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🍁 sábado 23 noviembre 2024
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Una lectura provocadora

Considero muy atrevido que nos hayan hecho leer este mes en el club de lectura “Los Diarios de Anaïs Nin”. ¿Con qué intención nos habrá metido Teresa, nuestra tutora, en este berenjenal? Solo estoy bromeando, claro. Su intención es evidente: además de darnos a conocer a una autora singular y las relaciones que mantuvo con famosos intelectuales de la época como el escritor Henry Miller, el psicoanalista Otto Rank o el pintor Salvador Dalí, entre otros, nos lleva a enfrentarnos con nuestros valores más tradicionales.

Nos cuenta Teresa que la voz de Anaïs fue una de las más provocadoras del siglo XX. Comenzó su diario cuando tenía once años y siguió escribiéndolo hasta su muerte.

La finalidad de un diario no suele ser la publicación, nos dice para situarnos frente a su lectura, sino que están concebidos como si nunca fueran a ser leídos y es por ese motivo que la autora es capaz de expresarse en ellos con absoluta libertad, sin tapujos ni remilgos, dejando constancia de una vida promiscua, intensa amorosa y sexualmente, pero también intelectualmente.

Desde lo banal a lo más escabroso, va contando sin pudor cuáles son sus ambiciones, sus deseos más íntimos, sus pensamientos y contradicciones, en ocasiones de lo más frívolas.

Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré de mi mundo. «Me adapto a mí misma», nos dice en un alarde de dejar constancia cual es su principio vital.

Para introducirnos en la temática, hemos tenido la oportunidad de ver una conferencia en vídeo de la escritora Laura Freixas sobre la autora, en la que nos desvela que el gran deseo de Anaïs era ser una reconocida escritora. Se consideraba a sí misma una artista, una creadora, y la escritura de sus diarios no le permitiría abordar trabajos tan exigentes como el que requiere una novela.

Sin embargo, no tiene intención de abandonarlos, se siente realizada con esta tarea. Este diario es mi kif, mi hashish, mi opio. Mi droga y mi vicio. En lugar de escribir una novela me tiendo con una pluma y este cuaderno, sueño, me dejo llevar por los reflejos rotos…

anais nin diarios 03

Para resolver este dilema, se planteó novelarlos, exhibirlos como si de una ficción se tratara, pero sus editores fueron partidarios de publicarlos tal como fueron escritos, como Diarios, considerando esta fórmula literaria más atractiva y novedosa para los lectores. La duda de la autora residió entonces en que los textos contenían asuntos muy personales y espinosos que implicaban a personas reales, por lo que finalmente decidió que se publicasen censurados en los aspectos más conflictivos. En cualquier caso, los textos no vieron la luz íntegramente hasta después de su muerte.

Anaïs relata sin cortapisas las relaciones que mantuvo con los distintos hombres de su vida. Su esposo, Hugo Guiler, fue un banquero bien situado que le facilitó los recursos para que pudiera dedicarse a escribir sin tener que preocuparse de su manutención. A veces dice amarlo; otras, por el contrario, lo aborrece, se muestra cansada de una relación que no le permite disponer de plena libertad para poder unirse a otros hombres o mujeres, que también las hubo, y vivir con toda la intensidad nuevas relaciones sin pensar en nada más; aunque ser su esposa no supuso un impedimento para la infidelidad en múltiples ocasiones. Le miente para intentar alcanzar la suficiente libertad que le permita estar con quien le plazca y lo hace sin sentirse culpable: La única verdad de su vida es su diario, el resto es una mentira tras otra, dice Laura Freixas de ella.

El famoso escritor Henry Miller fue muy importante en su vida. Lo conoce en el ambiente bohemio de Paris cuando emigra desde Nueva York con su marido. La relación con el escritor tiene también muchas contradicciones. Lo admira, lo desea, aspira a ser su musa, su amante, y también aprender de él como escritora, pero igualmente se cansa de una relación que considera desigual: él, el artista; ella, la musa, pues Anaïs también ambiciona ser reconocida literariamente a su nivel, acusándolo de egocéntrico y egoísta al no recibir la atención que cree merecer: “Prometí a Henry que no sería un fracasado”. “Le hago feliz por lo que le doy, no por lo que soy”, le reprocha.

Anaïs arrastra desde niña una vida infeliz, lo que puede ser motivo de su permanente insatisfacción. Su padre, Joaquín Nin, compositor y pianista cubano abandonó a su familia y emigró a Francia desde los Estados Unidos cuando Anaïs era una niña, lo que marcó su vida para siempre. En los Diarios no cesa de reprocharle su abandono, una idea que tiene muy presente y le traumatiza y, sin embargo, lo añoraba constantemente. Ya adulta, viviendo en París, se reencuentra con él y restablecen la relación durante un tiempo. En su diario relata la relación incestuosa que mantuvieron padre e hija tras su reencuentro y de la sensación de terror que sintió, a pesar de que el gozo no estuvo completamente ausente. Se autojustifica recurriendo al argumento de la venganza, dejó que ocurriera para vengarse de su abandono. Tiempo después, uno de sus hermanos la acusó de mentir.

Tampoco dudó en seducir al psicoanalista austríaco Otto Rank, aunque deja claro en sus escritos que su único atractivo radicaba en su estatus social y profesional, ya que su aspecto físico, declara repugnarle. Utiliza la seducción para otros fines además de los carnales. Así, gracias a la influencia de Otto consiguió ejercer de psicoanalista, profesión en la que llegó a tener cierto prestigio; sus pacientes la adoraban.

anais nin diarios 02Otra relación importante fue la de Gonzalo More, un poeta y activista cubano. Hombre guapo, según Anaïs y más joven que ella. El deseo sexual en este caso, al contrario que con Otto Rank, está fuera de toda duda. Vivió con él una intensa historia de amor, aunque tratándose de ella, ¿quién sabe? Nunca le confesó que estaba casada, y cuando él le pidió matrimonio acepto sin dudarlo. Mantuvo la bigamia durante el resto de su vida y ninguno de los dos maridos supo del otro hasta el día de su entierro.

Hubo muchos otros hombres en su vida sentimental, también mujeres como June Miller, la esposa de Henry, con quién, al parecer, también mantuvo una relación erótica cuando esta llegó a París desde Estados Unidos, que no dudó en narrar en su obra Henry y June.

Tras la lectura han surgido los siguientes comentarios en el Club de lectura:

Pura, ama de casa y madre de tres hijos, se expresó con absoluta sinceridad, tal como pensaba. “Yo soy una persona muy tradicional y me cuesta mucho entender que una mujer casada, como la Nin esta, pueda decir lo que dice y hacer lo que hace y piensa con tan pocos miramientos. Yo solo he conocido a mi marido, no he estado con nadie más en toda mi vida, y no creo que por eso haya desperdiciado mi vida».

A Mariano, un profesor jubilado y uno de los pocos hombres que asisten al club, no le resulta tan extraño el proceder de la autora. Piensa que cada uno elige el tipo de vida que quiere llevar y no todos somos iguales. Cree que en un pueblo como Yecla puede haber historias tan exóticas o más que las que las de la Nin (perdónenme que yo lo ponga en duda). Dice que no conocemos las historias íntimas de todo el mundo, que tal vez hay mucho más de lo que vemos.

Carmen, la más joven del grupo, maestra de primaria, dice que le ha sorprendido mucho que una mujer en los años 30 estuviera tan liberada. Haber leído Los Diarios la han hecho pensar sobre su propia vida. Cree que la gente más atrevida, que ha nacido en pueblos como Yecla, cuando ha tenido sueños y ha decidido luchar por ellos, se ha marchado para intentar conseguirlos en otra parte. Un pueblo muy tradicional como este no lo considera el lugar más adecuado.

La moderadora vuelve a intervenir para decirnos que no es cierto que la historia avance siempre hacia adelante, sino que en muchas ocasiones retrocede. Se ha hablado de los “locos años 20” como una época muy liberal, pero después de la segunda guerra mundial, la sociedad se tornó mucho más conservadora; las mujeres volvieron a sus hogares a ejercer de esposas y madres como única alternativa después de haberse ocupado de que el mundo no se parara mientras los hombres se fueron a la guerra. Es curioso, recuerdo haber leído que durante la Guerra Civil Española, ocurrió exactamente igual.

Encarna, una mujer de mi edad, también ama de casa, pero con mucho criterio, le dice a Carmen que no sea injusta con ella misma, pues las circunstancias de cada uno pesan mucho a la hora de tomar un camino u otro. La situación económica, familiar o personal, condicionan nuestras decisiones. Está convencida de que un pueblo también puede ser un buen lugar para realizarse a sí mismo y, por qué no, dar rienda suelta a nuestras aspiraciones, locuras y fantasías. También la gran ciudad puede ser propensa a la soledad, las existencias mediocres, vacías y aburridas.

anais nin diarios 04Asun, la confitera, confiesa que le parece inmoral la vida de la escritora, no en el aspecto sexual, ya que cada uno puede practicar el sexo como le venga en gana, sino por su habilidad para la mentira. Engaña a su marido para estar con otros hombres y mujeres. No quiere perderlo porque es quien la mantiene. Engaña a Otto Rank para que le ayude a ascender en su estatus profesional. Engaña a Gonzalo, el joven poeta, hasta el punto de casarse con él estando casada con Hugo. En definitiva, engaña a todo el mundo para sentirse adorada por todos.

Asun es muy disciplinada y nos ha extraído citas textuales de Los Diarios para ilustrar la opinión de que la Nin es una mentirosa: “Todas mis mentiras son por amor”. “A cada uno le doy la opción de ser el elegido”. La acusa de vanidad y cinismo por considerarse apta para hacer felices a todos o de destruirlos si se lo propusiera. A veces justifica sus mentiras con el argumento de la venganza: “Los hombres son traicioneros, los engaño a todos para vengarme”. En otro momento, en un gesto de clarividencia o premonición llega a decir: “Mi maldad será póstuma”. Y va más lejos: Siempre seré la prostituta virgen, un ángel perverso, una mujer siniestra y santa de dos caras. Una y otra vez la antítesis entre un lado oscuro y otro luminoso que reconoce en su interior.

Me ha gustado la intervención de Ramiro, el banquero, otro de los pocos hombres que asisten al Club. Está separado y debe aburrirse en casa o tal vez el club es una forma de socializar y entablar nuevas amistades. Para él, esta forma de vivir la han llevado muchos hombres sin que se les juzgara tan duramente por ello: ¿Por qué vamos a ser más estrictos al tratarse de una mujer?

Por mi parte, observo las distintas reacciones tras la lectura de este libro y me doy cuenta de que para la gente corriente, trabajadora, como nosotros, planteamientos de vida como los de esta escritora nos resultan ajenos.

Sin embargo, la mayoría de los asistentes a los clubs de lectura somos gente con necesidad de soñar, tal vez porque hay algo de insatisfacción en la vida que llevamos. Por eso venimos aquí, para disfrutar durante un par de horas de historias y personajes con vidas más interesantes que las nuestras.

Nos adentramos en historias diferentes con las que nos sentimos más o menos identificados, y que, por momentos, vivimos como si formáramos parte de ellas. Conversamos sobre lo que hemos leído, compartimos opiniones, sacamos conclusiones que puedan enriquecernos y aportar una visión crítica de nuestras vidas; nos recreamos en la belleza de los textos, y disfrutamos haciéndolo.

Pero en cuanto termina la sesión, un resorte en nuestro cerebro nos indica el camino de regreso a la realidad y salimos corriendo cada uno al lugar del que vino. Yo, generalmente, voy derecha a casa a preparar la cena para Salvador y para mí. Bueno, para ser completamente sincera, en alguna ocasión me encuentro la mesa puesta y la cena enfriándose. Los tiempos deben estar cambiando.


Relatos de Concha Ortega

Concha Ortega
Concha Ortega
Nací en Yecla en la década de los sesenta. Fui una niña obediente y devota, como me enseñaron las monjas del colegio de La Inmaculada. Hubiera deseado estudiar periodismo, pero las circunstancias personales me lo impidieron. He trabajado en distintas empresas de muebles y tapizados. La crisis me ha obligado a prestar servicios como empleada de hogar por horas. Ser colaboradora en elperiodicodeyecla.com colma, en parte, mis inquietudes culturales y mi afán de superación. Contacta conmigo en ortegaconcha60@gmail.com

Considero muy atrevido que nos hayan hecho leer este mes en el club de lectura “Los Diarios de Anaïs Nin”. ¿Con qué intención nos habrá metido Teresa, nuestra tutora, en este berenjenal? Solo estoy bromeando, claro. Su intención es evidente: además de darnos a conocer a una autora singular y las relaciones que mantuvo con famosos intelectuales de la época como el escritor Henry Miller, el psicoanalista Otto Rank o el pintor Salvador Dalí, entre otros, nos lleva a enfrentarnos con nuestros valores más tradicionales.

Nos cuenta Teresa que la voz de Anaïs fue una de las más provocadoras del siglo XX. Comenzó su diario cuando tenía once años y siguió escribiéndolo hasta su muerte.

La finalidad de un diario no suele ser la publicación, nos dice para situarnos frente a su lectura, sino que están concebidos como si nunca fueran a ser leídos y es por ese motivo que la autora es capaz de expresarse en ellos con absoluta libertad, sin tapujos ni remilgos, dejando constancia de una vida promiscua, intensa amorosa y sexualmente, pero también intelectualmente.

Desde lo banal a lo más escabroso, va contando sin pudor cuáles son sus ambiciones, sus deseos más íntimos, sus pensamientos y contradicciones, en ocasiones de lo más frívolas.

Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré de mi mundo. «Me adapto a mí misma», nos dice en un alarde de dejar constancia cual es su principio vital.

Para introducirnos en la temática, hemos tenido la oportunidad de ver una conferencia en vídeo de la escritora Laura Freixas sobre la autora, en la que nos desvela que el gran deseo de Anaïs era ser una reconocida escritora. Se consideraba a sí misma una artista, una creadora, y la escritura de sus diarios no le permitiría abordar trabajos tan exigentes como el que requiere una novela.

Sin embargo, no tiene intención de abandonarlos, se siente realizada con esta tarea. Este diario es mi kif, mi hashish, mi opio. Mi droga y mi vicio. En lugar de escribir una novela me tiendo con una pluma y este cuaderno, sueño, me dejo llevar por los reflejos rotos…

anais nin diarios 03

Para resolver este dilema, se planteó novelarlos, exhibirlos como si de una ficción se tratara, pero sus editores fueron partidarios de publicarlos tal como fueron escritos, como Diarios, considerando esta fórmula literaria más atractiva y novedosa para los lectores. La duda de la autora residió entonces en que los textos contenían asuntos muy personales y espinosos que implicaban a personas reales, por lo que finalmente decidió que se publicasen censurados en los aspectos más conflictivos. En cualquier caso, los textos no vieron la luz íntegramente hasta después de su muerte.

Anaïs relata sin cortapisas las relaciones que mantuvo con los distintos hombres de su vida. Su esposo, Hugo Guiler, fue un banquero bien situado que le facilitó los recursos para que pudiera dedicarse a escribir sin tener que preocuparse de su manutención. A veces dice amarlo; otras, por el contrario, lo aborrece, se muestra cansada de una relación que no le permite disponer de plena libertad para poder unirse a otros hombres o mujeres, que también las hubo, y vivir con toda la intensidad nuevas relaciones sin pensar en nada más; aunque ser su esposa no supuso un impedimento para la infidelidad en múltiples ocasiones. Le miente para intentar alcanzar la suficiente libertad que le permita estar con quien le plazca y lo hace sin sentirse culpable: La única verdad de su vida es su diario, el resto es una mentira tras otra, dice Laura Freixas de ella.

El famoso escritor Henry Miller fue muy importante en su vida. Lo conoce en el ambiente bohemio de Paris cuando emigra desde Nueva York con su marido. La relación con el escritor tiene también muchas contradicciones. Lo admira, lo desea, aspira a ser su musa, su amante, y también aprender de él como escritora, pero igualmente se cansa de una relación que considera desigual: él, el artista; ella, la musa, pues Anaïs también ambiciona ser reconocida literariamente a su nivel, acusándolo de egocéntrico y egoísta al no recibir la atención que cree merecer: “Prometí a Henry que no sería un fracasado”. “Le hago feliz por lo que le doy, no por lo que soy”, le reprocha.

Anaïs arrastra desde niña una vida infeliz, lo que puede ser motivo de su permanente insatisfacción. Su padre, Joaquín Nin, compositor y pianista cubano abandonó a su familia y emigró a Francia desde los Estados Unidos cuando Anaïs era una niña, lo que marcó su vida para siempre. En los Diarios no cesa de reprocharle su abandono, una idea que tiene muy presente y le traumatiza y, sin embargo, lo añoraba constantemente. Ya adulta, viviendo en París, se reencuentra con él y restablecen la relación durante un tiempo. En su diario relata la relación incestuosa que mantuvieron padre e hija tras su reencuentro y de la sensación de terror que sintió, a pesar de que el gozo no estuvo completamente ausente. Se autojustifica recurriendo al argumento de la venganza, dejó que ocurriera para vengarse de su abandono. Tiempo después, uno de sus hermanos la acusó de mentir.

Tampoco dudó en seducir al psicoanalista austríaco Otto Rank, aunque deja claro en sus escritos que su único atractivo radicaba en su estatus social y profesional, ya que su aspecto físico, declara repugnarle. Utiliza la seducción para otros fines además de los carnales. Así, gracias a la influencia de Otto consiguió ejercer de psicoanalista, profesión en la que llegó a tener cierto prestigio; sus pacientes la adoraban.

anais nin diarios 02Otra relación importante fue la de Gonzalo More, un poeta y activista cubano. Hombre guapo, según Anaïs y más joven que ella. El deseo sexual en este caso, al contrario que con Otto Rank, está fuera de toda duda. Vivió con él una intensa historia de amor, aunque tratándose de ella, ¿quién sabe? Nunca le confesó que estaba casada, y cuando él le pidió matrimonio acepto sin dudarlo. Mantuvo la bigamia durante el resto de su vida y ninguno de los dos maridos supo del otro hasta el día de su entierro.

Hubo muchos otros hombres en su vida sentimental, también mujeres como June Miller, la esposa de Henry, con quién, al parecer, también mantuvo una relación erótica cuando esta llegó a París desde Estados Unidos, que no dudó en narrar en su obra Henry y June.

Tras la lectura han surgido los siguientes comentarios en el Club de lectura:

Pura, ama de casa y madre de tres hijos, se expresó con absoluta sinceridad, tal como pensaba. “Yo soy una persona muy tradicional y me cuesta mucho entender que una mujer casada, como la Nin esta, pueda decir lo que dice y hacer lo que hace y piensa con tan pocos miramientos. Yo solo he conocido a mi marido, no he estado con nadie más en toda mi vida, y no creo que por eso haya desperdiciado mi vida».

A Mariano, un profesor jubilado y uno de los pocos hombres que asisten al club, no le resulta tan extraño el proceder de la autora. Piensa que cada uno elige el tipo de vida que quiere llevar y no todos somos iguales. Cree que en un pueblo como Yecla puede haber historias tan exóticas o más que las que las de la Nin (perdónenme que yo lo ponga en duda). Dice que no conocemos las historias íntimas de todo el mundo, que tal vez hay mucho más de lo que vemos.

Carmen, la más joven del grupo, maestra de primaria, dice que le ha sorprendido mucho que una mujer en los años 30 estuviera tan liberada. Haber leído Los Diarios la han hecho pensar sobre su propia vida. Cree que la gente más atrevida, que ha nacido en pueblos como Yecla, cuando ha tenido sueños y ha decidido luchar por ellos, se ha marchado para intentar conseguirlos en otra parte. Un pueblo muy tradicional como este no lo considera el lugar más adecuado.

La moderadora vuelve a intervenir para decirnos que no es cierto que la historia avance siempre hacia adelante, sino que en muchas ocasiones retrocede. Se ha hablado de los “locos años 20” como una época muy liberal, pero después de la segunda guerra mundial, la sociedad se tornó mucho más conservadora; las mujeres volvieron a sus hogares a ejercer de esposas y madres como única alternativa después de haberse ocupado de que el mundo no se parara mientras los hombres se fueron a la guerra. Es curioso, recuerdo haber leído que durante la Guerra Civil Española, ocurrió exactamente igual.

Encarna, una mujer de mi edad, también ama de casa, pero con mucho criterio, le dice a Carmen que no sea injusta con ella misma, pues las circunstancias de cada uno pesan mucho a la hora de tomar un camino u otro. La situación económica, familiar o personal, condicionan nuestras decisiones. Está convencida de que un pueblo también puede ser un buen lugar para realizarse a sí mismo y, por qué no, dar rienda suelta a nuestras aspiraciones, locuras y fantasías. También la gran ciudad puede ser propensa a la soledad, las existencias mediocres, vacías y aburridas.

anais nin diarios 04Asun, la confitera, confiesa que le parece inmoral la vida de la escritora, no en el aspecto sexual, ya que cada uno puede practicar el sexo como le venga en gana, sino por su habilidad para la mentira. Engaña a su marido para estar con otros hombres y mujeres. No quiere perderlo porque es quien la mantiene. Engaña a Otto Rank para que le ayude a ascender en su estatus profesional. Engaña a Gonzalo, el joven poeta, hasta el punto de casarse con él estando casada con Hugo. En definitiva, engaña a todo el mundo para sentirse adorada por todos.

Asun es muy disciplinada y nos ha extraído citas textuales de Los Diarios para ilustrar la opinión de que la Nin es una mentirosa: “Todas mis mentiras son por amor”. “A cada uno le doy la opción de ser el elegido”. La acusa de vanidad y cinismo por considerarse apta para hacer felices a todos o de destruirlos si se lo propusiera. A veces justifica sus mentiras con el argumento de la venganza: “Los hombres son traicioneros, los engaño a todos para vengarme”. En otro momento, en un gesto de clarividencia o premonición llega a decir: “Mi maldad será póstuma”. Y va más lejos: Siempre seré la prostituta virgen, un ángel perverso, una mujer siniestra y santa de dos caras. Una y otra vez la antítesis entre un lado oscuro y otro luminoso que reconoce en su interior.

Me ha gustado la intervención de Ramiro, el banquero, otro de los pocos hombres que asisten al Club. Está separado y debe aburrirse en casa o tal vez el club es una forma de socializar y entablar nuevas amistades. Para él, esta forma de vivir la han llevado muchos hombres sin que se les juzgara tan duramente por ello: ¿Por qué vamos a ser más estrictos al tratarse de una mujer?

Por mi parte, observo las distintas reacciones tras la lectura de este libro y me doy cuenta de que para la gente corriente, trabajadora, como nosotros, planteamientos de vida como los de esta escritora nos resultan ajenos.

Sin embargo, la mayoría de los asistentes a los clubs de lectura somos gente con necesidad de soñar, tal vez porque hay algo de insatisfacción en la vida que llevamos. Por eso venimos aquí, para disfrutar durante un par de horas de historias y personajes con vidas más interesantes que las nuestras.

Nos adentramos en historias diferentes con las que nos sentimos más o menos identificados, y que, por momentos, vivimos como si formáramos parte de ellas. Conversamos sobre lo que hemos leído, compartimos opiniones, sacamos conclusiones que puedan enriquecernos y aportar una visión crítica de nuestras vidas; nos recreamos en la belleza de los textos, y disfrutamos haciéndolo.

Pero en cuanto termina la sesión, un resorte en nuestro cerebro nos indica el camino de regreso a la realidad y salimos corriendo cada uno al lugar del que vino. Yo, generalmente, voy derecha a casa a preparar la cena para Salvador y para mí. Bueno, para ser completamente sincera, en alguna ocasión me encuentro la mesa puesta y la cena enfriándose. Los tiempos deben estar cambiando.


Relatos de Concha Ortega

Concha Ortega
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Nací en Yecla en la década de los sesenta. Fui una niña obediente y devota, como me enseñaron las monjas del colegio de La Inmaculada. Hubiera deseado estudiar periodismo, pero las circunstancias personales me lo impidieron. He trabajado en distintas empresas de muebles y tapizados. La crisis me ha obligado a prestar servicios como empleada de hogar por horas. Ser colaboradora en elperiodicodeyecla.com colma, en parte, mis inquietudes culturales y mi afán de superación. Contacta conmigo en ortegaconcha60@gmail.com
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