Huelo el cansancio a distancia y es que mi compañero de viaje rezuma agotamiento: el bueno de Teodoro Carpena anda en horas bajas, como decís por aquí. La edad contribuye; mi dueño, con el tiempo, se ha vuelto más pusilánime y algo melancólico, así que he decidido acudir en su rescate. También ha influido la fiesta de San Antón: gracias a la devoción que profesa al santo y al cariño que me tiene, ha decidido pasarme el testigo para este relato.
¡Conmigo lo vais a pasar mejor!
Tengo que aclarar en nuestra defensa (la de la especie canina) que nosotros no somos los culpables de que las aceras yeclanas estén llenas de mierdas perrunas; uno no tiene culpa de ser mascota de guarros o descuidados.
Dicen que en España ya hay más perros que niños, yo creo que en Yecla eso todavía no es del todo cierto, porque sigo viendo mucha criatura mocosa y no hay día en que no me encuentre con algún impertinente que quiera tocarme las orejas o que me intente patear el culo.
El día de San Antón, Ana me preparó una comida especial a base de arroz con verduras y pollo, que todavía se me caen las lágrimas de emoción, si yo pudiera le haría proposiciones de matrimonio, pero la lealtad a mi dueño y mi raza no me lo permiten.
Teodoro me quería llevar a la iglesia para mi bendición, le lancé un gruñido que entendió a la primera (a buen entendedor con un ladrido basta); soy un perro aristócrata francés, soy laico y, además, las sotanas y los crucifijos, me ponen muy nervioso.
Estos días estamos de vacaciones en Granada, ayer visitamos la ciudad. A Ana le interesa mucho el tema de los árabes en la Península Ibérica. Nos ha soltado un discurso sobre los endecasílabos y la riqueza de la poesía andalusí, y hasta hemos visitado la Alhambra. Teodoro es más de romanos y un entusiasta defensor del imperio español, de hecho, se quedó pasmado con el palacio de Carlos V.
A pesar de ser una pareja muy tolerante, suelen tener discusiones sobre la influencia de las distintas culturas antiguas en la España actual. Yo como soy francés eso me importa un pepino.
Ana es una apasionada esquiadora y dice que necesita tocar nieve cada año. A Teodoro no le sienta bien la nieve ni el agua, nosotros somos terrenales, me dice.
Hoy estamos en Sierra Nevada, soportando el frio y oliendo el miedo de mi compañero. Pero aunque es la primera vez que se calza esas tablas, su mujer dice que no lo hace mal; no estoy de acuerdo, es el tío más patoso que conozco.
Nos ha llamado Salvador desde el pueblo contando que se han caído varios árboles cerca de nuestra casa y que el aire ha alcanzado 90 kilómetros por hora.
¡Eso no es nada comparado con la velocidad de la luz!
Hablando de kilómetros, he oído en una conversación que hay gente pensando emigrar a un exoplaneta que está a algo más de 1193 años luz de la Tierra. ¡Eso si que es distancia! Al planeta de marras le han puesto de nombre Kepler- 44b. Yo creo que los científicos andan cortos de imaginación y por eso le han colocado el nombre del telescopio que lo descubrió. Con la sonoridad tan grandilocuente que tienen los planeta de nuestro sistema solar, Saturno, Marte, Júpiter… Nombres de dioses como el de un servidor.
Teodoro dice que odia las mudanzas y que mudarse de planeta sería muy aparatoso. Yo pienso que de mudarnos, lo haríamos a París, que solo está a 1500 kilómetro, y apenas tardaríamos 15 horas en la furgoneta de Ana.