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✝️ viernes 29 marzo 2024
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La procesionaria ataca los pinos del Arabí

Francisco Javier Pérez, lector de este medio, nos envía unas fotos donde demuestra que la procesionaria ha infectado muchos pinos del Arabí, por lo que pide actuaciones ante esta plaga.

¿Qué es la procesionaria?

Con la subida generalizada de las temperaturas, la oruga procesionaria prolifera en campos y parques, suponiendo un auténtico peligro para los niños y los animales de compañía. Sorprendentemente, en Yecla sobreviven también en enero. Los expertos recomiendan evitar el contacto con estos insectos a toda costa, pues pueden hacer enfermar de gravedad a quien las toque.

Expertos veterinarios y empresas de control de plagas han coincidido además en advertir sobre el riesgo «serio» que pueden suponer estas larvas para las personas y animales.

La inhalación de los finos pelos de la oruga, donde oculta su veneno, puede producir desde urticarias hasta reacciones alérgicas, especialmente en los niños ya que según la directora general de la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas (Anecpla), Milagros Fernández, «ellos son los más vulnerables».

La oruga suele presentarse siempre en forma de procesión (ligadas unas a otras) y ubicarse cerca de los pinos donde instalan los «bolsones» en los que se desarrolla la larva y son precisamente esas procesiones lo que «resulta muy llamativo para los pequeños, que tienden a tocarlas para entender lo que son».

En cuanto a los bolsones, Fernández ha precisado que «son también muy visibles» por su color blanco y porque pueden alcanzar dimensiones de alrededor de 20 centímetros.

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Mortal para los perros

Los problemas de las orugas no se limitan a la urticaria en las personas pues, según ha añadido el veterinario Jose Luis Blázquez, perros y gatos son especialmente vulnerables: «A veces se las comen y se tragan todo el tóxico que contiene el insecto, con lo que llegan a sufrir una necrosis en la garganta y en la lengua».

Blázquez, que trabaja en el hospital veterinario Openvet, ha lamentado que «en muchos casos los animales pueden fallecer por el contacto con estas orugas«, por lo que hay que «intentar darse cuenta a tiempo» para evitar el roce de las mascotas con estos insectos.

Si los pelillos de las orugas entran en contacto con las mucosas o con los ojos de los animales, los síntomas suelen ser picores, urticarias y sensación de quemazón» y si la tocan «suelen comenzar a babear y a rascarse la zona de la boca». Además, «en algunas ocasiones la piel se daña y produce ampollas».

Ante este riesgo, el principal consejo es acudir cuanto antes a la clínica veterinaria y, si no es posible, «lavar la zona con agua para diluir el tóxico«.

El calor favorece la colonización

El incremento de las temperaturas medias está favoreciendo que las orugas procesionarias colonicen zonas cada vez más altas de España, una situación que también afecta a otros países del entorno, explican a EFE técnicos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama).

Según estas fuentes, el avance de la oruga procesionaria en los últimos cuarenta años se ha visto favorecido gracias al calentamiento, ya que se trata de un insecto que huye de los niveles elevados de humedad.

De hecho, las larvas aparecen durante el primer cuatrimestre del año, entre enero y abril, a medida que las temperaturas medias empiezan a subir tras el invierno.

Predominan «después del invierno, justo cuando empiezan a subir las temperaturas, aunque siempre depende de la zona de España» ya que en comunidades autónomas como Andalucía suelen aparecer en enero mientras que en el caso de Madrid las primeras se han presentado a finales de febrero.

Los árboles que albergan las larvas de oruga procesionaria también suelen resultar dañados por su presencia ya que «durante esta fase el insecto necesita alimentarse de las acículas de los pinos para crecer».

Las larvas, precisa el Magrama, «no llegan a matar el árbol, pero las defoliaciones que producen pueden ser a veces muy aparentes».

Entre las armas para acabar con estos insectos figura su eliminación a través de medios físicos o químicos del bolsón o bien su perforación directa ya que, al someterse a una climatología adversa, las larvas mueren.

También se utilizan las trampas de feromonas para el monitoreo y control de las poblaciones de estas orugas.

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Francisco Javier Pérez, lector de este medio, nos envía unas fotos donde demuestra que la procesionaria ha infectado muchos pinos del Arabí, por lo que pide actuaciones ante esta plaga.

¿Qué es la procesionaria?

Con la subida generalizada de las temperaturas, la oruga procesionaria prolifera en campos y parques, suponiendo un auténtico peligro para los niños y los animales de compañía. Sorprendentemente, en Yecla sobreviven también en enero. Los expertos recomiendan evitar el contacto con estos insectos a toda costa, pues pueden hacer enfermar de gravedad a quien las toque.

Expertos veterinarios y empresas de control de plagas han coincidido además en advertir sobre el riesgo «serio» que pueden suponer estas larvas para las personas y animales.

La inhalación de los finos pelos de la oruga, donde oculta su veneno, puede producir desde urticarias hasta reacciones alérgicas, especialmente en los niños ya que según la directora general de la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas (Anecpla), Milagros Fernández, «ellos son los más vulnerables».

La oruga suele presentarse siempre en forma de procesión (ligadas unas a otras) y ubicarse cerca de los pinos donde instalan los «bolsones» en los que se desarrolla la larva y son precisamente esas procesiones lo que «resulta muy llamativo para los pequeños, que tienden a tocarlas para entender lo que son».

En cuanto a los bolsones, Fernández ha precisado que «son también muy visibles» por su color blanco y porque pueden alcanzar dimensiones de alrededor de 20 centímetros.

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Mortal para los perros

Los problemas de las orugas no se limitan a la urticaria en las personas pues, según ha añadido el veterinario Jose Luis Blázquez, perros y gatos son especialmente vulnerables: «A veces se las comen y se tragan todo el tóxico que contiene el insecto, con lo que llegan a sufrir una necrosis en la garganta y en la lengua».

Blázquez, que trabaja en el hospital veterinario Openvet, ha lamentado que «en muchos casos los animales pueden fallecer por el contacto con estas orugas«, por lo que hay que «intentar darse cuenta a tiempo» para evitar el roce de las mascotas con estos insectos.

Si los pelillos de las orugas entran en contacto con las mucosas o con los ojos de los animales, los síntomas suelen ser picores, urticarias y sensación de quemazón» y si la tocan «suelen comenzar a babear y a rascarse la zona de la boca». Además, «en algunas ocasiones la piel se daña y produce ampollas».

Ante este riesgo, el principal consejo es acudir cuanto antes a la clínica veterinaria y, si no es posible, «lavar la zona con agua para diluir el tóxico«.

El calor favorece la colonización

El incremento de las temperaturas medias está favoreciendo que las orugas procesionarias colonicen zonas cada vez más altas de España, una situación que también afecta a otros países del entorno, explican a EFE técnicos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama).

Según estas fuentes, el avance de la oruga procesionaria en los últimos cuarenta años se ha visto favorecido gracias al calentamiento, ya que se trata de un insecto que huye de los niveles elevados de humedad.

De hecho, las larvas aparecen durante el primer cuatrimestre del año, entre enero y abril, a medida que las temperaturas medias empiezan a subir tras el invierno.

Predominan «después del invierno, justo cuando empiezan a subir las temperaturas, aunque siempre depende de la zona de España» ya que en comunidades autónomas como Andalucía suelen aparecer en enero mientras que en el caso de Madrid las primeras se han presentado a finales de febrero.

Los árboles que albergan las larvas de oruga procesionaria también suelen resultar dañados por su presencia ya que «durante esta fase el insecto necesita alimentarse de las acículas de los pinos para crecer».

Las larvas, precisa el Magrama, «no llegan a matar el árbol, pero las defoliaciones que producen pueden ser a veces muy aparentes».

Entre las armas para acabar con estos insectos figura su eliminación a través de medios físicos o químicos del bolsón o bien su perforación directa ya que, al someterse a una climatología adversa, las larvas mueren.

También se utilizan las trampas de feromonas para el monitoreo y control de las poblaciones de estas orugas.

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