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🍁 jueves 21 noviembre 2024
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El adiós de Concha Ortega

Hace ya más de tres años que Vicente Chumilla, el autor de los relatos de Teo Carpena, me llamó para preguntarme si me gustaría colaborar con ellos en El Periódico de Yecla. Él y David Val, periodista de este periódico, habían observado que todos los colaboradores eran hombres y que había que romper esa tendencia. Yo, por supuesto, me sentí halagada y agradecida de que hubieran pensado en mí para tal tarea.

Es curioso, sin embargo, que en los últimos años me hayan ofrecido participar en eventos o actividades varias por el mismo motivo, no porque mi faceta literaria merezca la pena o sea imprescindible para tal finalidad, sino porque faltan mujeres y los nuevos tiempos nos reclaman. Esto tiene su lado decepcionante para nosotras, para qué negarlo, pero por otra parte, es positivo que se te ofrezca una oportunidad de dejarte ver, de conocer tu trabajo, lo que ahora se entiende, desde el feminismo y la lucha por la igualdad, como visibilizar a las mujeres, por el hecho constatado de que siempre hemos estado apartadas del espacio público y que, tras varios años de reivindicaciones, empieza a ser un hecho. En otro tiempo, esta oportunidad no hubiera surgido.

Pero estoy segura de que, en el caso que nos ocupa, la oferta que se me brindó no fue solo por ser mujer, y que mis amigos, Vicente y David, me la ofrecieron porque confiaron en mí, quizá más que yo, que dudé bastante antes de emprender esta aventura.

Además, ellos habían pensado también cuál podría ser la fuente de inspiración para mis posibles relatos: algún personaje femenino de los de Teo Carpena podría ser mi protagonista, lo que me pareció una muy buena idea como punto de partida. Aun así, lo pensé durante unos días, analicé los relatos de este autor en el periódico buscando inspiración, y no fue difícil decidirme. Sí, elegí a Concha, la mujer de Salvador, la señora de la limpieza que ayudaba a Teo con la casa. Ella fue la que me sedujo de entre los demás personajes femeninos.

Al principio, solo me ofrecí a intentarlo, no tenía ni idea de lo que podría dar de sí aquel proyecto. Siempre he escrito por impulso, sin comprometerme a ningún tipo de regularidad ni a reglas. Pero como se me dejó actuar con completa libertad y siguiendo mi propio criterio, no encontré problema para intentarlo. Y así comencé esta andadura.

Partía de un personaje austero, crítica socialmente, comprometida, con cierta sabiduría adquirida que otorga la edad, lo vivido y por su interés por lograrla. Pero a Concha, además, había que darle algo más de identidad. Ponerle un apellido, por ejemplo: Ortega fue el primero que vino a la cabeza, también a propósito de que es un sobrenombre frecuente en Yecla. Encontrar una imagen, un rostro, fue un poco más complicado. De alguien sencillo, de cierta edad, de semblante agradable, con personalidad, ni demasiado guapa, ni tampoco fea. No voy a negar que fue una tarea divertida.

El periódico me sugirió una pequeña biografía, crear una dirección de correo electrónico para que figurara en el blog, y así lo hice. En relación con esto, he de decir que agradezco enormemente que algunos de vosotros os hayáis dirigido a mí para valorar los relatos, o simplemente para contarme vuestros recuerdos relacionados con la historia. Ha sido entrañable para mí.

Mi lazo con Yecla, el pueblo que me vio nacer y en el que viví solo hasta los 15 años, no era, aparentemente, muy fuerte. Salí de allí por motivos familiares, con todo el dolor de mi corazón, dejando atrás amigas y amigos a los que adoraba cuando era una adolescente, y la vida me fue alejando de aquellos orígenes tan queridos. Por esa razón, si mis relatos debían estar inspirados en ese lugar, no podía contar con demasiado material.

Por eso me sorprendió tanto, nada más empezar a escribir, todo lo que empezó a salir de mi pluma, cuánto de aquellos años infantiles y juveniles, cuánto de mis ancestros yeclanos había calado en mi alma, cuántas historias contadas por mi madre, mi abuela, mis tías, reposaban en mi memoria esperando salir, porque todo empezó a fluir a borbotones, como si hubiera abierto la espita del gas, y me hizo darme cuenta de lo mucho que de yeclana llevo dentro, que desconocía. Porque Yecla no es un pueblo cualquiera, tiene una personalidad fuerte, densa, una historia muy potente, casi siempre trágica, una geografía única y de una belleza difícil de apreciar. Yecla deja su huella, te cala dentro, la llevas contigo allá donde vayas, y es posible que los que hemos salido, los que vivimos fuera, lo veamos con la claridad que da la distancia.

Lo de utilizar un seudónimo en lugar de mi nombre real también ha sido una experiencia nueva para mí. Ha sido más un juego que una cortina para ocultarme o para mantener el secreto de mi identidad. Concha Ortega es un personaje de ficción que escribe en un periódico anécdotas de su vida, una vida también de ficción que nada tiene que ver conmigo, aunque esté inspirada en experiencias que he vivido y tienen relación con Yecla. Sí tengo que reconocer que este heterónimo, en ocasiones, me ha dado libertad a la hora de escribir.

He de confesar también que esta experiencia para mí ha sido enriquecedora, divertida, a veces intensa, a veces liberadora. Me ha acercado a vosotros, a mi pueblo, a mis recuerdos, esos que la mayoría compartimos: los veranos de nuestra infancia, las fiestas emblemáticas, el colegio, las discotecas, los paisajes que nos rodean, etc. Por todo esto, ha sido un auténtico placer y emocionante vivir esta aventura.

Mucha gente cercana conocía mi identidad, no era ningún secreto, así que esta despedida va dirigida especialmente a aquellos que todavía sigan preguntándose quién será esa tal Concha Ortega, que por otra parte, en Yecla, con este nombre debe haber unas cuantas.

Mis andanzas como Concha han llegado a su fin. Todo empieza y acaba, y en este momento he decidido, después de tres años y pico, desvelar quién se esconde tras este heterónimo y quién es la autora de las historias que os he estado contando durante este tiempo.

Espero que mis crónicas os hayan hecho recordar, sentir algo de nostalgia, os hayan sacado alguna sonrisa, o quizá alguna lagrimilla, o simplemente os hayan entretenido un rato.

No quiero acabar sin dar las gracias a Vicente Chumilla por haberme ofrecido esta oportunidad prestándome a Concha para pulirla y desarrollarla como personaje y con ella, también un poco a Salvador; y a David Val como editor sacrificado que siempre me ha apoyado y, a pesar de ir hasta arriba de trabajo, siempre ha encontrado un hueco para leerme y editarme con una profesionalidad y cariño admirables.

Si se me permite, seguiré colaborando con El Periódico de Yecla, pero con mi identidad real.

Os quiere, Ana Fructuoso

Concha Ortega
Concha Ortega
Nací en Yecla en la década de los sesenta. Fui una niña obediente y devota, como me enseñaron las monjas del colegio de La Inmaculada. Hubiera deseado estudiar periodismo, pero las circunstancias personales me lo impidieron. He trabajado en distintas empresas de muebles y tapizados. La crisis me ha obligado a prestar servicios como empleada de hogar por horas. Ser colaboradora en elperiodicodeyecla.com colma, en parte, mis inquietudes culturales y mi afán de superación. Contacta conmigo en ortegaconcha60@gmail.com

Hace ya más de tres años que Vicente Chumilla, el autor de los relatos de Teo Carpena, me llamó para preguntarme si me gustaría colaborar con ellos en El Periódico de Yecla. Él y David Val, periodista de este periódico, habían observado que todos los colaboradores eran hombres y que había que romper esa tendencia. Yo, por supuesto, me sentí halagada y agradecida de que hubieran pensado en mí para tal tarea.

Es curioso, sin embargo, que en los últimos años me hayan ofrecido participar en eventos o actividades varias por el mismo motivo, no porque mi faceta literaria merezca la pena o sea imprescindible para tal finalidad, sino porque faltan mujeres y los nuevos tiempos nos reclaman. Esto tiene su lado decepcionante para nosotras, para qué negarlo, pero por otra parte, es positivo que se te ofrezca una oportunidad de dejarte ver, de conocer tu trabajo, lo que ahora se entiende, desde el feminismo y la lucha por la igualdad, como visibilizar a las mujeres, por el hecho constatado de que siempre hemos estado apartadas del espacio público y que, tras varios años de reivindicaciones, empieza a ser un hecho. En otro tiempo, esta oportunidad no hubiera surgido.

Pero estoy segura de que, en el caso que nos ocupa, la oferta que se me brindó no fue solo por ser mujer, y que mis amigos, Vicente y David, me la ofrecieron porque confiaron en mí, quizá más que yo, que dudé bastante antes de emprender esta aventura.

Además, ellos habían pensado también cuál podría ser la fuente de inspiración para mis posibles relatos: algún personaje femenino de los de Teo Carpena podría ser mi protagonista, lo que me pareció una muy buena idea como punto de partida. Aun así, lo pensé durante unos días, analicé los relatos de este autor en el periódico buscando inspiración, y no fue difícil decidirme. Sí, elegí a Concha, la mujer de Salvador, la señora de la limpieza que ayudaba a Teo con la casa. Ella fue la que me sedujo de entre los demás personajes femeninos.

Al principio, solo me ofrecí a intentarlo, no tenía ni idea de lo que podría dar de sí aquel proyecto. Siempre he escrito por impulso, sin comprometerme a ningún tipo de regularidad ni a reglas. Pero como se me dejó actuar con completa libertad y siguiendo mi propio criterio, no encontré problema para intentarlo. Y así comencé esta andadura.

Partía de un personaje austero, crítica socialmente, comprometida, con cierta sabiduría adquirida que otorga la edad, lo vivido y por su interés por lograrla. Pero a Concha, además, había que darle algo más de identidad. Ponerle un apellido, por ejemplo: Ortega fue el primero que vino a la cabeza, también a propósito de que es un sobrenombre frecuente en Yecla. Encontrar una imagen, un rostro, fue un poco más complicado. De alguien sencillo, de cierta edad, de semblante agradable, con personalidad, ni demasiado guapa, ni tampoco fea. No voy a negar que fue una tarea divertida.

El periódico me sugirió una pequeña biografía, crear una dirección de correo electrónico para que figurara en el blog, y así lo hice. En relación con esto, he de decir que agradezco enormemente que algunos de vosotros os hayáis dirigido a mí para valorar los relatos, o simplemente para contarme vuestros recuerdos relacionados con la historia. Ha sido entrañable para mí.

Mi lazo con Yecla, el pueblo que me vio nacer y en el que viví solo hasta los 15 años, no era, aparentemente, muy fuerte. Salí de allí por motivos familiares, con todo el dolor de mi corazón, dejando atrás amigas y amigos a los que adoraba cuando era una adolescente, y la vida me fue alejando de aquellos orígenes tan queridos. Por esa razón, si mis relatos debían estar inspirados en ese lugar, no podía contar con demasiado material.

Por eso me sorprendió tanto, nada más empezar a escribir, todo lo que empezó a salir de mi pluma, cuánto de aquellos años infantiles y juveniles, cuánto de mis ancestros yeclanos había calado en mi alma, cuántas historias contadas por mi madre, mi abuela, mis tías, reposaban en mi memoria esperando salir, porque todo empezó a fluir a borbotones, como si hubiera abierto la espita del gas, y me hizo darme cuenta de lo mucho que de yeclana llevo dentro, que desconocía. Porque Yecla no es un pueblo cualquiera, tiene una personalidad fuerte, densa, una historia muy potente, casi siempre trágica, una geografía única y de una belleza difícil de apreciar. Yecla deja su huella, te cala dentro, la llevas contigo allá donde vayas, y es posible que los que hemos salido, los que vivimos fuera, lo veamos con la claridad que da la distancia.

Lo de utilizar un seudónimo en lugar de mi nombre real también ha sido una experiencia nueva para mí. Ha sido más un juego que una cortina para ocultarme o para mantener el secreto de mi identidad. Concha Ortega es un personaje de ficción que escribe en un periódico anécdotas de su vida, una vida también de ficción que nada tiene que ver conmigo, aunque esté inspirada en experiencias que he vivido y tienen relación con Yecla. Sí tengo que reconocer que este heterónimo, en ocasiones, me ha dado libertad a la hora de escribir.

He de confesar también que esta experiencia para mí ha sido enriquecedora, divertida, a veces intensa, a veces liberadora. Me ha acercado a vosotros, a mi pueblo, a mis recuerdos, esos que la mayoría compartimos: los veranos de nuestra infancia, las fiestas emblemáticas, el colegio, las discotecas, los paisajes que nos rodean, etc. Por todo esto, ha sido un auténtico placer y emocionante vivir esta aventura.

Mucha gente cercana conocía mi identidad, no era ningún secreto, así que esta despedida va dirigida especialmente a aquellos que todavía sigan preguntándose quién será esa tal Concha Ortega, que por otra parte, en Yecla, con este nombre debe haber unas cuantas.

Mis andanzas como Concha han llegado a su fin. Todo empieza y acaba, y en este momento he decidido, después de tres años y pico, desvelar quién se esconde tras este heterónimo y quién es la autora de las historias que os he estado contando durante este tiempo.

Espero que mis crónicas os hayan hecho recordar, sentir algo de nostalgia, os hayan sacado alguna sonrisa, o quizá alguna lagrimilla, o simplemente os hayan entretenido un rato.

No quiero acabar sin dar las gracias a Vicente Chumilla por haberme ofrecido esta oportunidad prestándome a Concha para pulirla y desarrollarla como personaje y con ella, también un poco a Salvador; y a David Val como editor sacrificado que siempre me ha apoyado y, a pesar de ir hasta arriba de trabajo, siempre ha encontrado un hueco para leerme y editarme con una profesionalidad y cariño admirables.

Si se me permite, seguiré colaborando con El Periódico de Yecla, pero con mi identidad real.

Os quiere, Ana Fructuoso

Concha Ortega
Concha Ortega
Nací en Yecla en la década de los sesenta. Fui una niña obediente y devota, como me enseñaron las monjas del colegio de La Inmaculada. Hubiera deseado estudiar periodismo, pero las circunstancias personales me lo impidieron. He trabajado en distintas empresas de muebles y tapizados. La crisis me ha obligado a prestar servicios como empleada de hogar por horas. Ser colaboradora en elperiodicodeyecla.com colma, en parte, mis inquietudes culturales y mi afán de superación. Contacta conmigo en ortegaconcha60@gmail.com
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4 COMENTARIOS

  1. Lo principal. Hay una cosa que es de manual en este pueblo cuando hablamos de él. Decimos que no es cosa cualquiera, personalidad fuerte…y no sé cuantas cosas más, algo del agrado de la «élite dominante» de este pueblo.
    ¿Si somos así de estupendos para que cambiar? ¡La clave que todo siga igual! No, hay otra Yecla en B.
    Hubieron escritores locales que en su momento fueron críticos con Yecla. «Castigados» por las clases dominantes. Lo traducen en su versión fácil. No quieren a Yecla.
    Aquí valdría el dicho: «quién bien te quiere llorar te hará, quién mal reír y cantar».

    Con las andanzas de ese inmigrante que salió de Yecla para irse a Pépieux, que vuelve a Yecla, su pueblo natal, por su jubilación, en sus primeras entregas disfruté de lo lindo. Ponía a Yecla delante del espejo, no era la Yecla idílica que nos han metido en la cabeza, pero… no podía ser de otra manera, no duró mucho que esta Yecla «real» se dejara de publicar.
    Teodoro y su familia tuvieron que emigrar a Francia en tiempos donde muchos yeclanos/as hicieron lo mismo, irse a trabajar al país vecino, la gran mayoría en sectores agrícolas.
    Unos se fueron y estuvieron años, otros apenas el mes, venir y pagar en la tienda la deuda del «fiao».
    En el libro «Volver a Yecla» me defrauda la portada. No es cosa menor. No se puede «volver» y poner en la portada a dos «tiraores». Vería, saludaría… aquel vecino que estuvo en Pépiux trabajando en la vendimia, esa hubiese sido la portada lógica.
    Un «guiño» a la clase dominante, me fui, volví , pero las pautas de conducta me las conozco. «Salvo un pequeño desliz que pronto fue reconducido»
    También hay otra Yecla, de gentes que quieren que esto cambie, que no pueden estar los mismos 30 años en los sillones del ayuntamiento.

    El mensaje, superar el control de esas élites de este pueblo, manifiestamente mejorable.
    Yecla es «MUY MEJORABLE» ahí tenemos el ejemplo de nuestro Hospital, una vergüenza que nadie quiere arreglar. Y este pueblo en vías de empeorar a través de dar entrada a la extrema derecha en el gobierno, con ideas como las del último Pleno.
    La Yecla en B es también la de hace décadas, el pueblo de las horas extras, la del dinero en B, la del atraco al Banco… Hoy por suerte esta faceta ha mejorado, quizás porque no podría ser de otra manera.

    Este pueblo que tanto valoramos, veo gran déficit en valentía de que estas cosas se difundan, de ahí lo que decía de esa alianza con la cultura tan necesaria para el cambio de mentalidad de este pueblo trabajador, con ideas de ricos, comportamientos de ricos y que votan a los partidos de los ricos, siendo trabajadores. Le quitan el plus de asistencia no llegan a fin de mes.
    Ya no se puede ser «políticamente correcto». Con el Hospital no están tomando el pelo hay que decirlo.

  2. En enero de este año, ya en un momento tardío, fue cuando por línea interna «Concha Ortega» me dijo que era Ana Fructuoso, pensando yo que por el apellido podríamos ser familia.
    Tuve el placer de saludar a Ana en marzo del pasado año en la Escuela de Música, en la presentación del libro del amigo Vicente Chumilla, «Volver a Yecla» donde se ilustran entre otros los personajes de los relatos.
    Uno de los secretos mejor guardados por el elperiodicodeyecla, Teo Carpena & Vicente; Concha Ortega & Ana.
    Como en las «cenas de empresa de los colaboradores del epy, nunca se puso cara a los personajes, nos quedamos con el desasosiego, hoy felizmente descubierto.
    Dicho todo lo cual estimada Ana, tus relatos siempre son fascinantes, las historias, los personajes entre sí y los elementos.
    Encantado de seguirte y de poder continuar haciéndolo.
    Un abrazo.

Concha Ortega
Concha Ortega
Nací en Yecla en la década de los sesenta. Fui una niña obediente y devota, como me enseñaron las monjas del colegio de La Inmaculada. Hubiera deseado estudiar periodismo, pero las circunstancias personales me lo impidieron. He trabajado en distintas empresas de muebles y tapizados. La crisis me ha obligado a prestar servicios como empleada de hogar por horas. Ser colaboradora en elperiodicodeyecla.com colma, en parte, mis inquietudes culturales y mi afán de superación. Contacta conmigo en ortegaconcha60@gmail.com
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