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🍇 lunes 28 octubre 2024
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Pedro Disla, pintor

Pedro Disla Bautista ha hecho de la pintura su modo de vida, hasta que en 2017, debido a graves problemas de visión, tuvo que apartarse de los pinceles. A lo largo de su trayectoria, muchas figuras del ámbito literario han escrito sobre él, introduciendo sus exposiciones o reseñando su carrera, especialmente en su periodo más activo.

Llevaba tiempo deseando conversar con Pedro, quien me había invitado en varias ocasiones a conocer su obra. Finalmente, durante la pasada feria, surgió la oportunidad de visitarlo. Tomamos café en su casa, en compañía de Sebastián, su único hermano.

La vocación de un creador

Tallista en su juventud, Pedro también trabajó en empresas de herrajes y madera, realizando numerosos diseños, anagramas, planchas de grabado y diseños de arcabuces para escuadras. En medio del sonido de la cucharilla removiendo el café, me confesó que fue Damián Díaz, su mentor, quien lo impulsó a dedicarse a la pintura con estas palabras: “Pedro, nada más que tenemos una vida; si te gusta la pintura, empieza”. De esa conversación surgió su primer encargo.

La pintura representa una semblanza de su vida y su obra, un intento por explorar el sentido del mundo a través del arte. Gran amigo del pintor Miguel Palao, Disla iba a realizar con él una exposición conjunta y un proyecto ilusionante antes de la prematura muerte de Palao en 1983.

El alma de los objetos olvidados

Pedro encuentra belleza en objetos que otros han dejado en el olvido: máquinas fotográficas antiguas, latas de mermelada, muñecas, candiles, relojes de mesa, máquinas de escribir y billetes antiguos. Además, sus acuarelas de manzanas y ciruelas, instrumentos musicales, maletas viejas y algún trampantojo colgado en la pared revelan su ingenio, aunque a veces parecen engañar al ojo. Para él, esa técnica es una especie de truco para cautivar la vista, y ahí estaba yo, absorto, contemplando esa realidad amena de sus cuadros.

Sus pinturas, llenas de expresividad y color, evocan libertad y armonía. Con una trayectoria que incluye alrededor de cuarenta exposiciones individuales y otras tantas colectivas, sus pinceladas han trazado siempre un estilo personal, profundo y auténtico.

De la creación a la inspiración

Antes de sus problemas de visión, Pedro encontraba inspiración en la pintura misma. Pintaba sin reservas y, si la ocasión lo requería, aceptaba encargos de aquellos que deseaban tener una de sus obras. En esta conversación cercana, de mesa de camilla, sacó su inseparable armónica y tocó unos minutos, llenando el ambiente de una emotiva melodía.

Este pintor yeclano, nacido en la calle Santa Bárbara, ha dejado una huella creativa que pocas veces ha contenido. Su última exposición, realizada en la Casa Municipal de Cultura en febrero de 2019, marca un momento de transición en su vida, ahora que observa el mundo desde otra perspectiva.

Un legado internacional

Su taller, que siempre ha sido un espacio de creación, ha permitido que su obra alcance gran proyección. Obras suyas se encuentran en países como Chile, Canadá, Alemania, Estados Unidos, Ginebra y Bruselas. La pintura, además, le ha brindado la oportunidad de conocer a personas de diferentes ámbitos y recibir, según él, un trato y reconocimiento por los que se siente profundamente agradecido.

Conversar con Pedro es un placer por su mesura, su énfasis al hablar y su prodigiosa memoria, enriquecida por la presencia de su hermano, a quien siempre trato como “mi amigo el chatico”.

La nostalgia en su obra

Aunque ya no puede trabajar al ritmo de antes, su método de trabajo y creación sigue siendo parte de él. La melancolía y el paso del tiempo son temas que impregnan su arte, en una nostalgia que parece calar cada obra. Entre su extenso legado, cuenta con cuarenta y siete cuadros sobre las Fiestas de la Virgen y dos carteles conmemorativos de estas celebraciones.

Ahora, con la pérdida de visión como un obstáculo inevitable, Pedro continúa sorteando nuevos retos. La vista, como la inocencia, quizás no se pierda del todo, pero se desvanece, y es imposible recuperar. Sin embargo, un recorrido por su hogar, donde expone obras de diferentes tamaños y cargadas de simbolismo, es también un viaje por su vida, una invitación a entrar en su mundo.

Para Pedro Disla, la pintura es más que una vocación: es una pasión gratificante y profunda que sigue llenando su vida.


Artículos de José Antonio Ortega

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

Pedro Disla Bautista ha hecho de la pintura su modo de vida, hasta que en 2017, debido a graves problemas de visión, tuvo que apartarse de los pinceles. A lo largo de su trayectoria, muchas figuras del ámbito literario han escrito sobre él, introduciendo sus exposiciones o reseñando su carrera, especialmente en su periodo más activo.

Llevaba tiempo deseando conversar con Pedro, quien me había invitado en varias ocasiones a conocer su obra. Finalmente, durante la pasada feria, surgió la oportunidad de visitarlo. Tomamos café en su casa, en compañía de Sebastián, su único hermano.

La vocación de un creador

Tallista en su juventud, Pedro también trabajó en empresas de herrajes y madera, realizando numerosos diseños, anagramas, planchas de grabado y diseños de arcabuces para escuadras. En medio del sonido de la cucharilla removiendo el café, me confesó que fue Damián Díaz, su mentor, quien lo impulsó a dedicarse a la pintura con estas palabras: “Pedro, nada más que tenemos una vida; si te gusta la pintura, empieza”. De esa conversación surgió su primer encargo.

La pintura representa una semblanza de su vida y su obra, un intento por explorar el sentido del mundo a través del arte. Gran amigo del pintor Miguel Palao, Disla iba a realizar con él una exposición conjunta y un proyecto ilusionante antes de la prematura muerte de Palao en 1983.

El alma de los objetos olvidados

Pedro encuentra belleza en objetos que otros han dejado en el olvido: máquinas fotográficas antiguas, latas de mermelada, muñecas, candiles, relojes de mesa, máquinas de escribir y billetes antiguos. Además, sus acuarelas de manzanas y ciruelas, instrumentos musicales, maletas viejas y algún trampantojo colgado en la pared revelan su ingenio, aunque a veces parecen engañar al ojo. Para él, esa técnica es una especie de truco para cautivar la vista, y ahí estaba yo, absorto, contemplando esa realidad amena de sus cuadros.

Sus pinturas, llenas de expresividad y color, evocan libertad y armonía. Con una trayectoria que incluye alrededor de cuarenta exposiciones individuales y otras tantas colectivas, sus pinceladas han trazado siempre un estilo personal, profundo y auténtico.

De la creación a la inspiración

Antes de sus problemas de visión, Pedro encontraba inspiración en la pintura misma. Pintaba sin reservas y, si la ocasión lo requería, aceptaba encargos de aquellos que deseaban tener una de sus obras. En esta conversación cercana, de mesa de camilla, sacó su inseparable armónica y tocó unos minutos, llenando el ambiente de una emotiva melodía.

Este pintor yeclano, nacido en la calle Santa Bárbara, ha dejado una huella creativa que pocas veces ha contenido. Su última exposición, realizada en la Casa Municipal de Cultura en febrero de 2019, marca un momento de transición en su vida, ahora que observa el mundo desde otra perspectiva.

Un legado internacional

Su taller, que siempre ha sido un espacio de creación, ha permitido que su obra alcance gran proyección. Obras suyas se encuentran en países como Chile, Canadá, Alemania, Estados Unidos, Ginebra y Bruselas. La pintura, además, le ha brindado la oportunidad de conocer a personas de diferentes ámbitos y recibir, según él, un trato y reconocimiento por los que se siente profundamente agradecido.

Conversar con Pedro es un placer por su mesura, su énfasis al hablar y su prodigiosa memoria, enriquecida por la presencia de su hermano, a quien siempre trato como “mi amigo el chatico”.

La nostalgia en su obra

Aunque ya no puede trabajar al ritmo de antes, su método de trabajo y creación sigue siendo parte de él. La melancolía y el paso del tiempo son temas que impregnan su arte, en una nostalgia que parece calar cada obra. Entre su extenso legado, cuenta con cuarenta y siete cuadros sobre las Fiestas de la Virgen y dos carteles conmemorativos de estas celebraciones.

Ahora, con la pérdida de visión como un obstáculo inevitable, Pedro continúa sorteando nuevos retos. La vista, como la inocencia, quizás no se pierda del todo, pero se desvanece, y es imposible recuperar. Sin embargo, un recorrido por su hogar, donde expone obras de diferentes tamaños y cargadas de simbolismo, es también un viaje por su vida, una invitación a entrar en su mundo.

Para Pedro Disla, la pintura es más que una vocación: es una pasión gratificante y profunda que sigue llenando su vida.


Artículos de José Antonio Ortega

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"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.
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