Mi vecino Pelayo advertía en cada fiesta que la música que más le gustaba era el tronar de los arcabuces, pero desde hace una semana se ha convertido en fan de Julio Iglesias y nos ha contado la siguiente historia:
Una madrugada de invierno en la que yo iba a un sitio a hacer una cosa que ahora no viene a cuento, al pasar por el jardín, escuché a dos hombres hablando, sentados en un banco; la primera frase fue tan llamativa que me pudo la curiosidad:
—Nuestra vida es como una patada en las narices de un mundo superficial y cursi —dijo uno y el otro contestó con otra frase igual de intensa:
—Pues yo creo que somo dos huevos exquisitos en un nido putrefacto —parecían dos filósofos intentando explicar la existencia.
—¿Tú crees en la infinitud del universo?—preguntó el primero
—Yo creo en la circularidad del tiempo y en la bondad infinita de Dios.
—¿A ti en que planeta te gustaría vivir y por qué? —respondió el otro sin dudar.
—En Marte, sobre todo por el calor, que yo soy muy friolero; además dicen que las mujeres allí son de color verde y muy apasionadas…
—Pues a mí me gustaría vivir en la Luna; mi madre decía que la Luna era un espejo que reflejaba lo mejor de cada uno si la mirabas de cerca.
Eran dos desarrapados, llevaban varias bolsas llenas de ropa y de cacharros, bebían vinazo a tragos largos. La luna llena iluminaba el parque, pero ellos no me podían ver, me ocultaban detrás de unos arbustos. Siguieron en una conversación desordenada.
—¿Tú crees que los extraterrestres son iguales que nosotros?
—Son muy parecidos, depende de qué galaxia vengan, pero de lo que estoy seguro es que viven entre nosotros y te voy a citar a unos cuantos. Woody Allen es el gran líder, cuando dice que es de origen judío miente, en realidad nativo de Andrómeda, lo que no se sabe es en cuál de los 4.300 planetas de esta constelación nació. Y en su película Zalyg deja clarísimo su capacidad de transformación y de camuflaje. También son del mismo planeta que Allen, Steven Spielberg y Bruce Willis, pero a este último se le está acabando la batería de su nave.
Estaba lanzado con su teoría y el otro escuchaba con atención; yo no respiraba para no perderme una palabra de su discurso.
—Pero los más interesantes son los extraterrestres españoles: Julio Iglesias, que lanzaba aquel mensaje subliminal «unos que vienen y otros que se van…» refiriéndose a los viajes entre su galaxia y nuestro planeta. O Miguel Bosé, al que le ha cambiado la voz porque en un viaje interplanetario cogió frio. Su mensaje oculto más claro está en una de sus famosas canciones:
«Don diablo que es muy cuco,
siempre sale con el truco
del futuro colorado colorín»…
La conversación quedó interrumpida por los gritos desgarradores de alguien que buscaba a su padre: «¿Papá donde estas? ¡Vuelve papá!», gritaba alguien. Los desarrapados y yo nos quedamos paralizados al ver no a un niño, sino a un hombre maduro corriendo calle abajo. Pasó a nuestro lado y no nos vio, miraba a lo lejos, los ojos enrojecidos y gritando al aire el nombre de su padre.
Atravesó el parque y se perdió por la calle San Ramón; no dejaba de correr, oímos a lo lejos que alguien le gritaba desde una ventana: «¡Cállate, desgraciado, que has despertado a mi hijo!
Los dos amigos descubrieron mi presencia y me pidieron un cigarro, y aunque no suelo dar tabaco a nadie, en este caso fui generoso; el primero de ellos me preguntó mirándome fijamente:
—¿Usted cree que existe el infierno?
—Soy agnóstico y solo creo en lo que veo —respondí con tibieza.
—¡Otro ingenuo! —dijo mirando a su amigo, y me lanzó una segunda pregunta:
—¿El personaje que acabamos de ver corriendo en busca de su padre, era un niño o un adulto? —Dudé un rato, él me exigía respuesta rápida, moviendo sus dedos ennegrecidos—. No lo piense tanto; déjese llevar por la intuición.
—Creo que era un niño desorientado en el cuerpo de un adulto.
—Bien, me gusta su respuesta. —El segundo levantó la mano para pedir la palabra, los dos le miramos, echó un trago del tetrabrik y dijo:
—Pues yo creo que era un ángel en busca del Altísimo. —Su amigo no estaba de acuerdo, dio un trago de vinazo y respondió:
—Eso es un desatino, el único padre es el universo infinito.
Les dejé el paquete de cigarrillos y unos cuantos euros, pero desde ese día escucho a Bosé con reverencia y los discos de Julio los escucho del derecho y del revés para encontrar nuevos mensajes.