Si sus paredes hablaran, contarían historias que darían para escribir varios libros. Hace más de 60 años, el primer dueño de la Mannix, natural de Villena, tuvo que pedir un permiso a la iglesia para poder abrir sus puertas en aquella autoritaria y mojigata España franquista. Unos años más tarde, fue el padre de Agustín Pérez, actual dueño, quien se hiciera con el traspaso de este emblemático pub.
Desde entonces, miles de yeclanos se han consagrado a los magníficos elixires de este templo de culto que continúa en plena forma, ahora con tardeos y con torneos de futbolín incluidos. Por todo ello, un grupo de vecinos de la localidad ha decidido empezar a recoger firmas para conseguir que la Mannix reciba la Medalla de Oro de la Ciudad, el reconocimiento más prestigioso que otorga el Ayuntamiento de Yecla.
«Mis padres se conocieron allí; 30 años después, yo conocí ahí a mi pareja«, reconoce Emilio, uno de los vecinos impulsores de la iniciativa. «Los recreativos del cojo estaban bien, pero descubrir la Mannix cambió mi vida«, explica. «Cuando traspasas las puertas de este templo, el tiempo se para, el aroma te embriaga y la salsa guía tus pasos».
Antonio es uno de esos vecinos que lleva pisando la Mannix más de cuatro décadas. Reconoce incluso que en más de una ocasión se ha cruzado con sus padres por la calle Don Lucio cuando empezaba a rayar el alba. «Ellos iban a misa, yo salía de la Mannix. Algún que otro gorrazo me he llevado, pero siempre ha merecido la pena», afirma.
Música de hoy, de ayer y de siempre
Otro de los símbolos de la Mannix es su DJ, el más que conocido y querido Ramiro Soriano. Sus amplios conocimientos musicales (empezó pinchando con vinilos) le permiten recorrer cada noche varias décadas de música de todos los tiempos y estilos. «Hay días que se levanta con la vena popera y puedes acabar la noche bailando Izal. Otros, sin saber muy bien por qué, te descubres cantando a Barricada. Lo mejor es cuando pasa de una a otra así, sin anestesia. Consigue que te evadas», explica Toni, otro de los asiduos al local.
Pero sin duda, las sesiones más recordadas de Ramiro son las que tienen a la salsa, la bachata y el merengue como grandes protagonistas. «Desde el Gran Varón a Pedro Navaja, pasando por los temazos de Marc Anthony o Celia Cruz. Nos rompíamos las caderas de tanto bailar«, relata Amelia, otra de las visitantes ‘estrella’ de la Mannix.
Y todo ello aderezado con exquisitos licores, entre los que destaca un soberbio chupito marca de la casa que te atrapa gracias a sus dosis de nata y canela.
¿Y qué piensan desde el Ayuntamiento?
Desde el consistorio hay voces discordantes, si bien concejales de todas las formaciones políticas reconocen haberse visto embriagados más de una y dos veces por los cantos de sirena que parecen provenir del interior de este mausoleo.
«En ese lugar, todos dejamos de ser políticos, no hay clases ni distinciones. Si cagar nos iguala como seres humanos, la Mannix nos iguala como yeclanos«, manifiesta un concejal que solo ha querido dar sus iniciales, J.A.S.G.
Quien no ha tenido problemas en dar la cara ha sido Alberto Martínez, concejal de Izquierda Unida. «Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que me colé en la Lurios teniendo aún 16 años, haciéndome el ‘mayor’ delante del portero. No cabe duda de que fue una experiencia única. Pero sin duda, el mejor recuerdo que tengo de mis noches de algarabía yeclana es cuando el Súper, que es como un padre para todos nosotros, me cedió por primera vez el paso a aquel templo«. «Cuidado con la cabeza al entrar», me aconsejó.
El propio Marcos Ortuño, alcalde de Yecla, tiene historias inenarrables que le acontecieron en esta emblemática discoteca, «incluso en sus baños», desvela con cierto misterio. En definitiva, muchas noches de juventud y de victorias electorales, donde el desenfreno y el bullicio hacían el resto. Y es que para llegar a la Mannix hay que quemar muchas etapas antes.
«No puedo contar algunas de las cosas que me han pasado allí dentro, pero reconozco que muchas de ellas han marcado un antes y un después en mi vida. ¡Qué buenos recuerdos me vienen a la cabeza, cuando me escabullía del Melmak de mi amigo Zornoza, por aquellas calles serpenteantes, hasta ver al fondo el colorido y luminoso logo de la Mannix», afirma Ortuño con cierta añoranza.
Por todo ello, desde el Ayuntamiento ven con buenos ojos la iniciativa de estos ciudadanos y, aunque no saben si llegará a buen puerto, prometen estudiarla con seriedad. «Hace unos años, cuando se remodeló esa calle, ya hubo muchas voces que pidieron que se renombrara al menos ese tramo como callejón de La Mannix«, reconoce el propio alcalde. Todo ello, sin desmerecer a quien actualmente da nombre a la calle, Antonio Polo Tomás, «Maestro Polo», emblemático maestro yeclano de finales del siglo XIX.
¿Bien de Interés Cultural?
Al parecer, conseguir la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad no es más que el primer paso que se propone completar el grupo de impulsores de la iniciativa. «La Mannix se puede equiparar a alguno de los templos más destacados de nuestra ciudad, y si ellos han conseguido la etiqueta BIC, ¿por qué no la Mannix?«, reconoce emocionado Francisco, otro de los fijos del local.
Quizá de ahí se entienda que el local siga prácticamente igual con el paso de las décadas. Y es que, como es de suponer, los Bienes de Interés Cultural no pueden reformarse así a la ligera. De hecho, en las últimas décadas solo se ha levantado un poco el techo (con los años, los yeclanos vamos creciendo) y se ha instalado un futbolín, para regocijo del personal. «No podemos hacer más obras que esas», reconoce Agustín.
De hecho, en el baño hay un urinario que no funciona desde hace tiempo. «Tenemos que esperar a que Liborio Ruiz pueda venir para que envíe a los especialistas pertinentes para poder restaurarlo respetando al máximo el original«, señala.
¿Inocentada o realidad? Si hasta El País se ha dejado llevar recientemente por los añejos aromas de este icónico lugar, ¿por qué íbamos a quedarnos atrás?
Porque con sus buenos y malos momentos, la Mannix sigue fiel a su esencia. Es un pub de culto, el lugar donde muchas generaciones han visto amanecer, donde muchísimos yeclanos y yeclanas se han conocido e incluso han intimado. Un lugar donde se han roto amistades, pero también donde han nacido otras nuevas. En definitiva, un lugar meritorio de toda una medalla de oro.
Porque, al fin y al cabo, qué será de nosotros el día que no podamos decir, ¿la última en la Mannix y pa’ casa?
Desde luego se la merece más que «otros» más que un tal Marcor Ortuño que cobra de Yecla y sirve a Murcia.
La medalla al antro de yecla
Algunos os lo tomais como inocentada, pero algún reconocimiento si que debiera de tener.
Si se recogieran firmas que cuenten con la mía.
Ojalá fuera cierto!!