“Una cosa es ser solidario y otra es serlo a cambio de nada”. Mariano Rajoy respondía así en Cadena COPE después de que Grecia pidiera a Europa que le fuera condonada parte de su deuda. Cuando el máximo representante político de un país tiene esa concepción tan interesada de un valor tan humano, no es de extrañar que sus conciudadanos tengan una concepción similar. En una sociedad corrompida y corrupta, el presidente es el capitán.
Desde hace una semana, cientos de imágenes nos golpean diariamente para reflejar la dura situación que viven los ciudadanos sirios que se están viendo obligados a abandonar su país a toda prisa para no caer en manos del asesino Estado Islámico. La guerra civil asola el país desde hace cuatro años, pero parece que la UE no ha querido ver el problema hasta que se ha visto “invadida” por cientos de miles de personas en busca de asilo. Antes prefería solo aumentar su negocio de venta de armas. Pero no todos hemos reaccionado igual. Ante estas dramáticas imágenes de refugiados han surgido voces que piden a los gobiernos abrir los brazos de la solidaridad y de la humanidad, pero también otras que han puesto de manifiesto el burdo nacionalismo que campa cada vez con más fuerza por estas tierras. “Nos van a quitar el trabajo”. “Que ayuden primero a los de aquí”.
Ese mensaje inhumano, que permite a mucha gente mirar con ojos fríos, indiferentes e impasibles la aterradora situación que viven los refugiados sirios, cala con fuerza en una sociedad que vive la mayor crisis de valores de su historia. Valores como la solidaridad, la humanidad, la empatía, la justicia social o el altruismo han desaparecido de nuestra escala de prioridades, dando paso a otros muchos más oscuros como el individualismo y el egoísmo extremo. Un cambio que, a mi modo de ver, está condenando a muerte a nuestra civilización.
Desde que hace unos días IU-Verdes presentara la propuesta para que Yecla se convierta en ciudad-refugio para acoger a algunas de las miles de familias que estos días están sobreviviendo a duras penas en un fatídico viaje por Turquía, Grecia, Serbia y Hungría, decenas de voces se han posicionado a favor, pero otras tantas han atacado la propuesta aludiendo a esas consecuencias nacionalistas que me refería anteriormente. Y me preocupa. Porque quien es solidario lo es siempre, sin mirar el carné de identidad de la persona a la que ayuda. Los que dicen eso de “ayudad primero a los españoles”, “meted a los sirios en vuestra casa”… seguro que no han actuado de manera altruista en su vida. Y yo me pregunto, ¿tengo que potenciar ese individualismo que defiende este sistema caduco metiendo a los refugiados en mi casa? ¿No es mejor, por ejemplo, que se emplee dinero público -reservado para estos fines- o instalaciones municipales en desuso para hacerlo? Hace unos días saltó también a la luz que el gobierno de Yecla había gastado 10.000 euros en toros, ¿no sería mucho mejor emplearlos en ayudar a la gente más desfavorecida, sea de donde sea? Simplemente, se trata de ordenar nuestra escala de valores.
Pero más que la mentalidad retrógrada y obtusa de algunos, lo que me sorprende es que estos Gobiernos corruptos que dirigen los diferentes países europeos nos engañen tan fácilmente. ¿Quién ha permitido que el Estado Islámico se haga fuerte en Siria e Irak? ¿Quién ha armado a ambos ejércitos? Parecemos nuevos. En el periodo 2007-2011, justo antes de que estallara el conflicto sirio, el país árabe aumentó un 580% sus compras de armas, teniendo a Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Reino Unido y España como principales compradores. Es decir, hacemos negocio preparándoles para la guerra, hemos impulsado la masacre, y ahora que nos piden asilo les damos la espalda. Además, venden ese discurso de odio y xenofobia a través de los canales de televisión y la gente se lo cree. “Es que nos van a quitar el trabajo”. ¿Qué trabajo? ¿Ese por el que, con suerte, nos explotan diez horas diarias a cambio de 700 euros? Pues vaya chollo.
Esta acción cruenta de la UE y EEUU contra Siria no hace más que corroborar que nuestra “civilización”, “cultura” o, como quiera definirse, Occidental y Cristiana, pasará a la historia como la más cruel, sanguinaria y terrorista que jamás haya conocido la humanidad. Desde hace quince siglos, Occidente se ha dedicado a invadir y esquilmar al resto del mundo. Primero mandábamos a los misioneros que, tras un informe favorable, abrían paso a los ejércitos. Hemos vaciado sus minas, arrasado sus tierras y agotado sus reservas de gas y petróleo. No ha habido siglo en los últimos quince en que los ejércitos occidentales no hayan invadido países asiáticos, sudamericanos o africanos para saquearlos. Solo les hemos respetado si sus mandatarios han sucumbido a nuestras exigencias. No nos ha importado que fueran salvajes dictaduras, como ocurre por ejemplo en Arabia Saudí o Guinea. Si ceden al negocio, todos amigos. Es más, les ofrecemos mansiones y lujos cuando nos visitan. Si no, les invadimos, aludiendo a esa “necesidad imperante” de implantar la democracia en las sociedades orientales. Los ejércitos han sido los ‘misioneros’ (de paz) del siglo XX y XXI. Y todavía nos preguntamos que por qué nos odian.
Durante años hemos almorzado con las imágenes de aviones que en estas ‘misiones de paz’ destruían ciudades enteras. Hemos asesinado a miles de personas que han pasado a ser meras estadísticas camufladas bajo el horrible concepto de “daños colaterales”. Les hemos lanzado bombas nucleares, bombas de napalm, de racimo, de gas VX… Y todo envuelto de nuevo bajo un falso velo de «exportación de la democracia». Pero no. A Occidente siempre le han movido los intereses económicos. Ni solidaridad ni empatía ni democracia. El conflicto sirio lleva cuatro años en activo y Europa no ha hablado de él hasta que no ha visto el problema a las puertas de casa. Nuestra ansia de vivir cada vez con más ha condenado a medio mundo a la miseria más absoluta. Nuestro egoísmo atroz –y especialmente de quienes mueven los hilos de esta civilización- nos ha condenado. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es la solución? ¿Dar la espalda? Occidente debería pedir disculpas por tanto dolor y tanta masacre. Estamos pagando las consecuencias de la prepotencia con la que ha actuado esta civilización. Por eso, si en nuestra mano está ayudar aunque sea un poco a esta pobre gente, no podemos negarnos. Estamos en deuda con ellos y con la Historia.
Los refugiados son víctimas de guerra de intereses .
No hay nada mas triste que te echen de tu casa, pero aun es más triste que tengas que salir huyendo de tu casa, de tu país y tener que dejar atrás familiares muertos por guerras genocidas y selectivas. Todo este tema es muy complicado políticamente hablando, incluso a las personas de la calle les cuesta tener una clara posición sobre este tema. Los hay radicales de uno y otro lado, los que acogerían hasta los rebaños de cabras sirias y los que no quieren que entre ni los recuerdos de lo que una vez tuvo que hacer una gran parte de españoles. Siento decir que mis propias contradicciones me tienen bloqueado en este tema porque escucho uno y otro lado y encuentro grandes verdades en los dos extremos. La sensación que a mi me dá en todo este tema es que David Val, escritor de esta columna, se deja llevar mas por el corazón que por la cabeza como nos puede pasar a muchos de nosotros en cualquier situación de nuestras vidas, pero esta vez estamos hablando de las vidas de otras personas, estas que tienen un país en guerra y deciden abandonarlo para sobrevivir. ¿Es esa la solución a sus problemas o puede que aumenten estos? Las declaraciones del niño sirio pidiendo que ayuden a parar la guerra porque no quería marcharse de allí, me lo dejó todo mas claro. No nos echemos la culpa nosotros de sus guerras, no nos echemos nosotros la culpa de las situaciones económico-social de cada familia española que está de uno y otro lado de los posicionamientos porque somos también parte de este declive humanitario. Me demuestra otra vez el ser humano que desde, abajo, todo funciona mejor y las preocupaciones son mas compartidas , hay mas solidaridad, mas altruismo y mas empatía. A los de arriba tus preocupaciones solo son eso, tus preocupaciones, a ellos solo les importa seguir arriba y mantener una cuota de poder suficiente como para procurarse una buena vida para ellos y los suyos. Una lastima pero lo veo así.
El tema del refugiado no ha hecho nada mas que empezar, inmigrante, refugiado, exiliado, son acepciones de una misma singularidad, la del «donde voy y que voy a hacer allí».
Así que lo que yo piense y diga, no es más que eso, mi pensamiento y mi comentario.
Llevas buena parte de razón, pero esta división entre buenos y malos, entre Occidente y Oriente entre esquilmados y prepotentes, entre Terroristas y víctimas, es demasiado reducionista, demasiado simple. La realidad es más compleja. Esta visión simplificada de las cosas nos lleva irremediablemente hacia posiciones o argumentos con buenas dosis de demagogia.