Llegó acompañada de miles de personas que la veneran. Pasaban 10 minutos de la 1 del mediodía cuando la imagen de la Virgen del Castillo entraba en la Basílica con el sonido de los arcabuces retumbando en las paredes del templo. Luego empezó a escucharse el himno a la Virgen del Castillo con el que recibieron los miles de vecinos que se agolpaban en el interior de la Basílica después de una intensa jornada donde Yecla rememoró el centenario ritual para honrar a su Patrona.La Bajada volvió a ser uno de los días grandes de las fiestas de Yecla después de que ayer se desarrollara el Beso de la Bandera. La Patrona asomó por las puertas del santuario cuando no eran todavía las 11 de la mañana. Una subida rápida de los arcabuceros y antes de lo que habitualmente sucede el Mayordomo de la Bandera, Ascensio Martínez, empezó a jugar la Insignia cuando su capitán, Jorge Ruiz, le dio la orden. El habitual “ahí la tienes” que se escucha entre el gentío le sonó a gloria al alférez de la compañía. Durante apenas 10 minutos el juego de la bandera abrió el paso de la imagen de la Patrona para situarse en la explanada en un día en el que el sol lucía con fuerza.Y es que la jornada, en lo meteorológico, fue perfecta ya que el viento no hizo acto de presencia. El humo de la pólvora apenas se disipaba cuando salía de los arcabuces provocando una atmósfera típica de las fiestas; con el cerro del Castillo envuelto en una ligera niebla casi mágica para todo aquel que ama estas celebraciones que cumplen 375 años. Se volvió a notar que el número de arcabuceros no aumenta y tampoco se dispararon los arcabuces con tanta soltura. Es la tónica habitual de los últimos años. El precio de la pólvora, que no para de aumentar, ha hecho que se modere el uso de este elemento esencial en las celebraciones declaradas de Interés Turístico Nacional.El descenso de la imagen de la Inmaculada Concepción se hizo a buen ritmo. Eran cientos de fieles los que se situaron en la parte trasera de la comitiva hasta desembocar en la Iglesia Vieja. Allí, la imagen de la Patrona entró en el tempo y salió directamente a la plaza Concejal Sebastián Pérez. Entonces se formó una gran marea humana que acompañó a la imagen cuando enfilaba la llegada hasta la plaza Mayor donde no cabía un alma.
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Desde el balcón del consistorio, el alcalde de la ciudad, Marcos Ortuño, con la voz desgarrada para que todos le escucharan lanzó los tradicionales vivas hacía la Virgen que fueron contestados con otros tantos por las personas allí presentes.
Junto a Ortuño, se encontraba el Presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras y el Delegado del Gobierno en la Región de Murcia, Diego Conesa, entre otras autoridades municipales y regionales que se trasladaron hasta Yecla para vivir en primera persona uno de los días grandes de las fiestas.
No cabía un alma en los balcones del ayuntamiento, ni en la escalinata, ni en todo el recinto que configura la plaza Mayor. Allí estaba también la tribuna de ancianos donde las lágrimas brotaban de los ojos de esas personas que miran siempre con una admiración especial a la imagen de su virgen, la del Castillo.
Los últimos metros de La Bajada fueron de nuevo para los mayordomos de las dos insignias. En la intersección de la calle Martínez Corbalán con la plaza de España, el Mayordomo de la Bandera esperó de rodillas la llegada de la imagen de la Patrona. Con una mirada de complicidad, pidió el permiso a su capitán para comenzar el último de los juegos de la intensa mañana. Allí empezaron las Arcas Cerradas configuradas por cientos de arcabuces que rompieron el silencio con un “baile” sincronizado de ida y vuelta en el disparo. Ese momento es, para muchos apasionados de las fiestas, uno de los de mayor intensidad en el sentimiento festivo.
El Mayordomo de la Bandera fue lentamente, pero sin pausa, recorriendo los metros que le separaban de la puerta de Basílica. Unas veces de pié, otras de rodillas, Ascensio Martínez mantuvo el pulso en un de los juegos que más exigen físicamente al Mayordomo.
Ya en la puerta, el Mayordomo esperó a que la imagen de la Virgen estuviera en a los pies del altar antes de dar por terminado el juego de la Bandera.
Ascensio se fundió en un abrazo con el paje, su hija Ingrid, y junto al Mayordomo de la Bandera se dirigieron juntos hasta los pies de la imagen. En el interior del templo se juntaron las voces de miles de personas para cantarle a su Virgen del Castillo el himno en honor a María Concepción.
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