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🍁 jueves 21 noviembre 2024
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Así vivimos el 8 de Marzo en Murcia

El día 8 de marzo, un grupo de mujeres de Yecla, entre las que me encontraba, y algunos hombres, fuimos hasta Murcia a manifestarnos, solo por cambiar un poco de aires y ver con nuestros propios ojos lo que ocurría en la capital. Pido perdón a mis paisanas de Yecla, pues me consta que también se manifestaron y se concentraron en la plaza 8 de marzo, entre otras actividades para la ocasión, como no esperaba menos.

Al llegar a Murcia nos sorprendió la magnitud de la convocatoria. La Gran Vía estaba a rebosar de mujeres y hombres, pero sobre todo mujeres de todas las edades, entonando ingeniosos cánticos y tarareando eslóganes llenos de sentido. Entre los más divertidos y celebrados estaba el grito de “Manolo, Manolito, hazte la cena tu solito”. Igualmente agudos me resultaron otros como “¿Te cansas de oírlo?¡Nosotras de vivirlo!”, o algunos más guerrilleros: “Somos las nietas de todas las brujas que no pudisteis quemar”. Otros, más sufridos y descarnados, expresaban lo dramático de situaciones cotidianas que padecemos las mujeres: “Disculpen las molestias, nos están asesinando” o “Con ropa o sin ropa, mi cuerpo no se toca”.

No esperábamos un ambiente tan festivo, distendido y amigable entre las manifestantes, dado los intensos debates que, últimamente, mantienen las distintas sensibilidades del feminismo patrio, y visto el tenso enfrentamiento que el día anterior se puso de manifiesto en el Congreso de los Diputados a cuenta de la propuesta de modificación de la ya famosa Ley del Sí es Sí para evitar las inesperadas consecuencias en la reducción de penas y excarcelaciones de condenados por agresiones a mujeres.

Por contra, nos incorporamos a una manifestación unitaria en la que no detectamos divisiones irreconciliables ni reproches entre grupos feministas de planteamientos diferenciados. En apariencia y por un día, se exhibió un ambiente de máxima tolerancia, dejando a un lado las controversias y los reproches con el propósito, entiendo, de cicatrizar heridas que se arrastran tras las duras polémicas de los últimos tiempos.

Es cierto que los ecosistemas feministas son sumamente variados, y, por momentos, distantes, exhibiendo más colores que el propio arco iris, manteniendo, a veces, estéticas y matices que, en ocasiones, pueden parecer incluso antagónicas, si bien, la lucha permanente por la igualdad real es el factor determinante y universal que hace que recorramos el camino juntas, el axioma que nos une y el que debe servir para orientarnos dentro de tanta diversidad.

Es de justicia señalar que las reivindicaciones del ocho de marzo, aunque expresadas de forma alegre y festiva, mantiene tintes dramáticos en la denuncia del maltrato cotidiano de las mujeres por el mero hecho de serlo, las agresiones sexuales que no cesan, la intolerable brecha salarial, la abominable represión que sufren las mujeres en lugares como Irán o Afganistan, entre otros muchos y, sobre todo, por la terrible e imparable cifra de mujeres asesinadas por violencia de género, en nuestro país y en todo el mundo, por rebelarse y negarse a continuar siendo sometidas y esclavizadas.

Por eso y mucho más, la marcha fraternal y la unidad en la diversidad es una seña de identidad de este movimiento que, año a año, crece en seguidoras y seguidores que entendemos que la sociedad ha cambiado ya para siempre y que las mujeres nos reivindicamos, en plano de igualdad, sin complejos y sin tolerar ni un paso atrás.

El origen de este movimiento social, político y filosófico que define los feminismos se sitúa en el siglo XVIII, en 1792, con la publicación de la obra Vindicación de los derechos de la mujer, de la pensadora, y madre de Mary Shelley, Mary Wollstonecraft. Este manifiesto surgió cuando consideró, cargada de razón que, en la redacción de la Constitución de 1891, fruto del pensamiento Ilustrado y la Revolución Francesa, olvidaron incluir a las mujeres como sujeto de los mismos derechos que se enuncian en ella, lo que excluía a la mujer del estatus de ciudadanía que sí se reconocía a todos los hombres.

Pero antes que ella hubo otras pioneras que, en solitario, y sin pertenecer todavía a ningún movimiento, lucharon por conseguir su propia libertad, el derecho a la educación y el acceso a la cultura, al arte o a la ciencia, y se rebelaron contra las trabas y los impedimentos que la sociedad les imponía por el mero hecho de ser mujeres.

Pero como iba diciendo, la Gran Vía murciana, este año, ha expresado un grito unánime de todas las proclamas, desde las reivindicaciones de las trabajadoras del sexo, distinguidas con sus paraguas de color naranja, hasta las defensoras del abolicionismo de la prostitución, desde mujeres maduras que solo pedían poder librarse de hacerle la cena a Manolito, hasta las más jóvenes, empoderadas, atrevidas, desinhibidas, liberadas de estereotipos, y felices, con sus rostros jóvenes y bellos pintados con la simbología y colorido identitario del feminismo.

Desde las demandas del sindicalismo con sus proclamas laborales, la presencia de representantes de algunos partidos políticos que, en mi opinión, también tienen derecho a participar en la celebración feminista del 8 de marzo, hasta la última asociación y colectivo; periodistas, ecologistas, artistas, estudiantes, abuelas, madres, hijas, pero también compañeros, padres, abuelos, hijos, pues son muchos los hombres que no pueden ni quieren quedar al margen de los cambios sociales que se imponen, cuyo compromiso e implicación resultan indispensables para avanzar a mayor velocidad hacia la sociedad igualitaria.

Cuando terminó la manifestación, en la plaza Martínez Tornel, donde se colocó un escenario, se leyeron manifiestos sectoriales por parte de activistas de distintos sectores convocantes de la manifestación, para concluir con la actuación de un grupo musical murciano, “Las Wonder”, que vino a visibilizar, aún más si cabe, el carácter de reivindicación pacífica y festiva que caracteriza al movimiento feminista, entonando canciones a grito pelao de temas que se han convertido en auténticas bandas sonoras del feminismo actual como el “Ay mamá”, de Rigoberta Bandini, o el himno en que se ha convertido la “Music Sessions, Vol. 53” de Shakira & Bizarrap.

Para nosotras, las yeclanas que asistimos a la manifestación, fue una tarde muy emocionante, única e inolvidable. Participamos activamente de la alegría reivindicativa y nos sentimos partícipes de ese inmenso movimiento que formamos las mujeres de todo el mundo, que alzamos la voz en un grito unánime de firmeza en defensa de la lucha de las mujeres. ¡Que viva la lucha de las mujeres!


Blog de Concha Ortega

Concha Ortega
Concha Ortega
Nací en Yecla en la década de los sesenta. Fui una niña obediente y devota, como me enseñaron las monjas del colegio de La Inmaculada. Hubiera deseado estudiar periodismo, pero las circunstancias personales me lo impidieron. He trabajado en distintas empresas de muebles y tapizados. La crisis me ha obligado a prestar servicios como empleada de hogar por horas. Ser colaboradora en elperiodicodeyecla.com colma, en parte, mis inquietudes culturales y mi afán de superación. Contacta conmigo en ortegaconcha60@gmail.com

El día 8 de marzo, un grupo de mujeres de Yecla, entre las que me encontraba, y algunos hombres, fuimos hasta Murcia a manifestarnos, solo por cambiar un poco de aires y ver con nuestros propios ojos lo que ocurría en la capital. Pido perdón a mis paisanas de Yecla, pues me consta que también se manifestaron y se concentraron en la plaza 8 de marzo, entre otras actividades para la ocasión, como no esperaba menos.

Al llegar a Murcia nos sorprendió la magnitud de la convocatoria. La Gran Vía estaba a rebosar de mujeres y hombres, pero sobre todo mujeres de todas las edades, entonando ingeniosos cánticos y tarareando eslóganes llenos de sentido. Entre los más divertidos y celebrados estaba el grito de “Manolo, Manolito, hazte la cena tu solito”. Igualmente agudos me resultaron otros como “¿Te cansas de oírlo?¡Nosotras de vivirlo!”, o algunos más guerrilleros: “Somos las nietas de todas las brujas que no pudisteis quemar”. Otros, más sufridos y descarnados, expresaban lo dramático de situaciones cotidianas que padecemos las mujeres: “Disculpen las molestias, nos están asesinando” o “Con ropa o sin ropa, mi cuerpo no se toca”.

No esperábamos un ambiente tan festivo, distendido y amigable entre las manifestantes, dado los intensos debates que, últimamente, mantienen las distintas sensibilidades del feminismo patrio, y visto el tenso enfrentamiento que el día anterior se puso de manifiesto en el Congreso de los Diputados a cuenta de la propuesta de modificación de la ya famosa Ley del Sí es Sí para evitar las inesperadas consecuencias en la reducción de penas y excarcelaciones de condenados por agresiones a mujeres.

Por contra, nos incorporamos a una manifestación unitaria en la que no detectamos divisiones irreconciliables ni reproches entre grupos feministas de planteamientos diferenciados. En apariencia y por un día, se exhibió un ambiente de máxima tolerancia, dejando a un lado las controversias y los reproches con el propósito, entiendo, de cicatrizar heridas que se arrastran tras las duras polémicas de los últimos tiempos.

Es cierto que los ecosistemas feministas son sumamente variados, y, por momentos, distantes, exhibiendo más colores que el propio arco iris, manteniendo, a veces, estéticas y matices que, en ocasiones, pueden parecer incluso antagónicas, si bien, la lucha permanente por la igualdad real es el factor determinante y universal que hace que recorramos el camino juntas, el axioma que nos une y el que debe servir para orientarnos dentro de tanta diversidad.

Es de justicia señalar que las reivindicaciones del ocho de marzo, aunque expresadas de forma alegre y festiva, mantiene tintes dramáticos en la denuncia del maltrato cotidiano de las mujeres por el mero hecho de serlo, las agresiones sexuales que no cesan, la intolerable brecha salarial, la abominable represión que sufren las mujeres en lugares como Irán o Afganistan, entre otros muchos y, sobre todo, por la terrible e imparable cifra de mujeres asesinadas por violencia de género, en nuestro país y en todo el mundo, por rebelarse y negarse a continuar siendo sometidas y esclavizadas.

Por eso y mucho más, la marcha fraternal y la unidad en la diversidad es una seña de identidad de este movimiento que, año a año, crece en seguidoras y seguidores que entendemos que la sociedad ha cambiado ya para siempre y que las mujeres nos reivindicamos, en plano de igualdad, sin complejos y sin tolerar ni un paso atrás.

El origen de este movimiento social, político y filosófico que define los feminismos se sitúa en el siglo XVIII, en 1792, con la publicación de la obra Vindicación de los derechos de la mujer, de la pensadora, y madre de Mary Shelley, Mary Wollstonecraft. Este manifiesto surgió cuando consideró, cargada de razón que, en la redacción de la Constitución de 1891, fruto del pensamiento Ilustrado y la Revolución Francesa, olvidaron incluir a las mujeres como sujeto de los mismos derechos que se enuncian en ella, lo que excluía a la mujer del estatus de ciudadanía que sí se reconocía a todos los hombres.

Pero antes que ella hubo otras pioneras que, en solitario, y sin pertenecer todavía a ningún movimiento, lucharon por conseguir su propia libertad, el derecho a la educación y el acceso a la cultura, al arte o a la ciencia, y se rebelaron contra las trabas y los impedimentos que la sociedad les imponía por el mero hecho de ser mujeres.

Pero como iba diciendo, la Gran Vía murciana, este año, ha expresado un grito unánime de todas las proclamas, desde las reivindicaciones de las trabajadoras del sexo, distinguidas con sus paraguas de color naranja, hasta las defensoras del abolicionismo de la prostitución, desde mujeres maduras que solo pedían poder librarse de hacerle la cena a Manolito, hasta las más jóvenes, empoderadas, atrevidas, desinhibidas, liberadas de estereotipos, y felices, con sus rostros jóvenes y bellos pintados con la simbología y colorido identitario del feminismo.

Desde las demandas del sindicalismo con sus proclamas laborales, la presencia de representantes de algunos partidos políticos que, en mi opinión, también tienen derecho a participar en la celebración feminista del 8 de marzo, hasta la última asociación y colectivo; periodistas, ecologistas, artistas, estudiantes, abuelas, madres, hijas, pero también compañeros, padres, abuelos, hijos, pues son muchos los hombres que no pueden ni quieren quedar al margen de los cambios sociales que se imponen, cuyo compromiso e implicación resultan indispensables para avanzar a mayor velocidad hacia la sociedad igualitaria.

Cuando terminó la manifestación, en la plaza Martínez Tornel, donde se colocó un escenario, se leyeron manifiestos sectoriales por parte de activistas de distintos sectores convocantes de la manifestación, para concluir con la actuación de un grupo musical murciano, “Las Wonder”, que vino a visibilizar, aún más si cabe, el carácter de reivindicación pacífica y festiva que caracteriza al movimiento feminista, entonando canciones a grito pelao de temas que se han convertido en auténticas bandas sonoras del feminismo actual como el “Ay mamá”, de Rigoberta Bandini, o el himno en que se ha convertido la “Music Sessions, Vol. 53” de Shakira & Bizarrap.

Para nosotras, las yeclanas que asistimos a la manifestación, fue una tarde muy emocionante, única e inolvidable. Participamos activamente de la alegría reivindicativa y nos sentimos partícipes de ese inmenso movimiento que formamos las mujeres de todo el mundo, que alzamos la voz en un grito unánime de firmeza en defensa de la lucha de las mujeres. ¡Que viva la lucha de las mujeres!


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