La fiabilidad de una trayectoria queda demostrada con los 41 años que Diego Suárez lleva dedicados a ser delegado del Yeclano, si sumamos el actual Yeclano Deportivo con el anterior cuyo apellido era Club de Fútbol.
Diego es una persona sencilla. Tomando café solo o en compañía de otros hemos hablado más de una vez de lo que rodea a pequeña escala el mundo del fútbol.
Si en sentido figurado uniéramos todos los brazaletes de Delegado que ha lucido a lo largo de tantos años, podría tejerse una larga cinta que seguramente daría la vuelta al terreno de juego de nuestra vieja Constitución.
Diego se distingue porque sabe más de lo que calla y mucho más de lo que cuenta. Él, que tiene ya tiempo pensada su retirada, me dice que cada vez que se disputa un partido dedica unas 6 horas a la encomienda. Como si fuera un receptor censal, sobre dos horas antes tiene que estar en el campo para recibir al equipo contrario y al equipo arbitral; casi otras dos mientras rueda el balón y otras tantas, hasta que todos los anteriormente recibidos, junto a la plantilla, se marchan.
Esta que ha comenzado realizando su importante tarea, es la temporada número 42. Cuatro décadas transcurridas con dinámicas que serán por tiempo y forma difíciles de igualar. Conocedor de todos los entresijos del fútbol dentro y fuera de la trastienda -porque en su día también fue directivo- es una persona veterana, experimentada y prudente.
Planificador de los partidos de pretemporada y encuentros amistosos, la figura de delegado es testigo directo de todo lo que rodea al fútbol. En un conjunto de tareas, además de la reestructuración de los banquillos y vender abonos, los pormenores de organizar un graderío en época de pandemia.
Una labor con mucha mano izquierda
Convincente y persuasivo, su encomienda conlleva tener mucha mano izquierda con la labor arbitral. Mientras otros y el respetable pueda estar al borde de la taquicardia por la incertidumbre del resultado o alguna polémica decisión. Para minimizar ciertos efectos del silbato se requiere mucho temple y a la hora de aplicar el reglamento, fomentar un trato cordial y echar un capote, forma parte de su trabajo.
El fútbol a nivel de élite se ha convertido en una industria que tiene muy poco de deporte y mucho de negocio, tenemos ejemplos de ofertas y fichajes astronómicos de repercusión mundial, mientras que por otra parte los equipos modestos se asemejan al de muchas economías domésticas en las que a veces no se sabe si llegará a fin de mes, lo cual demuestra que el desequilibrio económico en el fútbol, es total y no está exento de crisis económica también en clubes de mucho empaque.
Responsable en su gestión en este cargo tan longevo dentro y fuera, ha cautivado muchas amistades. Partícipe de ascensos y descensos, de momentos de gloria y sufrimientos en tardes de diversos coloridos. En un periodo tan dilatado reflexionar sobre lo vivido y vivir lo que está ocurriendo, siempre será relevante para saborear sus recuerdos.
La última vez que hablé con él le noté un poco cansado, aunque con este proyecto a todos se nos han reactivado las motivaciones por la incorporación casi en la totalidad del engranaje de nuevos jugadores.
Como todo en la vida, nuestro equilibrio depende en gran medida del sentido del tacto. El delegado de un equipo, es algo que se asemeja al embajador de un club.
Su trabajo es un salvoconducto basado en los mismos principios, aunque por cosas de la edad le hayan aparecido unos achaques hace unos días. La salud no es una materia programable como el planteamiento de un partido, y él ahí va, calibrando el reposo para recuperarse a ralentí.
Diego Suárez, una persona discreta, educada y elegante en sus modales poco dada al protagonismo a la que después de tantos años, le sigue fluyendo la ilusión del primer día en que apareció con un brazalete verde por la bocana de vestuarios.
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Jose Antonio, creo que has sumado unos años de más, pues te recuerdo que en la época de Fransan, el delegado era Gerardo…y esto hace 30 años. Con mi comentario no quiero quitarle la merecida labor de Diego.
Buenas y emotivas palabras para una persona que se las merece. Un abrazo a ti y a Diego.