Todos coinciden en que el presente y el futuro más próximo de la industria vitivinícola de la Región es bueno, pero en el camino hay interrogantes y algunos nubarrones que preocupan.
La campaña de la vendimia está a pleno ritmo con la maduración de la uva monastrell, la reina de las variedades de un negocio que en la actualidad da trabajo directamente a 2.435 agricultores y generó en 2013 unos ingresos de 150 millones de euros a la economía regional.
Se multiplica ya el trasiego de tractores y camiones cargados de uvas por ciudades como Yecla, Jumilla o Bullas donde las Denominaciones de Origen marcan el camino a seguir en la carrera por aumentar la calidad de los vinos.
Uva que se corta de unas cepas que oscurecen su verdor lentamente a la espera de que las manos de los vendimiadores corten, por algo más de 6 euros la hora, el fruto del que se nutre una industria potente en la Región que no sólo da riqueza económica, sino que también evita la desertización, una labor medioambiental silenciosa pero esencial.
Los agricultores y unas 90 bodegas de muy distinto tamaño son los motores de un sector donde, en general, el engranaje funciona bien pero hay asuntos pendientes de resolver que chirrían y crean tensiones.
El gran problema que durante las últimas décadas tiene a agricultores y a bodegueros enfrentados es el precio de la uva. Si echamos una mirada a la hemeroteca, hace 25 años los agricultores de Jumilla derramaban 75.000 litros de vino a las calles de la localidad como medida de protesta por el descenso del precio. Un cuarto de siglo después, parece que el sector está en el mismo punto del conflicto.
“En los años ochenta llegué a cobra a 115 pesetas el kilo, ahora pueden darte 35 pesetas”, explica un hombre del campo donde el euro no ha logrado cambiar algunas costumbres y precio de la uva se sigue tratando en pesetas.
El continuo descenso del precio que las bodegas pagan por la uva está comprobado por la estadística que marca la tendencia bajista desde la década de los noventa. Aquí el mercado actúa sin barreras y la oferta de uva es mayor que la demanda en la mayoría de las campañas. “Hay mucha uva en el mercado. Las subvenciones de arranque de viñedos sirvieron para pagar la jubilación de algunos y para quitar viñas viejas y poner otras nuevas para conseguir mayor producción”, comenta un agricultor que también apunta a Castilla La Mancha. “Los manchegos cultivaban uva blanca hace años. Ahora están con la tinta y han llenado el mercado de uva”.
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Esas puedes algunas de las claves. Las políticas agrarias han fomentado la mejora de las explotaciones. Hace décadas una hectárea de viñedos podía dar a pleno rendimiento unos 5.000 kilos de uva. Ahora esa misma hectárea, con sistemas modernos de riego y fertilizantes puede llegar a los 9.000 kilos por campaña. “Se consigue más uva, pero no es uva de gran calidad”, explica este agricultor que apunta a Europa con las políticas de reconversión las que han financiado esa forma de hacer agricultura.
El vino de calidad, el embotellado, requiere sobre todo de una uva cuidada, casi mimada por el agricultor. Para lograrlo hay que alimentar la viña con abonos naturales, limitando la producción a unos 1.500 kilos por hectárea, controlando el riego al mínimo, recogida a mano. Esa uva es la que se destina a los mejores vinos embotellados.
Sin embargo una parte importante de los agricultores apuestan por la uva que irá al denominado vino de mesa por su menor riesgo económico en un contexto donde se vive al límite con los costes de producción y a merced de la climatología para saber la cantidad de uva que van a recoger y el precio que el mercado quiera pagarle.
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Pero no son los únicos en tener problemas. Los bodegueros insisten en las dificultades que hay a la hora de vender un litro de vino en España. El consumo medio de vino en este país por habitante no llega a los 20 litros, según datos del Observatorio Español del Mercado del Vino, eso hace que las exportaciones sean el único camino para la supervivencia del sector que debe competir con el resto del mundo en calidad y precio.
“El vino que elaboramos podemos venderlo porque es barato y muy bueno. Me gustaría pagarle más al agricultor pero tendría que subir el precio del vino y no lo vendería”, explica Alfredo Candela, bodeguero de cuna que en estos días de la vendimia aparca la maleta con la que recorre el mundo durante el resto del año.
La comercialización ha mejorado pero sigue siendo una asignatura pendiente para el vino de la Región que sigue siendo un desconocido para parte de los consumidores aunque los expertos alagan sus cualidades y reciben galardones internacionales por su calidad.
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Por otro lado, hay grandes bodegas en la Región que son las que marcan el precio de la uva de menor calidad, destinada sobre todo a la elaboración del vino de mesa. Se trata de gigantes en la producción que absorben más del 90% de la vendimia y que marcan el camino que el resto de bodegas debe seguir a la hora de pagar el vino que no está embotellado y otros productos que se obtienen como zumos. “También las grandes superficies marcan presión en el precio”, explica el Presidente de la Denominación de Origen, Pedro Lencina.
Junto a las bodegas privadas conviven las cooperativas. El modelo sobrevive en medio de la tormenta de precios. En Yecla la Cooperativa La Purísima tiene a unos 800 socios de los cuales 280 son aportadores de uva. Sus instalaciones recibirán este años unos 12 millones de kilos de uva que irán a elaborar vino embotellado y vino de mesa. “Ser de la cooperativa te garantiza que te cojan la uva. Es un riesgo que pierdes y el precio que te pagan es de la liquidación cada tres meses”, explica Francisco, un cooperativista que cree que el modelo funciona. La propia gerencia de la cooperativa explica que la calidad de la uva marca coeficientes de pago para premiar a las de mayor calidad. Durante el año se hacen dos anticipos de dinero calculando de manera aproximada el precio del vino. Y al final de campaña se hace la liquidación en función de cómo hayan terminado las ventas.
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Pago anticipado
Este año el campo va a ser generoso con los agricultores y todo hace pensar, si el tiempo no lo impide, que la vendimia va a superar los kilos recogidos en la pasada campaña que fue muy deficitaria en cantidad.
Ni las tormentas de granizo, ni el verano tan caluroso, han podido con la producción de uva que va a aumentar entorno a un 10% en Yecla, donde se espera llegar a los 9.5 millones de kilos dentro de la Denominación de Origen; también mejorará en Jumilla con unos 80 millones de kilos de uva en la D.O. y en Bullas la previsión es que sean 4,5 millones de kilos que se recojan regulada por el consejo, mejorando en más del 80% las cifras del pasado año que fue muy malo en cantidad.
La nueva normativa obliga a las bodegas receptoras de uva a pagar en 30 días al agricultor. Los sindicatos agrarios han defendido esta medida para evitar las demoras en los pagos que, en algunos casos, superaban el año.
Sin embargo los bodegueros y algunos agricultores consideran la medida como un error. “Tendré que pagar lo mínimo porque no sabré a qué precio voy a vender el vino. El dinero que antes se embolsaba el agricultor a los 6 ó 9 meses de vendimiar, cuando sabía el precio de venta del vino, se lo llevará el banco en intereses porque tendré que pedir una póliza de crédito para pagarles a 30 días”, relató Alfredo Candela en relación a esta medida que entiende que es en perjuicio de los agricultores.
Desde el otro lado, un agricultor explicaba que espera que las bodegas paguen a tiempo y que posteriormente “compensen la diferencia cuando el mercado diga lo que vale esa uva”, algo que es complicado de calcular en un sistema de precios que fluctúa con facilidad.
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Acuerdo
Hace apenas unas semanas la consejería de Agricultura sentaba alrededor de una mesa a las partes implicadas en el sector vitivinícola de la Región de Murcia para buscar una solución al precio de la uva y a otros factores que enfrentan a las partes implicadas.
En el primer encuentro se alcanzó un acuerdo que ya ha sido rubricado. En él se establece que las bodegas deberán realizar un contrato con el agricultor antes de recibir la uva que recoja el precio que se va a pagar y se establezca el famoso plazo de 30 días para abonar ese dinero. “El pago y las liquidaciones del producto se efectuarán en función de la calidad de la uva” dando preferencia a la uva recogida en la Región,
Por su parte, los agricultores se comprometen a respetar las limitaciones de las Denominaciones de Origen en factores como la limitación de producción por hectárea. Aquellas que superen la cantidad “serán descalificadas teniendo como destino la elaboración de vino de mesa”, explica el documento del acuerdo.
Para avanzar en el objetivo de conseguir mejores condiciones para el sector y que se cumplan los acuerdos firmados, se establece la creación de una comisión de trabajo con todas las partes implicadas, incluida la propia consejería de Agricultura. “Creo que es un acuerdo bueno. Hay que tomar el coste de producción como referencia y que luego agricultor y bodeguero se pongan de acuerdo”, asegura Pedro Lencina.
Lo que no fija el acuerdo es un precio mínimo para la uva, por lo que el sector seguirá abierto a que el mercado dicte que lo que valen las uvas de la Región.