La yeclana Carmen Martínez Azorín, del taller de vidrio ‘Ópalo’, fue distinguida con el Premio Regional de Artesanía 2025, el máximo galardón que otorga el Gobierno de la Región de Murcia al sector artesano.
La distinción reconoce su trayectoria de más de tres décadas dedicada al vidrio artesanal, donde ha combinado con maestría técnicas tradicionales y métodos contemporáneos. Además, el jurado ha valorado su implicación como formadora y promotora del sector artesano, contribuyendo al relevo generacional y a la proyección del oficio dentro y fuera de Yecla.
La consejera de Empresa, Empleo y Economía Social, Marisa López Aragón, destacó que estos premios suponen un respaldo institucional a iniciativas que «fomentan la creatividad, la innovación y la competitividad del sector, al mismo tiempo que mantienen viva nuestra tradición cultural«.
En años anteriores, otros profesionales murcianos también han sido reconocidos por su implicación en la conservación del patrimonio artesano, como ocurrió en la última edición celebrada en 2023.
Contra la aguja y el dedal
A sus 61 años, la yeclana Carmen Martínez Azorín sigue al frente del taller de vidrio ‘Ópalo’ con la misma curiosidad del primer día. Desde un local en el centro de Yecla, lleva más de tres décadas creando piezas artesanas que combinan técnica, pasión y riesgo. Su dedicación ha sido reconocida este diciembre con el Premio Regional de Artesanía 2025, que concede el Gobierno de la Región de Murcia. Pero ella insiste: “Lo bonito es cuando abro el horno y me sorprendo con lo que sale”.
De niña, se negó a bordar vainica. No entendía por qué las chicas cosían mientras los chicos hacían manualidades. Años después lo cuenta con humor: “Quizá me pasé de radical, porque ahora me encantaría saber coser”. Pero ese gesto marcó su carácter: una mujer que nunca ha dejado que otros decidan por ella.
Su camino no estaba escrito. No venía de familia artesana, ni tenía formación artística. Trabajó en fábricas, oficinas y tiendas, hasta que encontró en el vidrio artesanal su oficio. Viajó a Gerona para aprender y, al regresar, abrió su propio taller en Yecla. Hoy, sus obras están presentes en hogares y comercios dentro y fuera de España.
En otra edición, el sector artesanal también fue protagonista en Yecla con iniciativas como la Feria de Artesanía de la Región, una cita destacada en el calendario local.
La última del Tiffany
Empezó con la técnica de la vidriera emplomada, típica de las iglesias. Ahora trabaja sobre todo el estilo Tiffany, más moderno y delicado. Consiste en envolver cada pieza de cristal en cobre y soldarlas para formar una línea continua. “Prácticamente soy la única en la Región que trabaja Tiffany”, explica. Es una técnica minuciosa, pensada para los detalles, y que sigue teniendo demanda en diseño de interiores.
Aunque ha recibido numerosos premios, Carmen no persigue reconocimientos. Prefiere el trabajo diario, el contacto con el material, y ese instante en el que el calor transforma los polvos y burbujas en luz y color.

Navidad, trabajo y cortes
Con la Navidad, el taller de Carmen vive su particular campaña. Entre encargos y proyectos, casi no le queda tiempo para las fiestas locales. “Es como Zara, en Navidad hay que hacer caja”, bromea.
Tiene un hijo que vive en Madrid y trabaja como programador. Nunca le ha pedido que continúe con el negocio. “Este oficio solo sirve si te apasiona, y a él le apasionan otras cosas”. Ella lo respeta, como también respeta el ritmo de su cuerpo.
Confiesa que trabaja mejor por la noche. A partir de las ocho, cuando ya no suena el teléfono, se encierra en el taller. A veces hasta la madrugada. Le gusta la soledad, aunque echa en falta una conversación mientras trabaja. Y sí, el vidrio le corta las manos con frecuencia. “Ya me doy los puntos yo sola, soy una experta”, dice entre risas. Porque otra de sus vocaciones frustradas fue la enfermería.
Pensando en bajar el ritmo
Aunque aún no lo ha decidido, ya piensa en la jubilación. Quizá cierre el taller, quizá no. Lo que sí sabe es que quiere bajar el ritmo y regalarse tiempo: para viajar, apuntarse a cursos, vivir sin mirar el reloj.
Mientras tanto, sigue disfrutando de la sorpresa diaria que le da su horno. Porque el vidrio no siempre se deja domar. Y ahí está parte del secreto: seguir dejándose sorprender después de tanto tiempo.
Su taller, discreto por fuera, sigue iluminando la ciudad con destellos de color. Allí donde otros ven cristal, Carmen Martínez Azorín ve posibilidades. Y mientras conserve esa mirada, el arte del vidrio tendrá futuro en Yecla.

















