San Isidro labrador y sus fiestas yeclanas han sido los culpables del milagro envenenado con el que sido obsequiado. Este santo tan castizo y perezoso no ha acertado al elegirme al cuñado. Mucho rezar y mucho mirar al cielo, pero de amantes y de amores entiende poco.
Apareció Isidro cerca de los almendros de mi parcela con un azadón al hombro y y un manojo de romero en la mano izquierda para anunciarme la llegada de un nuevo ‘cuñao’ y desapareció de inmediato. Al día siguiente, cuando conocí al novio de mi hermana fui a la iglesia y se lo dije a la cara.
—Creo que merezco un cuñado mejor —pero el santo de la iglesia es de madera y no me contestó.
Este cuñao es de los del puño cerrado y de los de la boca abierta, y no por lo que come, que no va mal de apetito —si le pones una vaca delante se la zampa— sino porque habla incluso comiendo; y lo grave es que solo cuenta chistes malos y habla de futbol, de política y de su fábrica de sofás continuamente. Y lo dramático es que mi hermana está encantada.
En tres semanas no he escuchado hablar a Jeanne de otra cosa que no sea del traje de labradora y de Manolo, que así se llama el fulano.
Hay una cosa que no entiendo de esta chiquilla (y digo chiquilla porque con sesenta años, se comporta como tal) y es que después de separarse de un mastuerzo francés, viene a encontrarse con otro del mismo pelaje. Yo prefería al francés que bebía cerveza hasta desmayarse; no se le entendía ni una palabra en esos trances y se dormía rápido.
Porque ejemplos de masculinidad insuperable, ha tenido mi hermana donde fijarse. En mí, por ejemplo, que no es porque lo diga yo, pero soy un hombre elegante, bien plantado y chisposo; o en nuestro padre, que era un hombre ecuánime y callado; o en nuestro abuelo, que era brillante y simpático; incluso su hijo, que es un artista singular y un muchacho de porte moderno y musculoso… Pues nada, va la buena mujer y se encapricha de este cabezón; es pequeñajo, de barriga prominente, medio calvo, con más cabeza que espalda. Pero dice ella que Manolico tiene una sonrisa preciosa, cosa que todavía no he tenido la oportunidad de apreciar.
Explico lo de San Isidro —que por cierto, el otro día cuando lo vi en la iglesia y luego en procesión, me pareció poco santo para una fiesta tan rumbosa y colorida—: Mi hermana y Ana se han apuntado a una peña de la que Manolo forma parte. Ahí se conocieron y ahí parece ser que surgió el amor, como remarca él con orgullo.
Llevan quince días pegando papelicos y están haciendo una carroza con colores muy llamativos; se pasan en el local todos los días varias horas de intenso trabajo, de cháchara y de risas, y cada noche, mientras Jeanne se ausenta con el susodicho en despedidas interminables, mi querida esposa me cuenta las historias de la peña y cómo avanza el trabajo. Me han insistido en que ayude, pero es que yo eso de convivir con gente desconocida y además trabajar con las manos se me da muy mal.
Los nombre de las peñas de las fiestas de San Isidro de Yecla son muy curiosos: El Ababó, El Alicornio, Peña Abonico, El Cintón, El Fitolé, Peña Destripaterrones, El Alcuzón, El Clisico; estos son nombres entendibles solo para los habitantes de estas latitudes. También hay otros más corrientes como El Pozo, El Cencerro o El Candil. El numero de ellas es extenso y no quisiera yo aburrirles.
El domingo pasado organizaron pasacalles con música, y sacaron al Santo y a una Santa que por lógica debe ser Santa María de la Cabeza, la mujer del santo carabanchelero. Todas las peñas desfilaron vestidos de labradores: ellos con fajas rojas y chalecos bordados; y ellas de labradoras, con faldones muy elegantes, moños, mantones, flores en el pelo y labios rojos como claveles.
Ana estaba preciosa, mi hermana también, pero yo solo tenía ojos para mi adorada.
Vi el pasacalles con mi suegra, que emocionada me contó que la falda que lucía su hija la bordó ella cuando tenia dieciocho años; la lució en muchos días como este.
A Saturno lo dejé en casa, no soporta el bullicio ni la música de bandas mediocres; de hecho, solo disfruta con la Asociación de Amigos de la Música de Yecla. Este perro mío se ha hecho chovinista con el tiempo y creo que lo que le gusta es la perra de uno de los músicos.
A la gata de Ana se le erizan los pelos y bufa en cuanto aparece por la puerta el cuñao y a este, que es un blando, le tiemblan las canillas y argumenta que es alérgico al pelo gatuno. Un día estuvo a punto de acariciar a Saturno y mi perro le rugió como si fuese un león; desde entonces no se acerca a nuestras mascotas.
Los que me habéis leído alguna vez, sabéis de mi fobia a las aglomeraciones y que las fiestas masivas no me gustan. Sin embargo, este año el santo ha obrado un extraño milagro y este sí ha sido buen milagro: Me han empezado a gustar las fiestas en su honor y hasta me han regalado un chaleco con bordados amarillos que luciré con orgullo toda la semana; es posible que hasta me vista de labrador, pero lo que no lograrán es que pruebe el vino de una bota.
¿Teo, tu «cuñao» según el Seneca que sería un sabio o un ignorante? Para mí sería un sabio, que no un sabiondo, que es presumir de sabio sin serlo. Lo de sabio es por la razón de que siendo un «desecho» haya podido recabar en una familia con unas aptitudes propias del país de Angela Merkel; altos, rubios, ojos azules, listos como el hambre, modernos y les gustan las fiestas de primavera y San Isidro.
Yo también tengo un «cuñao». Se llama Tomás, con T de Teo, pero es un cielo. Algunos rasgos tiene parecido a tu cuñao, la cabeza es «potente» , le gusta comer muchas gachasmigas, como a los del campo, y de trabajar lo mismo que aquel que le dijo a San Isidro, tirando el azadón, San Isidro si cavas tú cavo yo. Ninguno de los dos cavaron.
Un día se fue a vendimiar a Francia por el solo hecho de que le dijeron que allí los franceses vendimian con mucha parsimonia. No se ha vuelto a ir.
Has visto que no he pronunciado la palabra vago para definir a mi cuñao. No sé, será porqué me viene a la mente ese político que le llaman SantiVago. Toni Cantó no, ese es del chiringuito del español, es un tipo que no ha dado palo al agua en su vida de VOX, S.A.
Uy, no sé para que saco a relucir esto, con lo poco valorado que está hablar de estas cosas. Las «aguas no se pueden remover» en Yecla, solo lo hacen los que vienen de fuera, pero pronto son asimilados.
Sobre las carrozas al jurado le pondría unas consideraciones a tener en cuenta a la hora de calificar. Que debería puntuar como mérito que la carroza tuviese motivos relacionados con el campo.
Pueden hacer una fantástica carroza con la catedral de Murcia, pero no tiene nada que ver con lo que se festeja, una fiesta del campo.
Teo, te cambio tu cuñao por el mío, saldría yo ganando.
Todo sin acritud, ningún parecido con la realidad… y todo eso.