La época de la siega es una de las más duras para el obrero agricultor, pese a lo cual, los segadores de Yecla tenían una bien ganada fama en los campos y comarcas donde se realizaban estas faenas.
Los grupos de segadores formaban “cuadrillas” dirigidas por un “manejero”, que hacía de cabeza y se encargaba de contratar la siega con los distintos propietarios.
La siega daba comienzo en el campo de Cartagena, empalmando con la de Yecla y continuando en la Mancha, Aragón y Tierra Baja; siendo esta última la más dura y en donde los segadores yeclanos tenían fama de resistencia y capacidad. La temporada terminaba en Valencia, con la siega del arroz.
La salida de los segadores para Tierra Baja, era un verdadero acontecimiento. La despedida se desarrollaba en la esquina que hace el Camino Real con la carretera de Caudete, en donde había un ventorrillo regentado por el guarda de Tobarrillas. Allí se reunían familiares y amigos a despedir a los segadores que acudían con los burros cuyas aguaderas rebosaban de alimentos, vino, ropa y herramientas de trabajo.
Entonces se sucedían escenas tiernas y tristes, como las despedidas de los matrimonios veteranos e incluso recién casados. Advertencias y consejos, y escenas alegres y bulliciosas, como las de los jóvenes que iban a la siega por primera vez y se atrevían a fumar delante de sus padres, comportándose ya como hombres. Algunas mujeres, con sus hijos en brazos, obsequiaban a los segadores en el ventorrillo con rollicos de candeal o libricos, todo ello rociado por unos con vino y por otras con lágrimas.
Al final, el manejero ponía en marcha a la cuadrilla. Algunos acompañaban a los segadores hasta los puentes de la carretera; los que no lo hacían, quedaban en la esquina hasta que los viajeros desaparecían en los altos de Caudete.
La duración de la temporada de siega era de cuarenta a cincuenta días, que se hacían largos y penosos para los segadores y también para sus familias, pues tenían que vivir a base de fiado hasta que terminara la siega.
Cuando llegaba la fecha de regreso, el acontecimiento era grande. Solía ser por la tarde y los que esperaban en el ventorrillo del guarda, miraban nerviosos hacia los altos de Caudete, saliendo al camino al oír los toques de la caracola que anunciaban el regreso de los segadores. El grupo, alegre y cansado, se acercaba al pueblo entre abrazos, saludos y comentarios. “Pues chico hemos trabajado mucho y tenemos el cuerpo “molío”; estamos hechos polvo, pero traemos ochenta duros que nos compensan de los cuarenta días de siega. Ahora, a esperar otro año con salud”.
- Libro: Relatos del ayer.
- Editado por el Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla
- /INSERSO.
- MU-34/1988.
- Tema: “Profesiones”.
- Página 48.
- Publica: José Antonio Ortega
Jose el relato de los segadores es un vivo retrato de aquella época. Una España rural atrasada donde la pobreza te empujaba a tener que marchar allá donde pudieras obtener unos duros para ir sobreviviendo la familia. Está bien conocer los orígenes, para algunos/as es hilo conductor de comportamiento coherente con esos orígenes. No en otros casos que se olvidan. Algo que no debía suceder por muy bien que le haya ido la vida a los descendientes de esos cabeza de familia que se tuvieron que marchar fuera para realizar trabajos penosos como es la siega. El trabajo, el calor, jornadas agotadoras… Y estar lejos de la familia.
Siendo niño, aún todavía no había iniciado la escuela, recuerdo apenas que mi padre, un año, se fue a la siega a eso que llamaban Tierra Baja que no sabía que era eso. Habían parones en la industria donde trabajaba y aprovechó un año para ganar unas pesetas, motivado porque se había metido en la compra de una casa por valor de 15.000 pesetas. Una fortuna en casa de un pobre.
No sé si lo ha soñado pero creo recordar que algunos trabajadores se marchaban a la siega en bicicleta.
Es igual.
No estaría de más que de vez en cuando se hablarán estas cosas en familia para que hijos, nietos… conozcan que procedemos de esa clase trabajadora que tuvo que pelear para salir adelante.
No vayamos de aristócratas, somos hijos, nietos…de unos «emigrantes» que se tuvieron que marchar a Tierra Baja a la siega para ir