Filomena, entre otras muchas evidencias, ha puesto sobre la mesa la desinformación que existe sobre la emergencia climática en la que estamos inmersos. En esta ocasión ha sido el presidente de Aragón el que con un tuit ha desatado la tormenta. «No parece que el cambio climático vaya a suponer necesariamente la desaparición de la nieve». Si el señor Lambán se hubiese quedado en esa frase podríamos pensar que o no tiene la información necesaria o no ha sabido interpretarla. Pero la falta de información no es el problema. Por su posición privilegiada, estoy seguro de que habrá leído numerosos informes y los que no haya podido comprender por sí solo, sus asesores se los habrán explicado. Estoy convencido que sabe la diferencia entre el tiempo y el clima, entre cambio climático y cambio global, entre equilibrio y despilfarro. No me cabe ninguna duda de que conoce las consecuencias sanitarias, ambientales, sociales y económicas que va a suponer para cualquier rincón del planeta el aumento de la temperatura de tres grados. Y lo sé porque en sus contestaciones, además de llamar a los grupos conservacionistas «fanáticos creyentes que se creen en posesión de la verdad absoluta», presume de que el gobierno aragonés tiene entre sus objetivos la lucha contra el Cambio Climático. La explicación que subyace bajo sus palabras es la de siempre, la economía por encima de la naturaleza. En este caso usa la demagogia, aludiendo al empleo y el bienestar de la ciudadanía, porque quiere aumentar las pistas de esquí de Teruel y Huesca, porque no tiene la valentía para hacerle caso a la ciencia, porque prefiere el voto fácil, el aplauso, la palmadita en la espalda al futuro de su comarca. Nuestros políticos, ante problemas diferentes, siguen buscando las soluciones en las mismas estrategias que se empleaban hace 30 años, a pesar de que esa forma de entender el mundo, la economía, las relaciones sociales, nos ha llevado a una encrucijada de la que difícilmente vamos a salir ilesos. Esa falta de visión, de valentía, de aceptar la realidad, la estamos viendo en Almería con muchos ejemplos, el más evidente es el empecinamiento de construir un tercer carril de la autovía para solucionar el problema de los atascos. En vez de apostar por un tren de cercanías que cambie la movilidad de la provincia, con los beneficios individuales, sociales, ambientales y económicos que eso conlleva, apuestan por seguir potenciando el modelo de la individualidad, la de la venta de coches, la del tú estás por encima de todo porque lo puedes pagar y además te lo mereces. La lucha contra el cambio global en el que estamos inmersos, pasa por dar un volantazo, por reconstruir nuestra escala de valores.Para entender el negacionismo de algunos dirigentes, su falta de ética, y el juego sucio que hay detrás del debate científico les recomiendo dos libros. Por un lado «Mercaderes de la duda», por otro «Perdiendo la Tierra. La década en la que podíamos haber detenido el cambio climático».Desde 1979, tras los datos que se obtuvieron de la atmósfera de Venus, conocíamos las consecuencias del aumento del dióxido de carbono en nuestra atmósfera, y que este se iba a producir por el abuso de los combustibles fósiles en los que habíamos puesto toda nuestra confianza. Teníamos la información y sabíamos lo que se podía hacer, pero diferentes presidentes americanos, Trump es el último de una larga lista, no solo decidieron ignorar los datos sino que se propusieron combatirlos con la desinformación, generando dudas. Contrataron científicos para que preparasen falsos informes y nos dijesen que el tabaco no era tan malo como decían algunos locos, para que negasen el agujero de la capa de ozono, las consecuencias de la lluvia ácida, el cambio climático.Son muchos los nombres y datos que aportan estos libros, pero valgan dos pinceladas para saber por qué lo hicieron. Se calcula que entre el año 2000 y el 2016, la industria invirtió más de 2.000 millones de dólares, diez veces el presupuesto de los grupos medioambientalistas, para hacer fracasar la legislación sobre el cambio climático. Se conoce que los amigos de Bush, subvencionados por la petrolera ExxonMobil, ofrecieron 7.000 millones de euros para sobornar a los científicos y desacreditar los informes que se presentaron en la Cumbre la Tierra de París. Y ya sabemos que las inversiones se hacen para multiplicar los beneficios. Ya sea por su falta de interés, de información, de conocimiento, de valentía, de ética, de visión de futuro, yo recomendaría, aprovechando que el próximo 26 de enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, que apostásemos por esta herramienta. Es la única manera de formar una ciudadanía crítica, libre, participativa, y con la determinación necesaria para desenmascarar a los mercaderes de la duda.Moisés S. Palmero Aranda.Educador ambiental y escritor.