El año 2025 marca un momento clave en las relaciones entre China y la Unión Europea. Hace cincuenta años, en plena Guerra Fría, ambos establecieron lazos diplomáticos en un mundo donde la seguridad pesaba más que la cooperación económica. Hoy, el panorama global es completamente diferente, y la relación entre China y la UE también ha evolucionado.
En el año 2000, la economía de la UE era seis veces mayor que la de China. Hoy, ambas potencias están en un nivel similar. China ha pasado de ser un país que recibía ayuda europea a convertirse en un actor global con un peso decisivo en la economía y la política mundial. Este cambio ha traído oportunidades, pero también desafíos. Ahora la pregunta clave no es solo recordar lo logrado, sino definir el rumbo de las relaciones para las próximas décadas.
La UE esperaba que el presidente Xi Jinping asistiera personalmente a la cumbre conmemorativa del 50º aniversario como un gesto de acercamiento. Sin embargo, Pekín decidió enviar al primer ministro Li Qiang, lo que generó debate en Europa. ¿Es una señal de distanciamiento o un ajuste pragmático en la política exterior china? En realidad, este cambio refleja una nueva lógica en las relaciones internacionales: las decisiones ya no se basan solo en gestos diplomáticos, sino en intereses concretos.
El contexto global en el que se desarrollan las relaciones entre China y la UE es muy distinto al del pasado. La creciente presencia de China en la economía mundial ha llevado a la UE a mantener un déficit comercial anual de unos 300.000 millones de euros con el país asiático. Al mismo tiempo, la estrategia de Estados Unidos ha cambiado de una política de «cooperación y contención» a una de «confrontación y cerco», presionando a la UE para que tome partido. La guerra en Ucrania ha complicado aún más el escenario, ya que Bruselas sigue con atención la relación entre China y Rusia, mientras que Pekín mantiene una postura neutral y defiende el diálogo como vía para resolver el conflicto.
Además, el regreso de Donald Trump y la creciente influencia de su visión en la política estadounidense han llevado a la UE a replantearse su autonomía estratégica. Si Washington aumenta la presión sobre Europa, Bruselas deberá decidir si sigue alineada con Estados Unidos o busca una mayor independencia en su relación con China.
En este contexto, Li Qiang se reunirá con los líderes europeos. Aunque la guerra en Ucrania sigue siendo una prioridad para la UE, el comercio continúa siendo el pilar fundamental de la relación bilateral. La UE es el segundo mayor socio comercial de China, y ambas partes tienen interés en mantener un flujo estable de bienes e inversiones. En los últimos años, Europa ha buscado reducir su dependencia de China en sectores estratégicos, pero la realidad es más compleja de lo que sugieren los discursos políticos. Hoy, el 70% de los paneles solares que utiliza Europa provienen de China, el 80% del suministro de tierras raras depende de Pekín, y las empresas automovilísticas alemanas siguen apostando por el mercado chino. Estas interdependencias económicas hacen que un desacoplamiento total sea poco realista.
El ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, ha señalado que, en un contexto de cambios globales y recuperación económica incierta, una relación estable y saludable entre China y la UE beneficiará a ambas partes y contribuirá a la estabilidad mundial. En los últimos 50 años, el comercio bilateral ha crecido de 2.400 millones de dólares en 1975 a 780.000 millones en la actualidad, mientras que la inversión mutua ha pasado de casi cero a 260.000 millones de dólares. Además, el tren de carga China-Europa ha superado las 100.000 rutas operadas, consolidándose como un canal comercial clave entre Asia y Europa.
China sigue confiando en Europa y ha expresado su deseo de resolver las diferencias a través del diálogo. Sin embargo, la UE se enfrenta a un dilema estratégico. Aunque busca reducir su dependencia económica de China, la interconexión de las cadenas de suministro hace que una ruptura total no sea viable. El futuro de las relaciones no está en una separación ni en un regreso al modelo anterior, sino en encontrar un equilibrio entre la competencia y la cooperación.
Este aniversario no es solo un momento para celebrar el pasado, sino una oportunidad para definir el futuro. China ve a la UE como un socio clave, pero no aceptará presiones unilaterales en temas diplomáticos. Ahora es Bruselas quien debe tomar una decisión: ¿seguirá los pasos de Washington o buscará una verdadera autonomía estratégica?
Los cambios en el orden mundial avanzan rápido, y la incertidumbre solo crecerá si no se toman decisiones claras. La cuestión ya no es si China y la UE pueden seguir cooperando, sino si ambas partes tienen la voluntad de aprovechar esta oportunidad histórica para construir un nuevo marco de colaboración.
