Un día contaré lo que sucedió en la mañana que Yecla echó a volar. Solo algunas personas lo presenciaron, pero el relato ha ido viajando a lo largo de todo el planeta hasta que ningún yeclano ha quedado sin conocerlo. Además, algo sentimos aquellos a los que nos pilló lejos, como un retumbe a la altura del pecho y muchos nos pasamos días sin que nos pasase nada por el galillo, obstruido con una ausencia.
Pero dejemos los relatos tristes para otro día. Estos días he estado repasando algunos recuerdos de hace años y he encontrado el de una vez que visité Yecla para las Fiestas de la Virgen en 2032. Para ese año se hablaba del paso de un asteroide que podía representar una amenaza para el planeta, pero al susodicho debimos causarle angustia y su trayectoria se alejó todavía más de lo que estaba prevista.
El Musk había intentado cabalgarlo tras cazarlo con una cuerda de grafeno de una empresa yeclana que había comprado años antes, y como se había errado en el cálculo de la distancia, también lo hizo él. Ahora está perdido en el vacío, seguramente molestando piedras, enardeciendo a las estrellas contra sí mismas y hablándoles de censura a los tardígrados.
Bien, las Fiestas. El relato no trata tanto de ellas, sino de un nuevo personaje que había emergido en el panorama yeclano y del que yo no fui consciente hasta mi visita. Como hiciese el Portu a principios de siglo, había nacido una nueva estrella para cantarle a la Purísima y a los yeclanos paseantes de la Plaza España, solo que en vez de ataviarse con una guitarra y dar el cante con una voz cascada mientras repasaba los éxitos de Sabina, Serrat y Ana Belén, entre otros, este nuevo nacido para estrellarse dedicaba las horas a Anuel, Duki, Bad Gyal, Bad Bunny, Tangana e, incluso, se atrevía con Rosalía.
Años más tarde hubo quien comentó que el pueblo echó a volar para no escuchar al susodicho personaje, que se hacía llamar Yakku D. Ni era cierto lo primero, ni jamás se supo de qué era la D. Tras el primer misterio estoy todavía, y espero poder contároslo cuando relate la desaparición del pueblo; lo segundo es un enigma que ni Iker Jiménez podrá resolver jamás.
El hecho es que Yakku D se había hecho famoso durante el verano, e incluso fue invitado a varias barracas durante la Feria. Los zagalicos de entonces ya no escuchaban trap, sino versiones remasterizadas de Bach y Beethoven a las que se le añadían palmas (Mozart no, estaba canceladísimo, aunque ya no recuerdo por qué) y música IA; no, los únicos que escuchaban trap eran aquellos que lo habían hecho una década antes, ahora intentos de padres y madres de familia, todavía con la eco-ansiedad minándoles la autoestima y deseosos de salir de las fábricas y oficinas para ponerse con el empowerment personal.
Pero el Yakku D les cantaba, y eso hizo que, por un momento, se pararan a ver el mundo que les rodeaba. Y vieron las Fiestas de la Virgen. No les gustaron. Y las cancelaron en redes. Salió el mayordomo de ese año junto al alcalde de turno a declarar que no se dejarían amedrentar, que no dejarían que tachasen sus fiestas de woke solo porque hubiesen dejado salir como tiraoras a dos mujeres. Todavía hay quien se pregunta por qué se votó a ese alcalde, más perdido que un ratón en la fiesta de cumpleaños de Garfield.
El problema se solucionó echando del pueblo a Yakku D, que regresaría años más tarde para colonizar el último vagón del Chicharra, donde daba conciertos íntimos. Su música viajaba de un linde a otro de Yecla, amenizando los atardeceres y provocando que la uva se tornase pasa antes de tiempo. Sin embargo, la relación entre la generación Z y las Fiestas de la Virgen (y sus representantes y seguidores) jamás sanó: los primeros aparecían en las visitas a la casa del mayordomo con sus altavoces portátiles, el trap a tope y pancartas en las que podían leerse proclamas como: Tu pólvora, mi desasosiego, o Explota al explotador, entre otros ingenios.
Por su parte, las gentes que trataban de disfrutar de las Fiestas respondieron lanzándoles trocicos de pan con gachasmigas (que habían cocinado un rato antes en previsión), a ver si, a base de tradición, les entraba el conocimiento. Solo cuando le ponían longanicica tenía algún efecto, aunque no perpetuo.
Me temo que el pueblo voló antes de que este conflicto se solucionara, y ahora dos facciones (entre otras cuantas, ya os contaré) erran por el mundo destinadas a no entenderse jamás: los adoradores de la Inmaculada Concepción y sus fiestas, aquellos que os conté que seguían buscando la localidad destinada a ser la sucesora de Yecla; y los fans de Yakku D, yeclanos de la generación Z que quedaron anclados en el pasado y en un conflicto que inflamaba sus querencias y les impedía seguir adelante, resentidos con sus padres por no haber hecho más, y con sus hijos, por existir.
Artículos de Javier Muñoz Chumilla