«Nunca lo dije en casa; mi familia no lo ha sabido nunca ‘oficialmente’ y creo que eso ha sido lo mejor». Charo tiene 68 años, está jubilada y es licenciada en Geografía e Historia. Cuenta con varios másteres en su haber y trabajó en la Dirección General de Aduanas, además de en varias librerías de Madrid. Se considera una persona discreta y muy trabajadora. «No iba a tener el apoyo suficiente, por eso no quise crear problemas dentro del seno familiar», reconoce.
En los años 80′, empezó a sentirse arropada en su círculo social de amigos y compañeros de trabajo. Haberse mantenido discretamente frente a su familia le ha permitido vivir su homosexualidad de forma más tranquila, aunque reconoce que este ha sido el gran secreto de su vida. Nunca ha creído excesivamente en los colectivos LGTBIQ+, pero es verdad que ahora está viviendo un acercamiento a ellos. Ha vivido en varias relaciones; la última, que duró 13 años, la ha dejado totalmente marcada. Todavía se está recuperando.
(In)visibles, la vida de los LGTBIQ+ más olvidados
La historia de Charo, cuya imagen abre este reportaje, es una de las que esconde la exposición de fotos de Juanjo Martínez que inauguró este lunes en el Edificio Bioclimático. Bajo el título (IN)VISIBLES, este fotógrafo yeclano pretender dar visibilidad a una parte de este colectivo que, por haber crecido en otros tiempos, no ha tenido tan fácil mostrarse ante la sociedad tal y como es.
El colectivo LGTBIQ+ más veterano pide voz en este mundo cada vez más globalizado. Nunca lo han tenido fácil. «Salir del armario» en los 60-70 no era nada fácil. Han vivido momentos muy duros, ya que no había reconocimiento ni protección, sin contar con el escarnio público e incluso la deshonra familiar que suponía.
Actualmente, estas personas viven en soledad o en compañía de otras personas del colectivo; muchas veces con dificultades económicas, lo que se suma también a los achaques de salud y enfermedad típicos de su edad.
La muestra es un homenaje a todos ellos: a Carmen, a Diana, a Ricardo, a Rosa y a muchos más.
Rosa, 74 años
Rosa tiene 74 años. Se casó, se mudó a Brasil y estuvo 13 años con su marido, con el que tuvo seis hijos. En 1983 se divorció, volvió a España y en 1978 tuvo su primera relación sexual lésbica. «Me cambió la vida», reconoce. Aun así, siempre ha colaborado con diversas organizaciones religiosas, ya que aunque muchas le cerraron las puertas e incluso la amenazaron con quitarle a sus hijos cuando supieron de su condición sexual, Rosa es creyente.
Aun así, sus hijos también rechazan a su madre y solo es queda con ella su hija mayor. Su última pareja murió de sida en 1994. «Los mayores LGTBIQ+ vivimos una situación de ‘sálvese quién pueda'», afirman. De todas formas, gracias a las asociaciones mantiene vivas sus relaciones sociales, así como un necesario apoyo físico y psicológico.
Jesús, 75 años
Con apenas seis años, Jesús ya sabía de su condición sexual. Sus recuerdos de infancia son con su madre limpiando escaleras, hasta que puedo entrar en una oficina. Polifacético donde los haya, trabajó incluso con Berlanga en «El Verdugo», si bien su principal empleo fue en Iberia, donde estuvo de coordinador de pista durante 18 años.
Cuando dejó su empleo, emprendió su camino por el mundo de la religió junto a los Monjes Urbanos de París, con quienes recorrió el mundo dando catequesis. Aunque cuando supieron de su condición sexual, tuvo que ir y se refugió en diferentes comunidades cristianas españolas conformadas por homosexuales.
Diana, 52 años
Diana es transexual. Comenzó su tratamiento en 2017 y reconoce que ha sido una larga travesía. «La sociedad no está preparada para encajar a las personas transexuales, sobre todo en el mercado laboral», explica.
Vivió 12 años en Dinamarca, trabajó como auxiliar administrativa y es afiliada a IU desde 1990. Aun así, se muestra muy crítica con el colectivo LGTBQ+ porque ha encontrada trabas para ser aceptada tal y como es. También considera que la ley debe mejorarse para aligerar los plazas y la burocracia a la hora de facilitar el cambio de género. Se considera una gran activista en la lucha por los derechos del colectivo transexual.
Eduardo, 62 años
Nacido en Uruguay, Eduardo llegó a España en 1991 para hacer un doctorado en Relaciones Internacionales. Con 11 años se percató de su condición sexual y aunque no sufrió rechazo por parte de su familia, sí noto a su llegada a España cierta presión social hacia el colectivo gay.
Actualmente, comparte piso con otro chico y desde 2006 no ha conseguido trabajo; antes cuidaba a personas con Alzheimer. En la actualidad, vive de una pensión no contributiva. Aunque considera que se ha avanzado bastante socialmente en temas de género, considera que las leyes n van a la par con la educación sexual que se imparte en los colegios.
Carmen, 58 años
Desde muy pequeña supo su condición sexual, pero vivió como hombre durante toda su vida, aunque se travestía de mujer a escondidas. Su familia la metió en un internado y eso cambió su vida. No tuvo referentes hasta la muerte de Franco, momento en que se empezó a dar el nombre de ciertas personas trans famosas.
Aunque en Barcelona tuvo sus primeros contactos trans, se mudó a Londres para trabajar como enfermero; se casó y tuvo dos hijas. Tras divorciarse, entró en depresión y sobrevivió a un intento de suicidio. En 2016, entró en el colectivo COGAM (Colectivo LGTBIQ+ de Madrid). Allí fue donde la apoyaron y en 2017 salió por primera vez a la acalle como mujer. Comenzó su tratamiento y desde entonces es Carmen. Ahora preside COGAM y ejerce como abogada para esta asociación.
Ricardo, 65 años
Ricardo es un hombre de mundo, artista plástico y muy interesado en la cultura y la historia. De pequeño sufrió a unos profesores muy autoritarios, lo que le cambió la vida. Se convirtió en un joven conflictivo, lo que le llevó a varios colegios y psicólogos. Se refugió en la pintura e ingresó en la secuela de oficios.
Fue ahí donde se percató de su condición sexual, lo que disgustó mucho a su padre. Finalmente, empezó una relación con una chica, pero no cuajó. Viajó a Francia; país que le influyó soberanamente y lugar donde comenzó su activismo por la liberación sexual. Finalmente, volvió a Barcelona y definitivamente se instaló en Madrid, donde colabora con diversas asociaciones gais y de izquierdas.
Maribel, 62 años
Desde muy niña siempre le gustó relacionarse solo con mujeres y no se sintió identificada con la figura masculina. A los 12 años ya se travestía en casa. Tuvo una carrera prolífica como directora de fotografía, mantuvo una relación con otra mujer y hasta tuvieron una hija. En 2010 decidió salir del armario, lo que le costó sus relaciones familiares y de amistad.
Ahora vive en la casa de una amiga que le alquila una habitación. Es activista por la lucha del colectivo transexual y no tiene apenas esperanzas en el futuro de las personas mayores del colectivo LGTBIQ+.
Jesús, 51 años
Jesús creció en una familia conservadora. Con apenas ocho años falleció su madre y lo internaron en un seminario donde estuvo hasta los 18. Allí tuvo sus primeros encuentros sexuales con otros chicos.
Con 25 aprobó oposiciones a celador, se fue a Madrid un tiempo donde pudo vivir su sexualidad con libertad, pero tres años después volvió a su pueblo, Alcázar de San Juan. Allí conoció a Neli, una chica con la que estuvo un año. Jesús no se aceptaba, lo que le sumó en el alcohol y la ludopatía. Por fin, con 32 años decidió romper con todo y vivir su sexualidad en plenitud. Conoció a José Luis y lleva 18 años con él, los 10 últimos de casados.
No fue fácil dar el paso en su pueblo, pero poco a poco se ha liberado de miedos y prejuicios; tanto que decidió fundar la primera asociación LGTBIQ+ de la localidad.
Exposición (IN)VISIBLES
- Autor: Juanjo Martínez
- Lugar: Edificio Bioclimático
- Horario: L-V de 9 a 14h. y de 16 a 21:30h / Sábados: de 10 a 13.30 y de 16.30 a 20.30h.
- Fecha: hasta el 9 de julio
- Además… en el mismo lugar se puede visitar la exposición Transgresivas a cargo de la asociación Chrysallis (Asociación de familias de Infancia y Juventud Trans).
Las persona deben tener la libertad de elegir su sexualidad. Por suerte las sociedades cada vez se muestran más tolerantes, no sin antes decir que los derechos lo mismo que se consiguen se pueden perder.
Esto nos lleva a la conclusión de que visibilizar, dar normalidad a estas personas es la clave y contribuye a no perder los derechos de las personas, derecho a elegir.
De momento, digo de momento no bajar la guardia, España es un país con «MUCHO ORGULLO»