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✝️ viernes 29 marzo 2024
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La primera manifestación religiosa de la humanidad

El culto a los muertos es la primera manifestación religiosa de la humanidad. Una manifestación universal asociada al propio sentido de la existencia, a la conciencia de la muerte y a la creencia en otra vida en el más allá.

Como en todos los lugares habitados desde la Prehistoria, los pobladores de nuestro entorno han dejado huella del culto rendido a los muertos, han manifestado su respeto, recuerdo y veneración con predicas cristianas por aquellos que abandonaron esta vida y han procurado para ellos una digna morada.

Una somera observación de los restos arqueológicos prehistóricos, de la Edad del Hierro, del pueblo íbero, de la etapa de romanización, del periodo almohade y de la época medieval, nos ilustra sobre la cultura de todas esas sociedades que habitaron en territorio yeclano, cuyos rituales funerarios son tan valiosos e interesantes como el arte, las construcciones y el modo de vida que representa a cada una de ellas.

Dice el biblista Sergio Fuster que “lo que creen los pueblos acerca de lo que ocurre después de la muerte, sin duda, está plasmado en su actitud hacia el cuerpo del difunto”. Por eso, la historia de la humanidad está jalonada de ceremonias y rituales en torno a la muerte que conocemos por el hallazgo de ajuares funerarios; el depósito junto al cadáver de alimentos y objetos personales como herramientas, armas, flores y adornos; la mortaja, la posición del cuerpo y el tipo de enterramiento; las ofrendas y mandas… Y como manifestación religiosa, el culto a los muertos se conserva influido por las creencias y doctrina de cada confesión religiosa.

Así, los musulmanes lavan el cuerpo de la persona fallecida, lo amortajan, hacen una oración por ella y le dan sepultura en tierra colocando el cuerpo sobre el lado derecho y con la cara mirando en dirección a La Meca. No permiten el embalsamamiento ni la cremación, ni mausoleos ni lápidas ni el traslado del cuerpo a otra ciudad distinta a la del fallecimiento.

Entre los cristianos, tras el fallecimiento, lo establecido por tradición es envolver el cuerpo en un sudario y colocarlo en un ataúd. Después de velarlo durante al menos un día y de realizar las exequias y honras fúnebres, se le da sepultura en un cementerio, en zona de nichería o en panteón familiar.

Hay casos en que para dar cumplimiento a los criterios e instrucciones establecidas previamente por la persona fallecida, tras las exequias, se procede a la incineración o cremación del cuerpo y, posteriormente se da enterramiento a las cenizas en el cementerio. Nada de esparcir las cenizas ni repartirlas entre los familiares ni conservarlas en casa, es lo que recomienda la Iglesia a los cristianos. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre”, leemos en el evangelio (Jn. 11, 25-26).

Bien es verdad que quienes tienen otras creencias religiosas y tienen otro concepto de la muerte, también adoptan una actitud distinta respecto a las ceremonias y rituales funerarios, antes y después de la cremación, que contravienen la doctrina de la Iglesia católica.

Yuma Puche es licenciada en Historia y experta en asuntos religiosos.

Yuma Puche
Yuma Puche
Redactora de elperiodicodeyecla.com desde su puesta en marcha en el año 2.000.

El culto a los muertos es la primera manifestación religiosa de la humanidad. Una manifestación universal asociada al propio sentido de la existencia, a la conciencia de la muerte y a la creencia en otra vida en el más allá.

Como en todos los lugares habitados desde la Prehistoria, los pobladores de nuestro entorno han dejado huella del culto rendido a los muertos, han manifestado su respeto, recuerdo y veneración con predicas cristianas por aquellos que abandonaron esta vida y han procurado para ellos una digna morada.

Una somera observación de los restos arqueológicos prehistóricos, de la Edad del Hierro, del pueblo íbero, de la etapa de romanización, del periodo almohade y de la época medieval, nos ilustra sobre la cultura de todas esas sociedades que habitaron en territorio yeclano, cuyos rituales funerarios son tan valiosos e interesantes como el arte, las construcciones y el modo de vida que representa a cada una de ellas.

Dice el biblista Sergio Fuster que “lo que creen los pueblos acerca de lo que ocurre después de la muerte, sin duda, está plasmado en su actitud hacia el cuerpo del difunto”. Por eso, la historia de la humanidad está jalonada de ceremonias y rituales en torno a la muerte que conocemos por el hallazgo de ajuares funerarios; el depósito junto al cadáver de alimentos y objetos personales como herramientas, armas, flores y adornos; la mortaja, la posición del cuerpo y el tipo de enterramiento; las ofrendas y mandas… Y como manifestación religiosa, el culto a los muertos se conserva influido por las creencias y doctrina de cada confesión religiosa.

Así, los musulmanes lavan el cuerpo de la persona fallecida, lo amortajan, hacen una oración por ella y le dan sepultura en tierra colocando el cuerpo sobre el lado derecho y con la cara mirando en dirección a La Meca. No permiten el embalsamamiento ni la cremación, ni mausoleos ni lápidas ni el traslado del cuerpo a otra ciudad distinta a la del fallecimiento.

Entre los cristianos, tras el fallecimiento, lo establecido por tradición es envolver el cuerpo en un sudario y colocarlo en un ataúd. Después de velarlo durante al menos un día y de realizar las exequias y honras fúnebres, se le da sepultura en un cementerio, en zona de nichería o en panteón familiar.

Hay casos en que para dar cumplimiento a los criterios e instrucciones establecidas previamente por la persona fallecida, tras las exequias, se procede a la incineración o cremación del cuerpo y, posteriormente se da enterramiento a las cenizas en el cementerio. Nada de esparcir las cenizas ni repartirlas entre los familiares ni conservarlas en casa, es lo que recomienda la Iglesia a los cristianos. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre”, leemos en el evangelio (Jn. 11, 25-26).

Bien es verdad que quienes tienen otras creencias religiosas y tienen otro concepto de la muerte, también adoptan una actitud distinta respecto a las ceremonias y rituales funerarios, antes y después de la cremación, que contravienen la doctrina de la Iglesia católica.

Yuma Puche es licenciada en Historia y experta en asuntos religiosos.

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