En las primeras décadas del siglo XX, se seguían unas costumbres que eran tradicionales. Lo principal era el respeto a los mayores, y ésta máxima estaba presente en todos los avatares de la vida.
En el trato familiar con nuestros padres se utilizaba el “usted” y también el “señor padre”, lo cual no impedía tener con ellos una perfecta relación de amistad y cariño. Recuerdo que dialogábamos a menudo mis hermanos y yo con mis padres, pero cuando había por medio, personas mayores, nosotros, ya no metíamos baza, pues ya nos lo tenían advertido.
Tanto varones como mujeres estábamos sometidos a las órdenes de nuestros mayores, pero el hombre gozaba de más libertad. Las hijas estaban sometidas a un riguroso control y cuando salían, lo debían hacer acompañadas de personas de confianza; de las llamadas carabinas.
Los jóvenes establecían relaciones en las romerías de San Marcos o en los bailes que organizaban en los campos con motivo de la vendimia o la trilla. Estas fiestas servían para ir arreglando los noviazgos, siempre con el beneplácito y supervisión de los padres que orientaban sobre la elección de pareja. “Tú te tienes que casar con uno de carro y mula y así podréis salir adelante con las cepas que te daremos”, aunque luego, ya se sabe: el hombre propone y Dios dispone. A la moza le gustaba un pardillo y se casaban igual.
Era tradición que cuando daba a luz la nuera, la suegra le regalaba una gallina, y se llevaba a rajatabla poner el nombre del abuelo o abuela paterna a la criatura.
Las familias enteras se reunían en Navidad, Semana Santa y el Día de la Virgen del Castillo y había una costumbre típica y muy hermosa. Cuando terminaba la comida, preparada con especial esmero por las mujeres, los asistentes se levantaban a besar la mano de los padres y abuelos.
En general, y seguramente por falta de medios, los recién casados vivían en casa de los padres una temporada con el fin de acumular unos ahorros y poder trasladarse a unas “escambras”, cosa que hacían en cuanto podían y de ahí el refrán “el casado casa quiere”.
- Relatos del ayer.
- Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla/INSERSO.
- MU-34/1988.
- Tema: “Costumbres perdidas”.
- Página 56.
- Blog de José Antonio Ortega
Así es Manolo, las viviendas situadas en la parte superior de las casas y con entrada independiente eran conocidas como «escambras».
Menudo siglo el XX. Dos guerras mundiales. La primera (una carnicería) tuvieron que adelantar su terminación por la Revolución rusa. Guerra civil española. La segunda guerra mundial, campos de exterminio, holocausto… Perdida de la hegemonía europea en favor de la emergente potencia norteamericana. La división del mundo en bloques… Ufff.
Respetarían a los mayores, pero las clases dominantes de la época no se andaban con mucho respeto.
La primera guerra mundial nace como consecuencia de un «nuevo reparto» de las colonias. Alemania necesitaba mercados para su potente industria, en manos de otras potencias europeas.
La segunda es la continuación de la primera que se quedó «sin terminar».
El siglo XXI en su primer tercio ya llevamos algunos contratiempos. Crisis financiera brutal, quebrando algunas de las más potentes entidades financieras.
Nuestra crisis de la «burbuja inmobiliaria» en correspondencia con el desajuste financiero.
La pandemia global que puso al mundo en jaque. Los retos futuros. Agotamiento de muchos recursos naturales sobre-explotados, calentamiento global… que condicionaran el futuro de la humanidad.
Ríete de la gallina y la nuera. Pero si es bueno conocer otras épocas, pasar la criba (no todo era idílico) quedarse con lo bueno que pudieron tener en aquellos tiempos. Más de tipo familiar, humano…hoy todo más individualista.
¿Jose, lo de «escambras» es la parte alta de una casa?