable y toda política pública debe ir en contra de ese principio. Queda claro entonces que no hay mejor recomendación que seguir nuestras tradiciones mediterráneas a la hora de fomentar un patrón alimentario saludable, en lugar de forzar la simplificación de un asunto de suma complejidad como lo es la obesidad infantil.

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Redactores de elperiodicodeyecla.com escriben con este nombre de autor para otra serie de artículos.

España se ubica como el tercer país europeo con mayor prevalencia de sobrepeso y cuarto en obesidad infantil. El estudio Pasos 2019 tradujo estas cifras a palabras y demostró que la obesidad infantil en España ya es una epidemia. El impacto que tiene en el desarrollo de niños y adolescentes es cada vez mayor, como así también lo es el desafío de revertir esta tendencia. 

Crecer sano es un reto al que se enfrentan los niños españoles. Esto debido a diferentes factores como la dificultad que experimentan algunos a la hora de acceder a una alimentación adecuada o de encontrar espacios apropiados y tiempo para realizar actividad física. Según datos aportados en el marco del Plan Estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil (2022-2030), esta situación afecta principalmente a las infancias que viven en hogares con rentas bajas que se estima, tienen el doble de posibilidades de desarrollar obesidad. 

Ante la complejidad de semejante problemática, los expertos coinciden en la necesidad de adoptar un enfoque holístico. Así lo han manifestado durante la Reunión de Alto Nivel llevada a cabo en Palma de Mallorca pocos días atrás. Un marco integral para reducir la obesidad, promover la salud y el bienestar infantil, fue el lema de este encuentro que puso el foco en la necesidad de colaborar e implicar a todos los sectores en la lucha contra la obesidad infantil. 

También se enfatizó en la importancia de implementar medidas destinadas a la prevención, acompañadas de iniciativas enfocadas a la promoción de hábitos saludables. Como por ejemplo, campañas de concienciación sobre los beneficios para la salud de la dieta mediterránea, junto a programas educativos sobre sostenibilidad alimentaria o programas de promoción de la actividad física y el deporte.

Fomentar estilos de vida saludables es uno de los pilares fundamentales para lograr que los niños crezcan de forma sana. Es por ello que se requieren políticas destinadas a promover estos estilos de vida saludables basados en la alimentación sana, la actividad física, el bienestar emocional y los buenos hábitos de descanso. Esto sin perder de vista un principio fundamental que debe guiar toda política: la evidencia científica. 

Al igual que sucede con las iniciativas previstas dentro del Plan Estratégico Nacional, cualquier medida destinada a abordar la obesidad infantil debe ser desarrollada desde el mejor conocimiento científico disponible. Aunque parezca una obviedad, las iniciativas sin sustento científico son más frecuentes de lo que se cree y acaban perjudicando el resto de esfuerzos. Como ha sucedido con la herramienta Nutri-Score.

El Nutri-Score es un modelo de etiquetado nutricional que fue desarrollado en Francia, en teoría, con el fin de informar a los consumidores y ayudarles a tomar decisiones de compra saludables. España se había comprometido a adoptarlo, pero pronto surgieron dudas sobre su poca adaptación a la dieta de los españoles. 

El logo presenta un formato de semáforo de colores y letras que otorgan una clasificación a cada producto, en función de un cálculo determinado por un algoritmo. Lo que en principio parecía una buena idea, acabó siendo un desacierto, debido a la poca evidencia científica detrás del desarrollo del algoritmo que otorga las notas. Este algoritmo ha ido “evolucionado”, es decir que las calificaciones de los alimentos han ido variando a lo largo del tiempo, pese a que los productos no han sido reformulados. Esto representa un verdadero problema debido a que el objetivo detrás del etiquetado es informar y acaba desinformando a los consumidores al promover clasificaciones confusas.

«El algoritmo que configura la nota del Nutri-Score es público y la industria alimentaria ha encontrado la forma de maximizar los puntos positivos y minimizar los negativos”, explicaba Antonio Rodríguez, ingeniero y autor de La vida es más dulce sin azúcar. Un caso conocido es el de los cereales para niños Chocapic de Nestlé que obtienen actualmente la clasificación Nutri-Score más alta.

Fue el profesor y tecnólogo de alimentos, Miguel Ángel Lurueña quien reveló el caso de los Chocapic y explicó que el producto obtiene una etiqueta que incentiva su consumo, a pesar de tener casi 25 gramos de azúcar añadido en 100g de producto. Una cantidad con la que se alcanza el máximo diario recomendado por la OMS. Al verse acorralados por las críticas, los desarrolladores del NutriScore admitieron el error y reconocieron que este ejemplo representa una de las “lagunas” que han identificado. Una laguna que sigue estando presente en los supermercados y que incentiva a los consumidores a comprar un producto haciéndoles creer que su consumo tendrá beneficios para su salud. Sin embargo, el asunto no acaba ahí.

Poco tiempo atrás, se anunció una actualización del algoritmo del etiquetado. No es la primera y al parecer, tampoco será la última. Bajo el nuevo sistema, los cereales en cuestión pasan del verde al rojo. Es decir, el modelo califica el mismo producto que no ha sido reformulado de diferentes maneras, según la versión de su algoritmo. Lo más problemático es que los productores tendrán un plazo de dos años para adoptar el nuevo algoritmo, plazo durante el cual el consumidor podrá toparse con un mismo producto, con diferentes Nutri-Score.

Las graves lagunas detrás de la iniciativa del etiquetado demuestran la importancia de no apresurarse a implementar herramientas que no cuentan con una base científica sólida. Las medidas que se inscriban dentro de planes contra la obesidad en general y la infantil en particular, no deben ser vistas como medidas de prueba y error. Tomar medidas que puedan tener un impacto en la salud de los niños, sin antes analizar los riesgos que acarrean es irresponsable y toda política pública debe ir en contra de ese principio. Queda claro entonces que no hay mejor recomendación que seguir nuestras tradiciones mediterráneas a la hora de fomentar un patrón alimentario saludable, en lugar de forzar la simplificación de un asunto de suma complejidad como lo es la obesidad infantil.

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