Algunos momentos piensas que hay personas que se quejan por cosas de poca importancia, en comparación con lo que puedan estar sufriendo otras.
Se cumplen tres años del terrible atentado en las Ramblas de Barcelona, y que todavía pudo ser mayor según la planificación frustrada de los terroristas que tenían previsto otros objetivos para hacer todavía más daño.
En aquellos días, depositaron muchas velas y flores como muestras de condolencia, y me llamó la atención un pequeño altar improvisado, con un emotivo texto hecho por una persona indigente. Desconozco si esta persona seguirá en este mundo, y de ser así, cómo continuará siendo su vida.
Él escribió este mensaje, cuyo texto era un fiel reflejo de la desesperanza y pone los pelos punta por lo sincero. Decía que era un vagabundo y que su vida no valía para nada. Escrito en color rojo y sobre un cartón como si pretendiera decir que lo hacía con sangre.
Esta reflexión amarga con un argumento sólido, me caló bastante dentro. Mi más convencida admiración a esta persona anónima, solidaria, que seguramente compartió lo único que era suyo aparte de sus sentimientos, la dignidad. Al parecer no tenía nada ni tampoco a nadie, pero tuvo la valentía y el coraje de decir lo que pensaba en un letrero breve con errores de ortografía, pero enorme y duro por su lenguaje, sobre la parte posterior de una triste bandeja de confitería.
Siendo pobre denunciaba la muerte de un niño de tres años y de todos. Con un corazón grande, lo dijo de forma clara, mucho más que todos los políticos, dirigentes y periodistas.
Me gustaría imaginarme a esta persona, después del reposo, transcurridos tres años de aquello, ahora dentro de algún espacio digno fuera de la mendicidad, con sus latidos de corazón noble y humano y no deambulando junto a su alma sosegada, sensaciones de poeta y la única compañía de su sombra.
a usted persona anónima.