Quería hacer un recordatorio a este peculiar colectivo que cada año con sus atracciones, revisten determinado recintos en las ferias o fiestas de los pueblos
Cuando llega la feria una de las cosas que apetece es llevar a los niños a disfrutar de ella. Subir en esto o aquello con la ilusión de divertirse y soltar la posible adrenalina y el cosquilleo de las alturas, comprar, alimentarnos o comprobar nuestra habilidad en alguna de las casetas como fórmula para desconectar de esta sociedad que camina tan deprisa.
Desde mi humilde entender veo que el trabajo del feriante es una labor sacrificada, como muchas otras, pero con una diferencia importante sobre la dimensión de las cosas, ellos se desplazan de una ciudad a otra con su casa y la familia a cuestas igual que los caracoles en una especie de pertinencias sin equipaje.
Antes era una vida casi tercermundista y muy esclavizada. Dentro de un negocio casi siempre familiar, se estudiaba de noche para tener el graduado porque apenas había medios. En la actualidad, no sin poco esfuerzo, se vive bien y los hijos ya tiempo que tienen posibilidades de acceder a estudios superiores. Antes al no tener escuela fija aprendían en algo parecido a los colegios ambulantes.
Los feriantes dejan de funcionar en invierno. Un gremio con infinitas anécdotas que desarrolla su actividad a la intemperie, tardes esplendidas y otras mirando al cielo, incluso anegadas por la lluvia donde a pesar de la pericia en el manejo a veces no da tiempo a colocar las lonas y los toldos.
Las normativas en materia de seguridad son muy exigentes. Hace años era más difícil la preparación y el montaje. Hoy los ingenieros realizan los proyectos y certificaciones e inspeccionan las atracciones para que todo esté dentro de la legalidad, como debe ser.
Las ferias también están sujetas a las restricciones propias de esta situación con una tensión económica importante, incluso en algunos casos rozando la ruina.
En marzo, encerradas en las naves de alquiler o en propiedad, las atracciones esperaban a los camiones para enseguida comenzar la campaña, cuando llegó la pandemia, quedándose en el dique seco. Procedieron a dar baja las pólizas de seguro que cubren los posibles daños y la responsabilidad, pero continuaron con sus obligaciones fiscales y alta de autónomo. Un buen amigo me comenta que en el caso del familiar a la que entregó el testigo, no ha recibido ningún tipo de ayuda, excepto 300 euros al principio.
Las normativas son muy estrictas en materia de seguridad, ingenieros de varias ramas realizan proyectos, emiten certificados e inspeccionan las atracciones, para que todo esté dentro de la legalidad.
Ahora todos los complementos después de un largo reposo, aguardan expectantes cuándo y cómo podrán entrar de nuevo en funcionamiento. Mi amigo “Manolo el Feriante”, toda la vida dedicado a la profesión -ahora ya retirado- me confirma que con las medidas, los aparatos no transmiten el virus, que el pasado verano, funcionaron unos días en Torrevieja exentos de tasas, reduciendo la capacidad y en cada viaje con una desinfección continua, no llegaron ni al 20%, porque no había gente y los turistas tampoco vinieron.
Las inversiones son importantes en este tipo de aparatos, las normativas son muy exigentes en materia de seguridad, ingenieros de varias ramas realizan proyectos, emiten certificados e inspeccionan las atracciones, para que todo esté dentro de la legalidad y evitar cualquier riesgo, como debe ser.
Con pocas perspectivas de futuro, conocidas las costumbres de cada pueblo y de sus gentes tienen ganas de volver a la carretera para recuperar su tradición, dormir poco y trasnochar mucho, casi abandonados a su suerte, no están recibiendo ningún apoyo.
Conscientes del foco de la situación dentro de una realidad desconocida para muchos, piden oxígeno para el sector. Tienen ganas de trabajar igual que cualquier gremio porque es su medio de vida porque la mayoría de sus miembros han nacido y crecido en el mundo de la feria entre caravanas, casetas y taquillas.
a los feriantes.
Se habla poco de ellos pero son uno de los sectores que más están sufriendo la pandemia, también merecen que se les ayude